sábado, 13 de marzo de 2010

El todo no es igual a la suma de sus partes

Es mayor. O menor. Es más, en ocasiones sí es igual. Depende en todo caso del sistema que estudiemos. Si hablamos de un sistema lineal, en los cuales se cumple el principio de superposición, el todo sí es igual a la suma de sus partes. Esta relación, sin embargo, no se cumple en el caso de sistemas no lineales, y no son pocos, todo sea dicho. En nuestro caso, como economistas (o cuasieconomistas en el mío) tenemos un problema, ya que la sociedad, que es nuestro campo de estudio, precisamente no lo es. Esta breve clarificación matemática me sirve para ilustrar (y matizar) uno de los ejemplos ya clásicos en la economía introducido por Frédéric Bastiat: "El cristal roto" [1]. El argumento, reducido por cuestiones de espacio, es el siguiente:

"Veamos el ejemplo del hombre cuyo atolondrado hijo rompe un cristal. Ante semejante espectáculo, seguro que hasta treinta hipotéticos especuladores sabrían ponerse de acuerdo para ofrecer al atribulado padre un consuelo unánime: «No hay mal que por bien no venga. Así se fomenta la industria. Todo el mundo tiene derecho a la vida. ¿Qué sería de los vidrieros si nadie rompiese cristales?». (...) 

(...) Suponiendo que haya que gastar seis francos en la reparación del desperfecto, si se mantiene que, gracias a ello, ese dinero ingresa en la industria vidriera, la cual se ve favorecida en tal cantidad, estaré de acuerdo y sin nada que objetar, pues el razonamiento es válido. Vendrá el vidriero, hará su trabajo, se frotará las manos y bendiciendo en su fuero interno la torpeza del chico. Esto es lo que se ve. (...)

(...) No se ve que, de no haber tenido que reponer el cristal, habría repuesto, por ejemplo, su calzado, o tal vez habría adquirido un libro para su biblioteca, es decir, que hubiera dispuesto de seis francos para emplearlos en cualquier otra cosa. (...) Y si se tomase en consideración lo que no se ve, por ser un hecho negativo, lo mismo que lo que se ve, por ser un hecho positivo, se comprendería que la industria en general, o el conjunto del trabajo nacional, no tiene el menor interés en que se rompan o dejen de romperse cristales. 

(...) Si el incidente no se hubiera producido, habría invertido [el tendero] seis francos en calzado y tendría en su poder, además del cristal, un par de zapatos. Y como el ciudadano forma parte de la sociedad, hay que concluir que, tomada en su conjunto, y calculando el trabajo y su producto, la sociedad ha perdido el vidrio roto.

Consecuencia que, si generalizamos, nos lleva a la inesperada conclusión de que la sociedad pierde el valor de los objetos destruidos inútilmente; (...) o a la sencilla afirmación de que la destrucción no conlleva beneficio".

Las palabras de Bastiat siguen teniendo una fuerza enorme a día de hoy, y es un poderoso antídoto contra aquéllos que, fijándose únicamente en las consecuencias tangibles de una medida económica, pasan completamente por alto las posibles consecuencias que tendrían sus alternativas. En palabras concretas, la redistribución de la renta no tiene por qué llevar a mejores resultados que si ésta no se hubiera producido, es decir, no es necesariamente eficiente. Sin embargo, las conclusiones del argumento que estructura esta entrada esconden al mismo tiempo su crítica. La redistribución por sí misma no garantiza un resultado eficiente, pero el que ésta se produzca tampoco implica que el resultado sea neutro respecto de la situación anterior.

Por ejemplo: Supongamos tres personas (A,B,C) que invierten en bolsa íntegramente su salario. El salario de los tres es el mismo, pongamos 1.000 euros mensuales. En base únicamente a la habilidad financiera de cada uno, sus carteras les proporcionan rentabilidades del 8, 12 y 17 por ciento, respectivamente. Cada uno obtiene así 1.080, 1.120 y 1.170, también respectivamente. Es decir, la ganancia total de los tres sería de 370 euros. Podemos ver fácilmente que si, por ejemplo, le quitamos a A 100 euros de su salario y se lo damos a C, la nueva ganancia total sería de 379 euros, es decir, se habría producido un incremento de 9 euros sobre el total. La nueva situación sería eficiente con respecto a la anterior. El resultado, por tanto, no es neutro.

La conclusión invita tanto al escepticismo como a la no categorización absoluta de los resultados de una medida económica. La redistribución no es necesariamente eficiente, pero sí puede serlo. Es este hecho, precisamente, es el que recoge el criterio Kaldor-Hicks de eficiencia económica, sin ir más lejos. Bastiat se muestra contundente con respecto a la primera de las premisas, pero pasa por alto la segunda. No está de más tener presentes ambas [2].

[1] Este fragmento, reducido por necesidades de edición, forma parte de la obra de Frédéric Bastiat "Lo que se ve y lo que no se ve" (1850). En español podéis encontrarla dentro de la colección Laissez faire! de Unión Editorial, que es concretamente la que yo tengo. Los datos son: "Obras escogidas" (2004). Edición y estudio preliminar de Francisco Cabrillo. Traducción de Pedro Andrés Rodríguez. ISBN 84-7209395-6.
[2] En todas las entradas precedentes que tratan sobre el concepto de eficiencia económica, así como en ésta misma, se busca ante todo un carácter divulgativo y, en todo caso, se ha tratado la cuestión de la eficiencia desde un punto de vista puramente teórico. La práctica es bien distinta. Sin ir más lejos, suponemos en todos estos casos una dotación de bienes dada, información perfecta, ausencia de costos de transacción, etc. Obviamente, queda un espacio inmenso para la crítica, especialmente en lo referente al campo de la economía política. De hecho, el ejemplo que he propuesto muestra cómo se llega a una situación eficiente para un subconjunto social. ¿Qué sucede para el total? ¿Se cumple el resultado del ejemplo, o por otra parte el resultado es efectivamente neutro? A pesar de todo, quiero resaltar que las dificultades de aplicación no excluyen su consideración en la teoría, pues ex ante, la validez de estas proposiciones sobre la eficiencia es la misma dentro del análisis económico. 
[*] Le debo, en todo caso, una respuesta más concreta a Albert Esplugas en relación a la entrada que me dedicó hace poco tiempo, tanto para contrastar su crítica con respecto a mi posición como para aclarar y matizar algunas de las proposiciones que se han venido publicando.