tag:blogger.com,1999:blog-15661190933651647032024-03-13T02:33:44.178+01:00Cuaderno de un cuasieconomistaComentarios espontáneos de un economista en potenciaRMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.comBlogger67125tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-9241114028446003622011-07-14T13:07:00.000+02:002011-07-14T13:07:25.872+02:00Una nueva etapaAhora que he terminado la universidad, ha dado comienzo una nueva etapa en la que cada vez estoy más cerca de abandonar la condición de <em>cuasieconomista</em>. Sólo el tiempo lo dirá. De todos modos, no puede negarse que una nueva etapa requiere, por norma general, un lavado de cara que dé cuenta de nuevas inquietudes, nuevos enfoques y, cómo no, nuevas aspiraciones. <strong>Es por eso por lo que este blog <em>se traslada</em></strong>. No obstante, como decía, no se trata simplemente de un cambio de lugar; pero eso a la larga prefiero dejarlo a vuestro juicio. Ahora, si queréis seguirme tal y como lo haciáis antes, y si tengo la suerte de poder seguir contando con vuestra presencia, podréis encontrarme en <em><strong><a href="http://politikon.es/expectativasracionales">Expectativas racionales</a></strong></em>, el nuevo blog de <em><a href="http://politikon.es/">Politikon</a></em>. ¿Cómo? ¿Qué todavía no lo conocéis? ¡A qué esperáis!<br />
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Por último, gracias a todos por estos años en los que, con todos sus altibajos, me habéis seguido. Lo digo especialmente por aquellas personas que, independientemente de lo que pudiese escribir, fuese mejor o peor, más acertado o menos acertado, siempre tenían tiempo para leerme, comentarme o incluso votarme incondicionalmente. A ellas, especialmente, muchas gracias. Por lo demás, os espero, como siempre, en la que desde ahora espero que sea vuestra nueva casa. ¡Nos vemos!RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-40861622011118218262011-05-16T02:01:00.002+02:002011-05-16T02:03:02.467+02:00Thomas R. Malthus (I): el fantasma de la población<div align="justify">En un ensayo publicado en 1933, John Maynard Keynes escribía una breve semblanza de Thomas Robert Malthus, a quien se le concede el honor de ser el <i>"primer economista de Cambridge" </i>[1]. En esta reseña Keynes no escatima en elogios hacia el economista clásico. Baste un ejemplo: <i>"¡Si Malthus y no Ricardo hubiera sido el tronco del que brotó la ciencia económica del siglo XIX, cuánto más sabio y rico sería hoy el mundo!"</i> [2]. A lo largo de estas líneas, Keynes siente con sinceridad ser el legítimo sucesor de las bases teóricas establecidas por Malthus, y a decir verdad, tan sólo después de haber leído su <i>Primer ensayo sobre la población</i>, puedo afirmar que tal afirmación no es en absoluto infundada; es más, en todo caso esta relación ha sido minusvalorada por todos salvo por sus críticos, si bien con la tergiversación inherente que de éstos puede esperarse.</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">No obstante, antes de continuar, cabe hacer una aclaración que atañe a mi experiencia personal, pero que bien creo que es extensible a la de muchos más. El primer conocimiento que tuve de la obra de Malthus fue en bachillerato, en la asignatura de geografía. En ese entonces, Malthus era descrito como un teórico crudo, pesimista, exagerado y carente de todo escrúpulo, la más viva imagen de la subordinación del sufrimiendo de muchos al supuesto bienestar de todos. En concreto, la teoría malthusiana quedaba encerrada en el siguiente pasaje, rebosante de lirismo trágico: <i>"</i><i>Un hombre nacido en un mundo que ya es propiedad de otros, si no logra obtener subsistencia de sus padres, a quienes puede en justicia demandar, y si la sociedad no requiere su trabajo, no puede pretender el </i>derecho<i> a la menor porción de alimentos y, de hecho, no tiene nada que hacer allí donde está. En el ingente banquete de la Naturaleza no hay para él un puesto vacío. Ella le ordena salir, y pronto ejecutaría ella misma sus órdenes si él no logra despertar la compasión de algunos de sus invitados. Si estos invitados se levantan y le hacen un hueco, otros intrusos aparecerán inmediatamente en demanda del mismo favor. La noticia de una provisión para todo el que acuda llena la sala con numerosos pretendientes. El orden y la armonía del festín desaparecen, la plétora que antes reinaba se convierte en escasez y la felicidad de los invitados se destruye ante el espectáculo de miseria y desamparo en cualquier punto de la sala y la clamorosa impertinencia de quienes están justamente indignados por no encontrar la provisión que se les había habituado a esperar. Los invitados reconocen demasiado tarde su error al desatender las estrictas órdenes contra todos los intrusos dadas por la gran señora del banquete, quien, en el deseo de proporcionar abundancia a sus huéspedes, y sabiendo que no puede proveer a un número ilimitado, rehúsa humanamente a admitir nuevos partícipes cuando ya está completa su mesa" </i>[3]. Al margen de la verdad que podamos o no reconocer en tales palabras, su lectura resulta, cuanto menos, desagarrador, ¿no es así? Esta era la imagen de Malthus que yo poseía, mi <i>única</i> imagen, y también la de mucha más gente. ¿Cómo ha llegado a nosotros esta imagen de Malthus caracterizado como el emisario de unos jinetes apocalípticos enviados por la naturaleza para eliminar a todos sus hijos <i>sobrantes</i>? [4]<br />
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Si queremos indagar en los orígenes de esta esta interpretación, que podríamos denominar <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Cat%C3%A1strofe_maltusiana">catástrofe maltusiana</a></i>, el inicio de la década de los 60 constituiría un buen punto de partida. Es esta una época de grandes convulsiones en el plano político y social, y aunque no deja de sonar bastante <i>naïve</i>, es por entonces cuando el posmodernismo comienza su andadura. En 1962 Rachel Carson denunciaba los efectos perjudiciales de los pesticidas en su <i>Primavera silenciosa</i>, cuyo impacto culminaría con la prohibición en EE.UU. del DDT en 1969. Por su parte, Paul R. Ehrlich publica en 1968 <i>The Population Bomb</i>, obra esta sí incendiaria que elevaba a la categoría de plaga el crecimiento descontrolado de la población y ponía en su limitación, aunque fuere forzosa, toda una prioridad. Esta obra resucitó además el fantasma de Malthus, aunque eso sí, dotado de más parafernalia que ectoplasma. El término maltusiano -o más bien, <i>neomaltusiano</i>- se generalizó hasta el punto de denotar de forma indistinguible toda política destinada al control de la población, desde el uso de anticonceptivos a los programas de estirilización masiva. A su vez, en 1968, esta toma de conciencia por el futuro de la humanidad y su impacto sobre el medio ambiente fue recogido por un grupo de expertos que fundaron la organización conocida como <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Club_de_Roma">Club de Roma</a>, y cuyo objetivo declarado era allanar el camino a un nuevo orden mundial (mejor y más justo, como siempre). En 1972, este grupo encarga al MIT la elaboración de un informe sobre el impacto que sobre el planeta estaba teniendo el crecimiento de la población mundial. Los resultados del informe, dirigido por Dana Meadows y titulado <i>Los límites del crecimiento </i>[5], no podían ser más tajantes, ni tampoco más desalentadores: <i>"[S]i el actual incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales se mantiene sin variación, alcanzará los límites absolutos de crecimiento en la tierra durante los próximos cien años"</i>. Como puede verse, la humanidad se encontraba en una encrucijada, y el alzar la vista hacia el futuro parecía sólo deparar llanto y rechinar de dientes. En definitiva, una tragedia.<br />
