sábado, 26 de diciembre de 2009

¡Felices Fiestas!


 
Como dije en la primera entrada de este blog, no es mi intención entretenerme demasiado en temas informales. No obstante, no está de más hacer una excepción teniendo presente las fechas tan señaladas en las que nos encontramos. Es poco el camino que hemos recorrido (apenas unas cuantas entradas), pero puedo aseguraros que estoy muy contento con todo lo conseguido hasta ahora. A fin de cuentas, he conseguido mi principal objetivo: Mantener una cierta regularidad, algo que no había terminado de cuajar en proyectos de blogs económicos precedentes. Además, el que la divulgación, dirigida en particular a personas no integradas dentro de este mundillo, haya sido el principal tema hasta el momento creo que ha supuesto una buena elección. Es en ese aspecto donde un "cuasieconomista" como yo puede realmente tener algo que aportar, y además, no deja de tratarse de una excelente base sobre la que organizar conocimientos previos y, por qué no, atreverse con alguna aportación original.

En definitiva, me encuentro francamente satisfecho, y de ahí sólo puedo derivar una conclusión: Seguiré aquí. No quiero sino animaros a todos a que también sigáis conmigo, a que comentéis las entradas que se vayan publicando, a que propongáis temas a tratar o preguntéis cualquier duda, ¡incluso que me critiquéis, si es necesario! Esa es la esencia de la mecánica de un blog, además de su gran ventaja. Aprovechadlo.

¡Felices fiestas a todos!

miércoles, 23 de diciembre de 2009

James Tobin

La crisis financiera actual ha vuelto a traer a la palestra económica muchos debates que parecían enterrados. Uno de ellos es el relacionado con la famosa tasa Tobin. Digo famosa porque, conociendo o no su contenido, a todo el mundo parece sonarle de algo. Al hilo de la última entrada de Egócrata, no está de más recordar quién fue realmente James Tobin y por qué la tasa homónima es tan recurrente en la época actual.


James Tobin (1918-2002) fue un economista estadounidense, férreo defensor del keynesianismo, asesor presidencial de Kennedy y famoso por sus trifulcas con Milton Friedman y los miembros de la Escuela de Chicago. A diferencia de los monetaristas, Tobin recomendaba la puesta en práctica de políticas orientadas al pleno empleo, una mayor competencia, estrictos controles de las tensiones monopolistas y la fuerte inversión en educación, ciencia, tecnología e infraestructuras. Nos quedaríamos cortos si redujesemos su labor únicamente a tales aspectos. Su pormenorizado estudio de los modernos mercados financieros y del comportamiento del consumidor son dignos de mención (a él le debemos el desarrollo del modelo Tobit en 1958), y de hecho, gracias a ellos fue galardonado con el Premio Nóbel de Economía en 1981.

Sin embargo, como suele suceder, su nombre ha pasado a la historia por una simple anotación a pie de página. En 1972 propuso que los gobiernos recaudaran una tasa sobre las operaciones con divisas, como medio para disuadir la especulación desestabilizadora. Su aplicación, argumentaba, ayudaría a fomentar el libre comercio al garantizar a los países, especialmente a aquéllos en vías de desarrollo, poder abrir sus mercados sin exponerse a movimientos perjudiciales de los mercados internacionales. Esta es la esencia de la comúnmente llamada tasa Tobin, tomada irónicamente por la mayoría de movimientos altermundistas como una de sus insignias. Como Tobin declaró: "El aplauso más sonoro proviene del lado equivocado".

Volviendo a la pregunta que mueve el debate actual: ¿Sería conveniente plantearse seriamente la aplicación de la tasa Tobin? Yo no estoy tan seguro. En primer lugar, como también argumenta Egócrata, su aplicación y posterior recaudación no resulta nada sencilla, debido sobre todo a que para que pudiese tener una mínima consistencia habría de ser implementada de forma multilateral. Más que nada, para evitar fugas masivas de liquidez (los fondos financieros son bastante sensibles a este tipo de medidas). Yo añadiría alguna razón más. Teniendo en cuenta el objetivo que persigue la tasa Tobin, ésta resulta poco efectiva. La mayoría de movimientos especulativos perturbadores son propiciados por grandes capitales a través del mercado de divisas. El riesgo es alto, pero los márgenes de beneficio a corto plazo que pueden obtenerse también lo son. Resulta por tanto poco probable que los grandes capitales se desviasen a inversiones más a largo plazo (el margen de recaudación no sería suficientemente disuasorio como para plantear una retirada) y, por añadido, los que probablemente sí verían forzada su expulsión serían los pequeños capitales, que son los que precisamente, por su volumen, apenas tienen influencia perturbadora en los mercados financieros internacionales.

Además de eso, y a pesar de las causas que nos han traído a la situación actual, no está de más tener en consideración el papel que los especuladores tienen en la corrección de la tendencia del mercado a través de  la reducción de los márgenes de arbitraje que provoca su actividad (obviamente, a los grandes capitales éste hecho no les repercute demasiado, ya que tienen la influencia suficiente como para ajustar ellos mismos tales márgenes en mayor o medida, no así los pequeños). La especulación por sí misma no tiene por qué ser perjudicial (de hecho cumple una función importante en los mercados, como podéis ver en esta entrada de Kantor). No sé hasta qué punto la labor de los especuladores repercute en un sentido o en otro y en qué grado en concreto, pero como digo, nunca está de más tenerlo en consideración.

En definitiva, entiendo que los gobiernos puedan necesitar obtener financiación y recuperar la confianza de los ciudadanos en su gestión de una u otra forma en los tiempos que corren. No obstante, visto lo visto, ésta no es la solución. Esperemos a ver por dónde nos salen.

martes, 22 de diciembre de 2009

Financiación, mafias y venta ambulante nocturna

En una respuesta a una entrada de Citoyen en la que planteaba la justificación económica subyacente a la regulación de horarios comerciales (un tema recurrente en fiestas de guardar), me ha venido a la cabeza la figura del simpático vendedor ambulante nocturno asiático, siempre disponible, siempre servicial y siempre sonriente (sobre todo cuando te cobra, qué vamos a decir). De ahí que se me haya ocurrido comentar más detalladamente algunas razones sobre por qué los chinos abren negocios en todas partes, cómo consiguen el dinero para hacerlo (más teniendo en cuenta que la mayoría de pagos los realizan en metálico) y cómo aguantan casi todas las noches pateándose las calles de Madrid cargados de cervezas y otros menesteres. Vayamos por partes.

Los mecanismos de financiación informales son una tradición muy extendida en extremo oriente. Los casos de Japón y China son muy similares, ya que ambos poseen un sistema de créditos rotatorios bastante extendido: el Tanomoshi y el Hui, respectivamente. Como es natural, estos sistemas han sido llevados por los emigrantes japoneses y chinos a sus diferentes lugares de destino. El Tanomoshi o Hui normalmente está compuesto por una docena de individuos interesados en poseer su propia tienda de comestibles, restaurante o cualquier otro negocio pequeño. Una vez al mes, el grupo se reúne para cenar en la casa de alguno de los miembros y cada persona lleva uan suma de dinero previamente acordada, por ejemplo 1.000 €. El anfitrión de esa noche guarda todo el dinero, digamos 12.000 €, el cual destina a comprar algún local o a abrir su tienda de abalorios. El grupo sigue reuniéndose así durante doce meses consecutivos hasta que todos hayan puesto y sacado la misma cantidad, en este caso 12.000 €. De este modo, la gente que hubiera tenido grandes problemas para ahorrar dicha suma es capaz de reunir un capital. Las cifras que se mueven por estos medios pueden llegar a cantidades francamente grandes, sobre todo entre miembros asentados que han prosperado previamente gracias a otros negocios y buscan nuevas posibilidades de inversión.