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Una vez se entiende que tales oráculos iban acompañados del epíteto neomaltusiano, es fácil comprender cómo, si Malthus fue el agorero decimonónico por excelencia, su reencarnación posmoderna no era lúgubre, sino tétrica. Sin embargo, más allá de la porción de verdad escondida en las advertencias de todos los que clamaban frente al crecimiento de la población, un hecho propició el descrédito de todo el movimiento, al tiempo que el Malthus histórico recibía su ración -será por la patronimia-; este hecho era bastante simple: la catástrofe no llegaba. Si el milenarismo medieval clamaba por la renuncia de lo material ante la inminente llegada del Juicio Final, los neomaltusianos tomaban el relevo ante un mundo que, si hubiese que plasmarlo de alguna manera, sería similar al que nos presenta la película <i>Soylent Green</i> (1973) [6]. Ya podían haber aprendido los aprendices en prudencia del error del maestro a la hora de hacer predicciones; y es que si Malthus se tomó demasiado a pecho la <i>inalterable pasión entre los sexos</i>, de forma que no concibió que la fecundidad pudiese disminuir a medida que aumentaba la renta per cápita, los neomaltusianos no tomaron en cuenta que este mismo proceso podía <i>también</i> aplicarse a los países en vías de desarrollo. Además, ambos cometieron un error ya criticado por Marx, a saber, que el progreso tecnológico permite el sustento de una población creciente; no obstante, tampoco habríamos de pecar de ingenuos. El progreso tecnológico normal, en términos kuhnianos, en la práctica se traduce en una explotación cada vez más intensiva de los recursos, hecho que en términos técnicos se traduce en la necesidad del empleo progresivamente mayor de calorías para obtener los recursos básicos. La posibilidad de una catástrofe maltusiana no es por tanto impensable, o al menos su amenaza es constante. A fin de cuentas, como diría Marvin Harris [7], no seríamos la primera civilización que presa de un techo tecnológico no puede más que explotar su ecosistema a través de una intensidad creciente, sufre un <i>shock ecológico</i> e incapaz de hacerle frente, ve quebrarse toda su estructura social. No estaría de más tenerlo en cuenta.<br />
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En esta primera entrada he intentado presentar esa imagen del Malthus demógrafo -quiero decir, <i>agorero</i>- que ha sido difundida a lo largo y ancho del mundo. A mi modo de ver, es ésta una imagen tergiversada, que se ha visto ligada a los mismos que han intentado, a falta de mayor inventiva, ligarse a las aportaciones del que consideran un maestro pero que, en líneas tanto generales como específicas, se encuentra bien alejado de su pensamiento. En la siguiente entrada me gustaría mostrar no sólo una imagen distinta de Malthus, una imagen quizá sorprendente, esto es, lúcido, escéptico pero también optimista; y por supuesto, imbuido de una intuición económica que, en esto coincido con Keynes, debería haberle acreditado un puesto de mayor reconocimiento en la historia de la ciencia económica tanto entonces como ahora. Espero, dentro de lo posible, ser capaz de transmitir esa misma consideración.</div><br />
<div align="justify"><span style="font-size: x-small;">[1] John M. Keynes, </span><i><span style="font-size: x-small;">Robert Malthus (1766-1834): El primer economista de Cambridge</span></i><span style="font-size: x-small;"> (1933)</span></div><div align="justify"><span style="font-size: x-small;">[2] Keynes, op. cit., p. 41</span></div><div align="justify"><span style="font-size: x-small;">[3] Malthus, </span><i><span style="font-size: x-small;">An Investigation of the cause of the Present High Price of Provisions</span></i><span style="font-size: x-small;"> (1800), p. 571; citado en Keynes, op. cit., p. 28</span></div><div align="justify"><span style="font-size: x-small;">[4] De hecho, no me equivocaría al afirmar que en la imaginería popular Malthus representa la umbría de una disciplina que, como lo era la economía clásica, ya mereció el calificativo de </span><i><span style="font-size: x-small;">ciencia lúgubre</span></i><span style="font-size: x-small;"> por Thomas Carlyle en 1849. En el caso de Malthus considero estas afirmaciones infundadas, o como mínimo, totalmente exageradas.</span><br />
<span style="font-size: x-small;">[5] </span><i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Los_l%C3%ADmites_al_crecimiento"><span style="font-size: x-small;">Los límites del crecimiento</span></a></i><span style="font-size: x-small;">, artículo en Wikipedia (también en inglés, </span><i><a href="http://en.wikipedia.org/wiki/The_Limits_to_Growth"><span style="font-size: x-small;">The limits to growth</span></a></i><span style="font-size: x-small;">)</span><br />
<span style="font-size: x-small;">[6] </span><i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Soylent_Green"><span style="font-size: x-small;">Soylent Green</span></a></i><span style="font-size: x-small;"> (</span><i><span style="font-size: x-small;">Cuando el destino nos alcance</span></i><span style="font-size: x-small;">, en español, 1973), dirigida por Richard Fleischer y protagonizada por Charlton Heston (</span><i><span style="font-size: x-small;">¡hola radiolas!</span></i><span style="font-size: x-small;">), basada en la novela de Harry Harrison </span><i><span style="font-size: x-small;">Make room! Make room! </span></i><span style="font-size: x-small;">(</span><i><span style="font-size: x-small;">¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio!</span></i><span style="font-size: x-small;">).</span><br />