Las mafias (también traídas de sus tierras de origen, con mayor o menor consentimiento) juegan un papel fundamental en el funcionamiento y supervisión de estos sistemas. Son ellas las que se encargan de la celebración de las reuniones y del pago de las cantidades acordadas por parte de cada miembro, evitando la morosidad y  castigando los impagos (haciendo uso de métodos más o menos ortodoxos); todo ello comúnmente  a costa de una comisión y, sobre todo, de una legitimidad. Este desarrollo institucional más o menos informal e interno es una de las principales razones de hoy sea tan común encontrar negocios regentados por dependientes chinos prácticamente en cada esquina, o el por qué, a pesar de las crisis, siguen gastando cantidades considerables en adquirir bienes inmuebles comerciales. Las mafias en este caso ejercen a su vez como fuerza coordinadora de trasfondo, planificando a largo plazo y canalizando los fondos de los miembros de las comunidades inmigrantes en cada lugar hacia distintas inversiones. Ni pretendo hacer valoraciones ni justificar las actividades delictivas que este tipo de organizaciones ejercen y hasta controlan (piratería, narcotráfico, trata de mujeres, etc.) pero negar que las mismas ejercen y han ejercido a lo largo de la historia un papel institucional y económico (no siempre beneficioso) entre las minorías inmigrantes de cada país sería simplemente negar la realidad.

Ésto da lugar también a plantearse el negocio de la venta ambulante nocturna (en Madrid, aunque también supongo en otras grandes ciudades), en donde la presencia de asiáticos (especialmente chinos) es prácticamente excluyente. Quiérase que no, la labor de organización y coordinación que mantiene toda esta gente, aparentemente desperdigada, es enorme. A lo largo de la ciudad las tiendas, negocios o almacenes asiáticos ejercen como base de recogida. Los vendedores ambulantes pasan por ella, recogen la mercancía en cuestión y después parten hacia las zonas que tengan asignadas, rotándose en el proceso de suministro. Los productos que ofrecen se han ampliado a lo largo del tiempo: latas de cerveza, refrescos, tabaco, bocadillos e incluso comida preparada (arroz y pasta). El hecho de realizar una labor clandestina en horario no comercial tiene su lógica repercusión en el precio. Un paquete de tabaco puede costar entre 4 o 5 euros, y la misma proporción en el incremento del precio suele verse para el resto de productos. La ausencia de competidores (el tabaco puede adquirirse en bares, pubs y discotecas, pero el hecho de tener que pagar entrada complica el asunto) y el riesgo que supone el ejercicio de su actividad, bien les permite fijar los márgenes de beneficio que estimen oportuno; siendo aún así relativamente baratos.

Una vez más, las mafias juegan un papel esencial en este pequeño imperio de distribución nocturno. Ofrecen protección, coordinan la labor de suministro en los distintos puntos de recogida y controlan la recaudación de cada noche y su posterior reparto según corresponda. Ignoro la implicación directa que las mafias pueden tener en estas circunstancias, pudiendo operar bajo comisión por servicios prestados o bien mediante un control directo, repartiendo después comisiones a las distintas tiendas y vendedores implicados. Sea como fuere, su sistema funciona, y si lo hace, es porque ofertan un servicio demandado que nadie más ofrece.

Como puede verse, no estamos ante una masa de inmigrantes desorganizados que únicamente trabajan a destajo para ganarse un jornal. Se trata de gente emprendedora, que busca oportunidades de negocio y que se apoya de forma activa en su comunidad a través de instituciones fuertemente asentadas. Así que replantead vuestros tópicos cada vez que veáis a un sonriente vendedor ambulante por las noches, porque en realidad os encontráis ante un empleado de una gran cadena de distribución y servicio.Y es que no todo, casi siempre, es lo que parece.

lunes, 21 de diciembre de 2009

¿Demasiados funcionarios?

Hay pocos tópicos más extendidos que los relacionados con los funcionarios. Algunos ensalzan su predisposición al trabajo, otros su atención en el trato diario, otros la ambición de sus aspiraciones. Bromas aparte, es cierto que una opinión muy extendida es que sobran funcionarios. En un lenguaje más formal, se diría que la tasa de empleo público con respecto al total de población activa es demasiado alta. ¿Será verdad?