<span style="font-size: x-small;">[7] Marvin Harris, </span><i><span style="font-size: x-small;">La cultura norteamericana contemporánea </span></i><span style="font-size: x-small;">(1981) </span></div>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-30660428064798490512011-03-23T23:24:00.001+01:002011-03-23T23:26:05.396+01:00El futuro de la macroeconomía<div align="justify">No hay que ser ningún experto en la materia para percatarse que, hoy por hoy, los economistas (también los <i>cuasieconomistas</i>) nos encontramos en una posición delicada. Esta situación es especialmente llamativa en el caso de la disciplina macroeconómica, y en particular, respecto a lo que sabemos de los mercados financieros. La actual crisis económica es también una crisis teórica (o espiritual, como dirían los decimonónicos). No obstante, el pesimismo general no implica cruzarse de brazos, o al menos así lo ve <b><a href="http://voxeu.org/index.php?q=node/63">Olivier Blanchard</a></b>, economista francés y actual economista en jefe del Fondo Monetario Internacional. En concreto, hace poco organizó una conferencia sobre el futuro de la política macroeconómica (<b><i><a href="http://www.imf.org/external/np/seminars/eng/2011/res/index.htm">Macro and Growth Policies in the Wake of the Crisis</a></i></b>) a la que acudieron para aportar su granito de arena economistas de la talla de David Romer, Robert Solow o Joseph Stiglitz. Blanchard destaca nueve puntos a modo de conclusión, que os ofrezco de forma resumida a continuación. A su vez, os recomiendo encarecidamente que visitéis la página de la conferencia y echéis un ojo a todo lo que podáis (aunque algunas presentaciones os las enlazo directamente). Merece la pena. Por lo demás, juzgad vosotros mismos.</div><div align="justify"><br />
</div><ol><li align="justify">El mundo ha cambiado, la política macroeconómica también debe hacerlo.</li>
<li align="justify">En la eterna discusión entre estado y mercado, la balanza se ha inclinado, aunque sólo sea un poco, del lado del estado.</li>
<li align="justify">Hay muchas más distorsiones relevantes a nivel macroeconómico de las que pensábamos. Antes las habíamos ignorado. Cuando integramos las finanzas en la microeconomías, las distorsiones son significativas. El empleo de la teoría de la agencia y de la regulación en los mercados financieros es esencial, igual que el enfoque behavioural aplicado tanto a la economía como a las finanzas.</li>
<li align="justify">La macroeconomía tiene muchas herramientas y objetivos, entre ellos: </li>
<ol><li align="justify">La política monteria debe ir más allá de la estabilidad inflacionaria, tiene que incorporar también unos objetivos de estabilidad económica y financiera, así como considerar <a href="http://blog-imfdirect.imf.org/2010/10/22/macro-prudential-policies-putting-the-%E2%80%9Cbig-picture%E2%80%9D-into-financial-sector-regulation/">políticas macro-prudenciales</a>.</li>
<li align="justify">La política fiscal es mucho más que (G - T) y su "multiplicador" asociado. Existen docenas de instrumentos con distintos efectos dinámicos que dependen del estado de la economía y de la política. Robert Solow enfatizó que discutir sobre cuál es el valor más exacto del multiplicador no nos lleva a ninguna parte.</li>
</ol><li align="justify">Tenemos docenas de instrumentos, pero en muchos casos no sabemos qué son exáctamente, para qué sirven o qué efectos en concreto tienen sobre la economía. Algunos ejemplos en la conferencia fueron:</li>
<ol><li align="justify">No sabemos muy bien qué es la liquidez, luego una tasa de liquidez seria un avance importante.</li>
<li align="justify">Queda claro que hay gente que considera que el capital controla el trabajo y otros que no.</li>
<li align="justify"><a href="http://www.imf.org/external/np/seminars/eng/2011/res/pdf/PRpresentation.pdf"><b>Paul Romer</b></a> apuntó que, si tienes una serie de regulaciones financieras y no las cambias a lo largo del tiempo, el mercado siempre encuentra alguna forma de sortearlas, lo que nos expone a crisis económicas recurrentes.</li>
<li align="justify"><b><a href="http://www.imf.org/external/np/seminars/eng/2011/res/pdf/MSpresentation.pdf">Michael Spence</a></b> habló de la relación entre los roles de regulación y auto-regulación, aunque cómo podemos combinarlos es algo que no está claro.</li>
</ol><li align="justify">En tanto los intrumentos que poseemos son útiles, dan lugar a distintas implicaciones en política económica. Algunos instrumentos son muy difíciles de aplicar, políticamente hablando, mientras que otros pueden ser usados de forma maliciosa o negligente por los mismos gobiernos.</li>
<li align="justify"> ¿Hacia dónde vamos? El futuro en la investigación es excitante. Hay un montón de áreas en la macroeconomía en las que tenemos que trabajar y, como señaló Joseph Stiglitz, que debemos microfundamentar debidamente.</li>
<li align="justify">¿Cómo deben proceder los diseñadores de la política económica? Dentro de las recomendaciones se encontrarían, sobre todo, 1) No verse tentado a abandonar el objetivo de control de la inflación, y 2) Aumentar el rol de los Derechos Especiales de Giro (DEG, o <i><a href="http://www.imf.org/external/np/exr/facts/sdr.htm">Special Drawing Rights</a></i>, SDR en inglés), en el mercado monetario internacional, avanzando paulatinamente hacia la posibilidad de, digamos, crear un mercado de bonos SDR para la venta al sector privado, con los que podría jugar el FMI en el caso de crisis sistémicas. El pragmatismo es esencial, como quedó demostrado en la discusión de <b><a href="http://www.imf.org/external/np/seminars/eng/2011/res/pdf/ASpresentation.pdf">Andrew Sheng</a></b> sobre el modelo de crecimiento adaptativo de China. Hay que intentar probar nuevos métodos cuidadosamente y ver cómo funcionan.</li>
<li align="justify">No debemos abandonar las esperanzas. En el futuro habrá nuevas crisis que no hemos predicho, y probablemente, no podamos evitar que se den otras crisis como la actual. Ese fue el tema de la discusión sobre ciclos creditios de <b><a href="http://www.imf.org/external/np/seminars/eng/2011/res/pdf/ATpresentation.pdf">Adair Turner</a></b>. ¿Podemos evitar nuevas crisis empleando la teoría de agencia y la regulación correcta, o son las crisis algo consustancial al comportamiento económico generado por la naturaleza humana y, por tanto, inevitables? </li>
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<a href="http://bitacoras.com/anotaciones/cuasieconomista.blogspot.com/2011/03/el-futuro-de-la-macroeconomia.html"><img alt="votar" src="http://widgets.bitacoras.com/votar/normal/cuasieconomista.blogspot.com/2011/03/el-futuro-de-la-macroeconomia.html" style="border: 0; vertical-align: middle;" title="Votar esta anotación en Bitacoras.com" /></a> <b><i>Si te ha resultado interesante, vótalo en Bitacoras.com</i></b>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-90732722950862573812011-03-22T09:39:00.002+01:002011-03-23T23:27:09.371+01:00Sobre la teoría económica del socialismo<div align="justify">Año 1938. Entreguerras. Las economías occidentales comenzaban a notar el cansancio provocado por una depresión económica que ya duraba una década y que no mostraba ningún indicio claro de recuperación. No obstante, no todos se sentían tan apesadumbrados. En oriente, la Revolución de Octubre acababa de celebrar su 20º aniversario, y los jerarcas soviéticos celebraban con champán importado el que consideraban un éxito demostrado de su política económica: haberse librado de toda aquella catástrofe. O al menos, eso pensaban, o a decir verdad, eso pensaba <i>casi</i> todo el mundo, inclusive los occidentales.