Random Spaniard da una posible respuesta a esta pregunta. Eso sí, nunca está de más recordar que por "funcionario" hay que tener en cuenta no sólo al administrativo estándar, sino también a profesores, médicos, agentes de seguridad y miembros de las Fuerzas Armadas. No os adelanto el contenido, pero puedo aseguraros que las conclusiones "sorprenderán" a más de uno.  Podéis verla aquí.

El carné por puntos educativo

Ayer comentaba con Antonio Cabrales en Nada es gratis sobre una de sus últimas propuestas relacionadas con la educación: el carné por puntos educativo (en claro paralelismo con el de conducción). Dado que la mejora de la calidad educativa parece ser siempre una "emergencia" en España (y los datos estadísticos así parecen indicarlo), se trataría de establecer un mecanismo de incentivos que afectase por un lado a los padres y por otro a los profesores. El objetivo e sería fomentar el esfuerzo por medio de la presión de estos dos entornos basándose en resultados objetivos. Comentaba Antonio que una de las posibilidades, en el caso de los padres, sería "sancionar" vía subida de impuestos el fracaso escolar o "bonificar" mediante subvención los resultados positivos (este último caso, presumiblemente, para familias de baja renta, que normalmente no realizan declaración). Para los colegios, habría varias posibilidades. Si son concertados, poner en juego el concierto sería una medida muy estimulante. Para los públicos, habría que quebrarse la cabeza un poco más, aunque hay soluciones creativas en el aire.


 
¿Qué pensáis de la propuesta? Podéis verla aquí, y también seguir el hilo de comentarios que intercambiamos Antonio Cabrales y un servidor. En cualquier caso, ánimo a los chicos de FEDEA a seguir con su blog, una de las mejores iniciativas en el ámbito de la economía en estos últimos años. Seguid así.


domingo, 20 de diciembre de 2009

La hedonimetría y las preferencias reveladas

Hablaba en la anterior entrada del utilitarismo y de cómo éste supuso la piedra angular (subyacente) del cambio teórico en la teoría del valor que inició la revolución marginalista, y muy especialmente, del pensamiento de Jevons, uno de sus artífices. Como decía, este planteamiento propició el estancamiento de la economía en un punto muerto por la misma presión que, indirectamente, afectaba a la doctrina utilitarista. Una de sus críticas fue la referente a la incapacidad de medir la "utilidad", si es que acaso se sabía claramente de qué se trataba. Si bien es cierto que la mayoría de los partidarios del utilitarismo asumió con resignación este defecto como "inevitable" pero "obviable" (en el sentido de que no atacaba las bases fundamentales de la doctrina) o bien "solucionable en el futuro" gracias al avance de la ciencia, algunos otros propusieron distintos métodos, más o menos originales, con los que salir al paso de las críticas.


El primero de ellos es el cálculo felicífico (también llamado cálculo utilitario o cálculo hedonista), un algoritmo propuesto por su fundador Jeremy Bentham (1780), y que puede considerarse canónico dentro del utilitarismo. Su pregunta central es: ¿Cómo construir una función de utilidad social respetuosa de las preferencias individuales? El método de cálculo es en apariencia sencillo: El valor de un "placer" o "dolor" de una persona es mayor o menor según ciertas variables (intensidad, duración, certeza y proximidad). Además, para estimar el acto que origina ese "placer" o "dolor" tendrían que tenerse en cuenta otras dos circunstancias (fecundidad, o si éste dará lugar a nuevos placeres; y pureza, que es la cantidad de dolor que acompaña a ese placer, a cuanto menos mejor, claro está). Por último, a nivel social, habría de tenerse también en cuenta la "extensión" (o personas que lo disfrutan o sufren, según el caso). Con este procedimiento Bentham creyó elevar la ética a la categoría de ciencia formal al indicar un método de cálculo. Sin embargo, el problema seguía sin resolver, ya que ni se aclaraba qué era exáctamente la "utilidad", ni se indicaba como cuantificarla efectivamente, lo que era aún más importante.


Bentham no sería el único en intentar resolver la cuestión. El irlandés Francis Ysidro Edgeworth, editor del Economic Journal desde su creación en 1891 y firme defensor del utilitarismo, también haría su intento. En ese sentido publicaría dos trabajos centrados en el tema: The hedonical calculus (1879) y Mathematical psychics (1881) [1]. En este último, concretamente, el autor actualiza el cálculo hedónico tradicional. Su pensamiento puede atisbarse en sus propias palabras: "(...) imaginemos un instrumento perfecto, una máquina psicofísica registrando continuamente los niveles de placer experimentados por un individuo, conociendo exáctamente el veredicto de la conciencia, o mejor, alejándose de él de acuerdo con la ley de los errores. De cuando en cuando el hedonímetro varía, el delicado índice tan pronto se eleva con la excitación de las pasiones como se atempera en virtud de la actividad intelectual, sumergiéndose completamente en los alrededores del cero o creciendo hasta el infinito" (1881). Como puede verse, se trata de un pensamiento muy típico de los utilitaristas de ahora y entonces: la creencia de que en un futuro la tecnología permitiría demostrar empíricamente sus postulados. Desgraciadamente para ellos, parece ser que ese "futuro" todavía no ha llegado, al menos de momento.

Es ahora donde realiza su aparición una de las principales contribuciones de Paul Samuelson: las preferencias reveladas. Su planteamiento invierte los términos previos. Así, no es necesario maximizar la utilidad entre distintas alternativas para saber cuál escogerá el individuo: El hecho de que el individuo realice una elección demuestra que esa alternativa en concreto es la que le reporta mayor utilidad (lo cual es simple coherencia si se asume que el individuo busca maximizar su utilidad). Todo el trasfondo basado en la selección de alternativas, el valor de la utilidad y su cálculo, quedan completamente al margen. De hecho, no son necesarios. Esta simple inversión, como se decía, permitió sacar de un importante estancamiento secular a la economía, y al centrarse únicamente en las "variables observables" (las elecciones del individuo, no sus razones o procesos internos antes de tomarlas) terminó por dejar de lado la mayor parte del discurso psicologista sostenido hasta el momento. Esta labor, junto a otras enmarcadas en la misma línea, es a lo que me refería con "desterrar misticismos", y del mismo modo, es una de las razones que permitieron apuntalar a la economía como "ciencia" hasta el día de hoy, a pesar de todos sus altibajos.




Para terminar, os recomiendo sobre este tema un artículo elaborado por Citoyen en el que podréis encontrar una explicación sobre qué son y cuáles fueron las consecuencias científicas del concepto de "preferencias reveladas", de una forma mucho más didáctica que la mía. Podéis verlo aquí. Espero que, en cualquier caso, esta explicación haya servido para apreciar más claramente la labor llevada a cabo por Paul Samuelson y lo que, desde nuestra ciencia, tanto le debemos [2].

[1] Existe una edición en español de esta obra editada por Pirámide para su colección "Clásicos de la Economía", que es en concreto la que yo tengo. Los datos son: "Psicología matemática". Estudio preliminar de Manuel Jesús González. Traducción de Jordi Pascual. ISBN 84-368-1353-7.
[2] Para una mejor apreciación del tipo de economista e intelectual público que era Paul Samuelson, os enlazo una entrevista suya que es recomendable leerse entera, y puesto que su conocimiento lo debo a Citoyen, lo hago a través de su blog.

sábado, 19 de diciembre de 2009

El marginalismo es un utilitarismo

En la anterior entrada, comentaba que uno de los principales legados de Paul Samuelson fue el de "desterrar muchos misticismos" de la economía, apuntalándola formalmente en la categoría de "ciencia". Quisiera aclarar esta afirmación, pero para eso tengo que situarla en su contexto. Para ello resulta inevitable referirse al que fue durante todo un siglo el principal referente (subyacente) de la teoría del valor, y por ende de la economía: el utilitarismo.