</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">No todos se mostraban tan complacidos, o estupefactos, ante lo que parecía la confirmación de las tan denostadas teorías marxistas. Entre los economistas, aunque nunca se llegó a las manos, el enfrentamiento faccioso era más que evidente. El socialismo, dígamoslo claro, había hecho mella en la profesión. Sin embargo, qué estatus científico le correspondía no estaba tan claro. Ya Pareto había comentado que, en principio, los principios formales de la teoría económica podrían aplicarse a una economía socialista tanto como a una capitalista, una proposición que Barone, otro discípulo de Walras, no tardaría en formalizar, aunque fuese someramente [1]. O el propio Pigou, que a pesar de sus reservas, también admitió que, teóricamente aunque no sin tremendas dificultades, el socialismo podría ser no sólo factible sino en ciertos sentidos hasta superior, especialmente a la hora de integrar las externalidades económicas [2]. La <i>corriente principal</i>, en definitiva, parecía resignada ante la recién instaurada alternativa socialista. De hecho, la primera contestación seria llegó en de la mano de un economista más bien heterodoxo, el austriaco, en todos los sentidos, Ludwig von Mises [3]. De esta forma se iniciaba la <i>controversia sobre el cálculo económico</i>, una de las más largas y profundas en la historia de la economía como ciencia.</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">En verdad, Mises no era el primer austriaco que se enfrentaba a los postulados socialistas. Contemporáneo de Marx, su maestro, Eugen Böhm-Bawerk, había sido de los primeros en responder directamente las conclusiones avanzadas por el análisis marxista [4]. No obstante, en esta ocasión Mises no se había conformado con mostrar su contrariedad, sino que había lanzado todo un desafío: al carecer de mercados de bienes de capital, las empresas socialistas no pueden optimizar su producción porque carecen de una valoración no arbitraria de los costes que actúe como referencia en el cálculo económico, o en otras palabras, <i>las economías socialistas no pueden funcionar porque no existen precios</i> [5]. O al menos no sin evitar una acumulación sistémica de disfunciones, es decir, no durante mucho tiempo. Ahora bien, <i>no mucho tiempo</i> no signfica <i>instantáneamente</i>, de ahí que los economistas socialistas se viesen compelidos a elaborar algún tipo de justificación. Ésta se materializó por obra de Fred M. Taylor en su <i>"The Guidance of Production in a Socialist State</i>" [6], y si Barone había adelantado que, matemáticamente, los fundamentos paretianos no se enfrentaban a los de una economía socialista, Taylor indicaba que estos últimos tampoco se enfrentaban a los de un equilibrio competitivo. ¿Cómo? Precisamente siguiendo <i>el mismo proceso</i> que se sigue en las economías capitalistas en la determinación del equilibrio competitivo. Éste se alcanza, según el modelo canónico walrasiano, a través de un proceso denominado tanteo o <i>tâtonnement</i>: una especie de subastador central [7] lanza unos precios al azar [8], ante los que responden los agentes económicos demandando u ofreciendo unas cantidades determinadas. El subastador entonces comprueba las cantidades de oferta y demanda, y si no son iguales, entonces vuelve a lanzar otros precios, mayores en caso de que la demanda fuese mayor que la oferta, y menores en caso contrario. Este proceso se repite en todos y para todos los mercados, de forma que el conjunto de la economía se encuentra en equilibrio cuando todos los mercados <i>se vacían</i>. Este es el procedimiento que empresas y consumidores siguen en una economía capitalista a los ojos del modelo competitivo, y según Taylor, es el mismo que se seguiría en una socialista. Se trataría, en esencia, de emular los mercados a través del diseño de un mecanismo de prueba y error que permita contrastar unos precios fijados de antemano para los bienes de capital, o en pocas palabras, replicar el <i>tâtonnement</i> walrasiano. Al igual que en un mercado capitalista, bastaría conque el director de una fábrica socialista, dados unos precios fijados por el planificador central, comprobase sus inventarios al final de cada periodo económico: si hay un excedente, entonces habría de fijarse un precio ligeramente más bajo; en caso de déficit, uno ligeramente más elevado. Este proceso de prueba y error sería seguido por todas las empresas socialistas en todos los sectores hasta que finalmente la cantidad producida fuese exáctamente igual a la demandada. En ese punto, afirma Taylor, una economía socialista habría alcanzado el equilibrio de forma idéntica al alcanzado en una capitalista, aunque eso sí, disfrutando de las ventajas que ofrece la primera frente a la segunda: mayor justicia social, una distribución de la renta más equitativa, mejores condiciones laborales para la clase obrera, etc.</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">La sencilla pero demoledora respuesta de Taylor había supuesto todo un jarro de agua fría en la cara de Mises, y aunque éste nunca lo admitiría, la comunidad académica no quedó tan impasible. ¿De verdad sería posible que el socialismo fuese <i>factible</i>? Desde luego, no bajo cualquier condición. A fin de cuentas, los resultados de Taylor únicamente eran válidos si se permitía libre concurrencia de consumidores y trabajadores, o en otras palabras, que los primeros pudiesen decidir libremente en qué gastar su dinero y los segundos cómo ganarlo, y ambas condiciones, inclusive la propia existencia de dinero, era algo que a muchos socialistas les parecía inadmisible. En cualquier caso, esta situación obligó a los apologetas capitalistas a recalibrar su posición tanto como su mensaje. Ahora, ante la viabilidad del socialismo como alternativa Friedrich von Hayek declaraba que <i>"debe admitirse que no se trata de una imposibilidad en el sentido de que es lógicamente contradictoria"</i> [9], es decir, que podría funcionar <i>en teoría</i>. Claro, pero <i>en teoría</i> no es lo mismo que <i>en la práctica</i>. Y ese fue el argumento al que precisamente se aferraron Hayek y Lionel Robbins, en ese momento ambos en la London School of Economics. En esencia, su argumento venía a ser que el socialismo era inviable <i>en la práctica</i> ante la imposibilidad del planificador central de reunir toda la información necesaria para efectuar de forma efectiva sus cálculos, de forma que sería incapaz de resolver las <i>"millones de ecuaciones fundadas en millones de datos estadísticos basados a su vez en muchos más millones de cálculos individuales"</i> [10]. Parecía que la viabilidad del socialismo, siendo poco benevolentes, volvía a quedar relegada a los anhelos ingenuos de utópicos jactanciosos.