El utilitarismo es una doctrina filosófica basada en el principio de que la validez moral de una acción está determinada únicamente por su utilidad y la contribución de ésta al conjunto. En palabras de su fundador, Jeremy Bentham: "El principio de utilidad significa aquel principio que aprueba o desaprueba cada una de las acciones según la tendencia que aparenta tener para aumentar o reducir la felicidad de la parte cuyo interés está en cuestión; o, lo que es lo mismo en otras palabras, para promover u oponerse a esa felicidad" (Bentham, 1780). Normalmente, esta doctrina suele resumirse en la ya mítica frase "la mayor felicidad para el mayor número de personas". Sustitúyase "felicidad" por "utilidad" o por "bien", indistintamente. Otros autores destacados de esta corriente fueron William Godwin, James Mill y, cómo no, John Stuart Mill.


¿Qué tiene que ver ésto con la economía? Mucho, muchísimo, de hecho; y el ejemplo más ilustrativo es el de William Stanley Jevons, uno de los autores (junto a Walras y Menger) de la llamada revolución marginalista, un movimiento que sienta las bases de la economía moderna al introducir en ella el análisis marginalista y el cálculo diferencial. Nos remitimos en este caso a la publicación por Jevons de la Teoría de la Economía Política (1871).

En esta obra, Jevons comienza su prólogo con una introducción a los principios de su teoría. Es ahí donde enlaza directamente con el utilitarismo de Bentham y Mill: "La reflexión e investigación repetidas me han conducido a una opinión un tanto insólita de que el valor depende completamente de la utilidad. Las opiniones prevalecientes afirman que el trabajo y no la utilidad es el origen del valor; y existen incluso algunos que aseguran que el trabajo es la causa del valor. Por el contrario, he mostrado que sólo tenemos que buscar con cuidado las leyes naturales de la variación de la utilidad, como dependientes de la cantidad de mercancías que poseemos, con el fin de llegar a una teoría del cambio satisfactoria, de la cual las leyes ordinarias de la oferta y la demanda son una consecuencia necesaria" (Jevons, 1871). Sobran las palabras. De hecho, los avances posteriores en la economía seguirían esa misma dirección, sentando uno de sus axiomas más importantes: los individuos toman sus decisiones buscando maximizar su utilidad.

Sin embargo, este postulado presenta serios problemas que tardarían tiempo en resolverse. Primero: ¿Qué es exáctamente esa "utilidad"? Y mucho más importante: ¿Cómo puede medirse? Segundo, ¿Cómo pueden los individuos maximizar su utilidad? Hay que tener presente que una maximización, como todo ejercicio de optimización, implica la presencia de una "función objetivo" y de unas restricciones, pero éstas han de venir dadas, y difícilmente puede suponerse que los individuos conozcan en todo momento todas las alternativas de elección posibles. Estos problemas, asumidos a la larga por los partidarios del utilitarismo como "insolubles" pero "obviables" (*ejem*), supusieron un quebradero de cabeza igualmente para los economistas, que indirectamente, habían ligado sus bases a las de esta filosofía. No por menos, los debates económicos por aquel entonces más parecían una tertulia en la que todos sabían que nunca llegarían a un acuerdo (pero se hartarían de café, eso sí), que un verdadero debate científico.

Qué propuestas (a cada cual más original) se propusieron para solventar estos problemas y qué papel jugó Paul Samuelson en su resolución (junto a algún enlace de gente más cualificada que yo para mostrarlo), lo veremos en la próxima entrada.

Frank P. Ramsey

El reciente fallecimiento de Paul Samuelson supone una triste noticia para la economía. No sólo ganó una buena cantidad de dinero escribiendo manuales de texto universitarios, todo sea dicho. Gracias a su trabajo la economía es hoy lo que es. Es más, si podemos hablar de "ciencia económica" es sin duda debido a su enorme labor de sistematización de todos conceptos en todos los campos, desterrando muchos misticismos de por medio, amén de alguna contribución original. No obstante, no quiero hablar del maestro hoy, sino de un economista que en su corta vida (27 años) aportó tal cantidad de ideas que éstas sirvieron como base para el trabajo de muchos autores posteriores. Me refiero a Frank P. Ramsey.
Este matemático metido a economista más por afición que por dedicación tardó tiempo en ser reconocido. Keynes decía de él que: "From a very early age, about sixteen I think, his precocious mind was intensely interested in economic problems" (Keynes, 1933). Su legado, en realidad, lo constituyen tan sólo tres trabajos centrados respectivamente en probabilidad subjetiva y utilidad (1926), tasación óptima (1927) y crecimiento económico (1928). Dada la enorme relevancia que han tenido cada una de sus aportaciones, cabe pensar qué habría sido de nuestra ciencia si tan sólo hubiese vivido unos años más.

El primero de sus trabajos puede entenderse como una respuesta crítica a la publicación del "Tratado sobre Probabilidad" (1921) por Keynes, en el cual argumenta que la probabilidad subjetiva no importa verdaderamente, ya que afirma que existe una relación entre probabilidad (objetiva) y conocimiento, ya que éste último está distribuido y no es exclusivamente personal. Ramsey mostrará su desacuerdo con Keynes al contestar que no es lo mismo hablar de probabilidad en física que en lógica. Para él el conocimiento no puede considerarse algo etéreo ni separado de cada persona. Las creencias individuales se forman a partir de un conocimiento personal, y son éstas las que dan lugar por tanto a una valoración que consecuentemente se regirá por probabilidades subjetivas. De hecho, Ramsey propone que una forma de estimar el grado de probabilidad que un sujeto asigna a un resultado puede medirse encontrando la probabilidad que ese sujeto otorgaría a una apuesta por ese mismo resultado. Como veis, se trata de la base de la moderna teoría de la decisión. En 1926.

Ramsey no se quedó ahí. Su segundo trabajo trata de la tasación óptima (1927), en el que se enfrenta a este problema propuesto por Pigou: ¿Cuál es el precio fijado por un monopolista que al tiempo que maximiza el bienestar social cubre una cantidad de beneficio dada? Su respuesta se llama precisamente la fijación de precios de Ramsey (o de Ramsey-Boiteux), que viene a establecer que el precio marcado sobre el coste marginal ha de ser la inversa de la elasticidad-precio de la demanda del bien en cuestión. Una solución sencilla pero elegante, como corresponde a un buen matemático.

Su último trabajo trata del crecimiento económico (1928). En él Ramsey modeliza la decisión de consumo y ahorro de un agente competitivo que recibe una renta exógena y toma el tipo de interés como dado. Modelo de Solow, dirán algunos. No, es mucho mejor, porque en el modelo de Ramsey la tasa de ahorro es una variable endógena. Que además fuese capaz de expresar el problema de decisión intertemporal en apenas dos ecuaciones muestra una vez más su talento y su capacidad como matemático. Este modelo sirvió de base para muchos autores posteriores, como el ya citado Solow, y con algunos retoques, es el más aceptado y usado en la actualidad.

En resumen, la economía tiene muchas perdidas que lamentar, como tantas otras ciencias, pero la de Ramsey es paradigmática. Dadas sus contribuciones, ¿de qué habría sido capaz? El empleo sistemático de las matemáticas en la economía era toda una novedad en su época, y Ramsey demostró en tan sólo tres ejemplos una pequeña parte de su potencial. No sabemos exáctamente donde nos encontraríamos hoy, pero una cosa es segura: Nuestro agradecimiento por sus contribuciones.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Presentación

¡Hola! Bienvenidos a Cuaderno de un cuasieconomista. Me llamo Ramón Mateo Escobar, y actualmente soy estudiante de tercer año en la Licenciatura en Economía de la Universidad Carlos III de Madrid. Éste es mi enésimo intento de crear una bitácora estable en la que poder compatir con vosotros todos mis pensamientos relacionados con la ciencia económica.

No quisiera entretenerme más en presentaciones. Cuando lo hago, acaban convirtiéndose en la entrada más completa de cuantas publico. Espero cambiar la tendencia en esta ocasión. Sin más, sed bienvenidos.