</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">Como era de esperar, hubo contestación desde las filas socialistas, esta vez de parte del economista polaco Oskar Lange [11], quien profundizó el análisis sentado por Taylor. En concreto, Lange destaca que la principal característica de los mercados competitivos, el engranaje que les permite alcanzar el equilibrio, en otras palabras, es la propiedad que denomina <i>función paramétrica de los precios</i>, es decir, que éstos sean tomados como dados e inalterables, como parámetros, por los agentes económicos. Esta condición, unida a la simulación del proceso de <i>tâtonnement</i> auspiciada por Taylor, serían suficientes para garantizar la consecución del equilibrio en una economía socialista. ¿Qué pasaba, de todos modos, con su viabilidad en la práctica? Para Lange, si la función paramétrica de los precios se cumple estrictamente en el proceso, los cálculos que cada agente en una economía socialista tendría que realizar no serían mayores que los de sus homólogos capitalistas [12]. A fin de cuentas, ¿qué ecuaciones tiene que resolver un empresario en una economía capitalista? Desde luego, no necesita ser licenciado en matemáticas, no digamos un demiurgo, como parecía sugerir Robbins. De todos modos, ésto no implica que la puesta en práctica de esta versión socialista diese resultados remotamente parecidos a los de las economías capitalistas, o eso podría suponerse. Entre otras cosas, en el simulacro de precios propuesto por Taylor y Lange la competencia brilla por su ausencia, cierto, pero Lange responderá que la falta de competencia, lejos de ser una característica exclusiva del socialismo, es si acaso definitoria del moderno capitalismo financiero dirigido por grandes corporaciones de capital anónimo en las que, además, el control se encuentra separado de la gestión. En todo caso, se trata de un problema común que afrontan ambos sistemas. En cualquier caso, Lange admite que no sería necesario que toda la economía fuese socializada, y de hecho, no sería conveniente <i>"abolir la empresa privada y la propiedad privada de los medios de producción en aquellos sectores en los que todavía prevalece la competencia, es decir, en las industrias de pequeña magnitud y la agricultura</i><i>"</i> [13]. Sin embargo, respecto a la industria que habría de ser socializada, no caben ni gradualismos ni medias tintas, ya que: <i>"Si el gobierno socialista socializa hoy las minas de carbón y declara que la industria textil va a ser socializada al cabo de cinco años, podemos estar seguros de que la industria textil habrá quebrado antes de serlo"</i> [14]. Por si quedaban dudas, Lange remata con: <i>"Cualquier duda, cualquier vacilación, cualquier indecisión, provocaría la inevitable catástrofe económica. El socialismo no es una política económica para timoratos"</i> [15].</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">Quedaban, no obstante, otros tantos problemas en el tintero. ¿Qué decir de las estrategias de presión política? ¿O de la manipulación desde las instancias ejecutivas, simplemente? ¿No tendría el legislativo interés en alterar la política económica más allá de sus fundamentos técnicos, como sería deseable? ¿Qué decir de los problemas relacionados con la disciplina en la producción o los incentivos en general? Lange resta importancia a todos ellos, y en todo caso, afirma, se trata exáctamente de los mismos problemas que afronta la sociedad capitalista. Una economía socialista podría generarlos en distinta medida pero, según Lange, las ventajas que ofrece el sistema compensan con creces estas posibles adversidades. En todo caso, el principal problema al que habría de hacer frente el socialismo, y de hecho la URSS ya empezaba a notar, era el peligro <i>burocratización de la vida económica</i> [16] Ante esa cuestión, Lange admite con honestidad que no posee ninguna respuesta satisfactoria.</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">Desde ese momento, la "controversia" se sumió en un estado de <i>paz armada</i> por parte de los dos grupos contendientes, y si bien hubo escaramuzas y ataques desde ambos bandos, las contribuciones en ningún caso alcanzaron el grado de originalidad y contundencia de las ofrecidas por sus primeros autores, entre ellos los reproducidos previamente. ¿Que ocurrió entonces? La historia demostró que muchos de los problemas prácticas tratados por Lange habían sido relativamente minusvalorados. Autores de renombrado prestigio como Samuelson podían comulgar con la apreciación de que las semejanas entre los sistemas capitalistas y socialistas eran tales que a la larga ambos sistemas se confundirían, cierto, pero hasta el momento ni él podría negar que, en ese camino hacia la homogeneidad, el capitalismo parecía soportar mejor los embites del tiempo. El problema de los incentivos, y de sus consecuencias en la capacidad de innovación y las estructuras organizativas de las empresas soviéticas y del resto de países del bloque socialista, sin ir más lejos, resultaba sangrante, en algunos casos hasta la completa paralización [17]. No es que estos problemas, como tal, se ignorasen, sino que su posición dentro de la "controversia", y hasta la propia "controversia" en sí, habían pasado a un segundo plano para la mayoría de economistas. Sin embargo, nada dura eternamente. La respuesta teórica definitiva (y digo teórica, ya que para muchos la caída de la URSS y de las repúblicas populares eran pruebas definitivas en la práctica), aunque sería más preciso denominarla "golpe de gracia", que lograría acabar con la "controversia" en sí, aparecería a finales de los años 80 de la mano de un economista de tendencias muy alejadas a los de los primeros contendientes: Joseph Stiglitz, con su obra <i>Whiter Socialism?</i> Aunque eso, claro está, es otra historia.</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify"><span style="font-size: x-small;">[1] </span><span style="font-size: x-small;">Barone, </span><i><span style="font-size: x-small;">The Ministry of Production in the Collectivist State</span></i><span style="font-size: x-small;"> (1908) </span><span style="font-size: x-small;">[2] </span><span style="font-size: x-small;">Pigou,</span><i><span style="font-size: x-small;"> The Economics of Welfare</span></i><span style="font-size: x-small;"> (1920) </span><span style="font-size: x-small;">[3] </span><span style="font-size: x-small;">Mises, </span><i><span style="font-size: x-small;">Socialism: An Economic and Sociological Analysis</span></i><span style="font-size: x-small;"> (1922) </span><span style="font-size: x-small;">[4]</span><i><span style="font-size: x-small;"> </span></i><span style="font-size: x-small;">Böhm-Bawerk</span><i><span style="font-size: x-small;">, Positive Theory of Capital </span></i><span style="font-size: x-small;">(1889), </span><i><span style="font-size: x-small;">Karl Marx and the Close of his System</span></i><span style="font-size: x-small;"> (1896) </span><span style="font-size: x-small;">[5] Mises (1922) </span><span style="font-size: x-small;">[6] </span><span style="font-size: x-small;">Taylor,</span><i><span style="font-size: x-small;"> </span></i><span style="font-size: x-small;">"The Guidance of Production in a Socialist State</span><span style="font-size: x-small;">", </span><i><span style="font-size: x-small;">American Economic Review</span></i><span style="font-size: x-small;">. El artículo se elaboró a partir del discurso de inaguración presidencial de Taylor al frente de la American Economic Association pronunciado en 1928. </span><span style="font-size: x-small;">[7] Añadiría: </span><i><span style="font-size: x-small;">"Al que llamamos Dios"</span></i><span style="font-size: x-small;">, como remataba Tomás de Aquino sus vías en su </span><i><span style="font-size: x-small;">Summa Theologica. </span></i><span style="font-size: x-small;">[8] En términos de Walras, </span><i><span style="font-size: x-small;">prix criés par hasard</span></i><span style="font-size: x-small;">. </span><span style="font-size: x-small;">[9] Hayek, "The Present State of the Debate", </span><i><span style="font-size: x-small;">Collectivist Economic Planning</span></i><span style="font-size: x-small;">. Sobre el mismo tema, puede consultarse Hayek, "The Use of Knowledge in Society" (1949), </span><i><span style="font-size: x-small;">American Economic Review</span></i><span style="font-size: x-small;">. </span><span style="font-size: x-small;">[10] </span><span style="font-size: x-small;">Robbins, </span><i><span style="font-size: x-small;">The Great Depression</span></i><span style="font-size: x-small;"> (1939) </span><span style="font-size: x-small;">[11] Lange fue profesor en las Universidades de Cracovia y Chicago, embajador polaco ante EEUU y la ONU, Vicepresidente de Polonia y, cómo no, Presidente del Comité de Planificación y Consejo Económico de Polonia. Desde luego, una vida más que interesante. Sus contribuciones se consideran, junto a las del ya mencionado Taylor y a las de otros economistas, como Lerner, fundacionales de una tercera vía económica y en particular del llamado socialismo de mercado. </span><span style="font-size: x-small;">[12] Lange, </span><i><span style="font-size: x-small;">On the Economic Theory of Socialism</span></i><span style="font-size: x-small;"> (1938) La edición que he leído y he usado para citar páginas es </span><i><span style="font-size: x-small;">Sobre la teoría económica del socialismo</span></i><span style="font-size: x-small;">, Ed. Ariel, 1971. </span><span style="font-size: x-small;">[13] </span><i><span style="font-size: x-small;">ibid.</span></i><span style="font-size: x-small;"> p. 127. En concreto, Lange asume que la coexistencia entre empresas de propiedad privada y pública es admisible siempre que en las primeras se den las siguientes condiciones: 1) Que exista libre competencia entre ellas; 2) Su volumen no debe ser lo suficientemente grande como para causar una cosndierable desigualdad en la distribución de la renta; 3) La producción a pequeña escala no debe ser, a largo plazo, más costosa que la producción a gran escala (p. 128). </span><span style="font-size: x-small;">[14] </span><i><span style="font-size: x-small;">ibid</span></i><span style="font-size: x-small;">. p. 130. </span><span style="font-size: x-small;">[15] </span><i><span style="font-size: x-small;">ibid</span></i><span style="font-size: x-small;">. p. 131-132. </span><span style="font-size: x-small;">[16] Otra vez, un problema que no resulta ajeno para el capitalismo. Otros autores que también tratan este tema son John Kenneth Galbraith en </span><i><span style="font-size: x-small;">"The New Industrial State"</span></i><span style="font-size: x-small;"> (1967), o inclusive </span><a href="http://cuasieconomista.blogspot.com/2011/02/la-democracia-economica.html"><span style="font-size: x-small;">Robert Dahl</span></a><span style="font-size: x-small;"> en su </span><i><span style="font-size: x-small;">"</span></i><i><span style="font-size: x-small;">A Preface to Economic Democracy</span></i><i><span style="font-size: x-small;">" </span></i><span style="font-size: x-small;">(1985), del que hablé en una entrada anterior, entre otros. </span><span style="font-size: x-small;">[17] A este respecto, cabe mencionar casos paradigmáticos, como las protestas por la escasez de carne o por el elevado precio de la vivienda en Polonia en los años 80, o los déficits crónicos de abastecimiento de productos agrícolas en la URSS en repetidas ocasiones. Desde luego, algo fallaba en las economías socialistas si no eran ni siquiera capaces de abastecer de alimento a la población, a costa de otras privaciones. Como argumentaba Kautsky a propósito de la economía soviética a principios de siglo: </span><i><span style="font-size: x-small;">"Desgraciadamente, no se nos enseña cuántos kilos de libros tienen que entregarse a cada ciudadano anualmente, ni con qué frecuencia los habitantes de cada casa tienen que ir al cine"</span></i><span style="font-size: x-small;">. Ya sabéis, la diversión es hedonismo y el hedonismo es cosa de burgueses.</span></div><br />
<a href="http://bitacoras.com/anotaciones/cuasieconomista.blogspot.com/2011/03/sobre-la-teoria-economica-del.html"><img alt="votar" src="http://widgets.bitacoras.com/votar/normal/cuasieconomista.blogspot.com/2011/03/sobre-la-teoria-economica-del.html" style="border: 0; vertical-align: middle;" title="Votar esta anotación en Bitacoras.com" /></a> <b><i>Si te ha resultado interesante, vótalo en Bitacoras.com</i></b>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-77020497110751982612011-02-22T11:32:00.003+01:002011-03-23T23:26:37.648+01:00Permaneciendo el resto constante<blockquote><i><span style="font-size: small;">"</span></i>Existe, tanto entre el hombre de la calle como entre los estudiosos de la ciencia, la extendida impresión de que las cláusulas <i>ceteris paribus</i> abundan en las ciencias sociales, mientras que raramente las encontramos en la Física, la Química y la Biología. Nada más lejos de la realidad. Una teoría científica que pudiese prescindir enteramente de las cláusulas <i>ceteris paribus</i> habría logrado, en efecto, ser perfectamente cerrada: ninguna variable de efectos importantes sobre el fenónemo en cuestión habría sido omitida de la teoría, y las variables incluidas en la misma mantendrían en efecto una cierta relación entre ellas y ninguna con variables exógenas a la misma. Quizás solamente la mecánica de los cielos y la termodinámica no atómica han llegado a aproximarse a una integridad tan perfecta. Pero incluso en el campo de la Física, las teorías tan cerradas y completas son una excepción, y fuera de la Física existen pocos ejemplos dentro de las ciencias naturales en los que el <i>cetera</i> relevante, en vez de quedar sometido a una condición de constancia, se encuentre, de hecho, formando parte de la teoría. Normalmente la cláusula <i>ceteris paribus</i> aparece en las ciencias naturales con tanta frecuencia como en las ciencias sociales, a la hora de contrastar una relación causal; generalmente estas cláusulas toman la forma de afirmaciones en el sentido de que se ignoran los efectos de todas las demás condiciones iniciales y relaciones casuales relevantes que puedan existir, aparte de las que van a ser contrastadas. En resumen, las ciencias naturales hablan de hipótesis auxiliares que aparecen en cada contrastación de una ley científica, mientras que las ciencias sociales hablan de leyes o hipótesis que se mantienen si se cumple la condición <i>ceteris paribus</i>. Pero el objetivo perseguido es el mismo en ambos casos, es decir, excluir del análisis todas las variables a excepción de aquellas que están específicamente incluidas en la teoría<i><span style="font-size: small;">"</span></i>,</blockquote><div align="right">Mark Blaug, <i>La metodología de la economía </i>(1980)</div><br />
<a href="http://bitacoras.com/anotaciones/cuasieconomista.blogspot.com/2011/02/permaneciendo-el-resto-constante.html"><img alt="votar" src="http://widgets.bitacoras.com/votar/normal/cuasieconomista.blogspot.com/2011/02/permaneciendo-el-resto-constante.html" style="border: 0; vertical-align: middle;" title="Votar esta anotación en Bitacoras.com" /></a> <b><i>Si te ha resultado interesante, vótalo en Bitacoras.com</i></b>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-5314880541447811832011-02-21T08:05:00.004+01:002011-02-21T08:08:11.245+01:00Detalle de la evolución de la oferta inmobiliaria (2006-2010)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div align="justify" class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div align="justify">Debido a la anterior entrada, aprovecho que tengo a mano algunos datos referentes a la evolución de la oferta inmobiliaria entre los años 2006 y 2010, particularmente para el caso de Madrid, a fin de ofreceros algunas ideas generales reflejadas en unos cuantos gráficos (tomadlo como un pequeño entremés antes de que pase definitivamente a otro tema). En primer lugar, os ofrezco los datos referentes a la evolución de los precios del metro cuadrado de alquiler (azul) y de venta de la vivienda de segunda mano (rojo) para los distintos distritos de Madrid en el periodo considerado [1].</div><div align="justify"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/-D5IcVQv_FDc/TWG76Dj5kkI/AAAAAAAAALA/5KRTeSmNOBU/s1600/historico_alquileres.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="640" src="http://3.bp.blogspot.com/-D5IcVQv_FDc/TWG76Dj5kkI/AAAAAAAAALA/5KRTeSmNOBU/s640/historico_alquileres.jpg" width="529" /></a></div><div align="justify"><br />
</div><div align="center"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/-bT4b_p8IIoc/TWG77JcLgkI/AAAAAAAAALE/Mow26goptqk/s1600/historico_ventas.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="640" src="http://1.bp.blogspot.com/-bT4b_p8IIoc/TWG77JcLgkI/AAAAAAAAALE/Mow26goptqk/s640/historico_ventas.jpg" width="529" /></a></div><div align="justify"><br />
A la vista de ambos gráficos, puede observarse cómo, por lo general, el precio del metro cuadrado en alquiler alcanza valores máximos para el año 2008. Sin embargo, los precios de venta de vivienda de segunda mano alcanzan valores máximos en el año 2006 (sólo el distrito de Salamanca lo hace en el año 2007). ¿A qué se debe este aparente retardo por parte del precio de los alquileres? ¿Puede deberse al hecho de que el mercado de viviendas de segunda mano fuese más sensible a la tendencia descendente que comenzaba a apreciarse en el sector inmobiliario? ¿Se trata de un fenómeno normal (es decir, el mercado de vivienda refleja antes variaciones en los precios que el de los alquileres), o se trata más bien de un fenómeno derivado del escaso volumen del mercado de alquileres español? ¿Se repite esta pauta para todas las ciudades, o el caso madrileño es más bien particular?</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">Aunque las respuestas no se antojan en ningún caso sencillas, podemos aportar algo sobre la última planteada. A continuación se ofrecen dos gráficos referidos a la evolución de la media de precios en algunas de las principales ciudades españolas tanto para el mercado de alquileres como para el de venta de viviendas de segunda mano. Desgraciadamente, no dispongo de tanta información como sería deseable para sentar unas mínimas conclusiones al respecto. En todo caso, juzgad vosotros mismos.</div><div align="justify"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/-2l7IvaZfjYQ/TWG7-zT3ObI/AAAAAAAAALI/jDT1Scbx0k4/s1600/cities_alquiler.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="250" src="http://1.bp.blogspot.com/-2l7IvaZfjYQ/TWG7-zT3ObI/AAAAAAAAALI/jDT1Scbx0k4/s400/cities_alquiler.jpg" width="400" /></a></div><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/-4XDTbeYyroo/TWG8A7j3B6I/AAAAAAAAALM/2bqP4S5sD7g/s1600/cities_venta.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="247" src="http://3.bp.blogspot.com/-4XDTbeYyroo/TWG8A7j3B6I/AAAAAAAAALM/2bqP4S5sD7g/s400/cities_venta.jpg" width="400" /></a></div><div align="justify"><br />
<span style="font-size: x-small;">[1] Al igual que advertía en la entrada anterior, las estimaciones que pudiesen derivarse de los datos que he ofrecido tanto en ésta como en la anterior entrada están necesariamente sesgados dado que, en todo caso, éstas hacen referencia al stock de viviendas contenido en la base de datos del portal idealista.com, pero no responde a ningún procedimiento de muestreo aleatorio simple dentro del stock de viviendas total de Madrid o de cualquiera de las otras ciudades contempladas. Los datos ofrecidos han de tomarse por tanto con cautela. La única garantía de una cierta verosimilitud la ofrece la considerable cifra de registros con la que trata idealista.com, y que hasta cierto punto permiten confiar en un reflejo medianamente ajustado de los datos que se ofrecen respecto a los valores reales de la población.</span></div><br />
<a href="http://bitacoras.com/anotaciones/cuasieconomista.blogspot.com/2011/02/detalle-de-la-evolucion-de-la-oferta.html"><img alt="votar" src="http://widgets.bitacoras.com/votar/normal/cuasieconomista.blogspot.com/2011/02/detalle-de-la-evolucion-de-la-oferta.html" style="border: 0; vertical-align: middle;" title="Votar esta anotación en Bitacoras.com" /></a> <b><i>Si te ha resultado interesante, vótalo en Bitacoras.com</i></b>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-35708469354214905752011-02-15T09:30:00.009+01:002011-02-21T02:08:38.723+01:00¿Cuánto nos importan nuestros vecinos? (II)<div align="justify">En la entrada anterior, cerramos con una pregunta: ¿Cómo es posible que en un área concreta llegue a darse una distribución heterogénea? ¿No es eso contraproducente? No sólo eso, sino que además parece contradecir nuestra intuición económica. A fin de cuentas, si una zona urbana en concreto es muy demandada, por las razones que sean, efectivamente sus precios aumentarían; pero ese hecho motivaría que las familias se asentasen en zonas menos demandadas y por tanto más baratas, lo que propiciría a su vez un incremento de precio en esta última al tiempo que se produciría una bajada del precio en las primera. En definitiva, dentro de la facilidad de movilidad que se supone se produce en el espacio de una misma ciudad, los precios deberían converger hacia un precio más o menos homogéneo, por no decir único. Sin embargo, ésto no sucede. No sólo se aprecian diferencias entre distintas zonas (incluso con fronteras claramente delimitadas, como veíamos en la entrada anterior) sino que éstas son persistentes en el tiempo. En pocas palabras, la gente pudiente reside y se asienta en zonas de gente pudiente, mientras que lo mismo sucede en el caso de la gente menos pudiente ¿Por qué sucede ésto?</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">Esta fue la misma pregunta que se hizo el economista americano <b><a href="http://en.wikipedia.org/wiki/Thomas_Schelling">Thomas Schelling</a></b> (n. 1921), uno de los instigadores de la moderna teoría de juegos e intelectual destacado en el periodo de la Guerra Fría, laureado con el Nóbel en el año 2005. Entre las principales preocupaciones de Schelling se encontraba la segregación urbana, especialmente la que se producía (y se sigue produciendo) por motivos raciales entre estadounidenses blancos y negros. Schelling desarrolló sus intuiciones en torno a este tema a través de un modelo muy sencillo, que trataré de exponer a continuación [1]. Supongamos un tablero con 64 casillas dispuestas en forma de damero y 60 fichas de dos tipos: blancas y negras. Sobre cada casilla colocamos del tablero colocamos alternativamente una ficha de cada color, dejando vacías las casillas de las esquinas del tablero. Vamos a imaginar que cada ficha representa a una persona, y el color, alguna característica en especial. Por ejemplo, supongamos que las fichas blancas representan a gente "pudiente", mientras que las negras representan a gente "pobre", aunque podríamos escoger las características que quisiésemos, como negros y blancos, nativos e inmigrantes, etc. Además, cada tipo de ficha tiene sus preferencias. Así, las "familias pudientes" (fichas blancas) no tienen ningún problema conque haya personas pobres en su barrio. Ahora bien, todo tiene un límite. Si de repente una familia pudiente se da cuenta de que el número de familias pobres ha aumentado hasta el punto de ser mayoría, empezará a preocuparse por la posibilidad de que dejen de proveerse servicios de cierta calidad, o de que la delincuencia pueda aumentar por efecto de la pobreza, o de que sus hijos pudiesen empezar a frecuentar compañías poco deseables (¡nadie piensa en los niños!). Siendo un poco más concretos, diríamos que si una familia pudiente se percata de que dos terceras partes de sus vecinos son familias pobres, entonces decidirá marcharse del barrio. ¿Dónde? Pues a otro en el que las familias pobres sean menos numerosas (por lo menos, que no lleguen a ser las dos terceras partes de todos los vecinos). Las preferencias de las familias pobres son análogas. Pueden soportar tener como vecinos a "ricos estirados", pero todo tiene su límite. Si el barrio se atesta de ricos, piensan, comenzarán a ser discriminados, las tiendas subirán sus precios, los servicios públicos se olvidarán de ellos, o puede que sus hijos comiencen a sentirse infelices al ver todo lo que otros tienen y ellos carecen. Además, tener ricos en el barrio puede alentar que aumente la delincuencia ante un objetivo tan tentador, y no es que se trate de una situación muy alentadora para una familia, sea pobre o no. En cualquier caso, si una familia pobre que sus vecinos ricos alcanzan las dos terceras partes, optarán por mudarse a una zona más afín a sus necesidades y situación socieconómica, mal que les pese.<br />
<br />
La situación inicial que hemos descrito, en las que cada tipo de ficha o familia se dispone en nuestro tablero de forma alternativa puede interpretarse como un ejemplo de sociedad perfectamente integrada. Las familias ricas y las pobres conviven armoniosamente, sin que se genere ningún problema entre ellas. Obviamente, la armonía se mantiene no por los motivos personales o creencias de cada familia (bastante prejuiciosos, por otra parte), pero las preferencias son bastante moderadas. Desde luego, las cosas podrían ser mucho peores. La imagen que presentaría nuestro tablero de Schelling para una sociedad perfectamente integrada sería la siguiente [2]:<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/-yt9N0CMThvE/TWG6ffNHcTI/AAAAAAAAAK0/oPLM1LYzmBk/s1600/schelling1.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="345" src="http://3.bp.blogspot.com/-yt9N0CMThvE/TWG6ffNHcTI/AAAAAAAAAK0/oPLM1LYzmBk/s400/schelling1.jpg" width="400" /></a></div><br />
Sin embargo, la realidad no suele ofrecernos ejemplos de este tipo. Es más, si el anterior ejemplo nos muestra una sociedad perfectamente integrada, también nos muestra una sociedad tremendamente frágil. Para ver por qué, supongamos una ligera variación. Quitemos 20 fichas al azar, por ejemplo, y agreguemos también al azar 5 fichas donde queramos. Una posible nueva distribución, realizados estos cambios, sería la siguiente:<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/-SJaNwK7lyC0/TWG6gENSkeI/AAAAAAAAAK4/BfSp7zW39v4/s1600/schelling2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="336" src="http://1.bp.blogspot.com/-SJaNwK7lyC0/TWG6gENSkeI/AAAAAAAAAK4/BfSp7zW39v4/s400/schelling2.jpg" width="400" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/-76t-jS393B4/TVm5wVPwefI/AAAAAAAAAKs/A_H7pIZNiFY/s1600/schelling2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"> </a></div>El tablero parece ahora más desordenado, pero teniendo en cuenta que 45 fichas mantienen su posición original, cabe esperar que todavía se trate de una distribución bastante integrada. Sin embargo, la pequeña diferencia resulta crucial. Si observáis detenidamente, veréis que algunas fichas blancas se encuentran "rodeadas" por más fichas negras que blancas, y viceversa, lo cual incumple las pautas que habíamos marcado. Para solucionarlo, moveríamos cada una de estas fichas a cualquier otra posición en la que no incumpliese las reglas. De esta forma, se iniciaría una reacción en cadena, cuyo resultado, dada la distribución anterior, bien podría ser éste:<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://2.bp.blogspot.com/-lpw2M8D5Ceo/TWG6hAmWlWI/AAAAAAAAAK8/etd1lob28v8/s1600/schelling3.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="340" src="http://2.bp.blogspot.com/-lpw2M8D5Ceo/TWG6hAmWlWI/AAAAAAAAAK8/etd1lob28v8/s400/schelling3.jpg" width="400" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/-HIeV-gpeKbM/TVm6mMv72VI/AAAAAAAAAKw/tzqdnOwJh1s/s1600/schelling3.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"> </a></div>No importa lo minuciosamente que intentes mezclarlas: las fichas se escurrirán lentamente hasta concentrarse en espacios segregados, o guetos. Así, resulta sorprendente como un grupo mixto de familias, que en principio no presentaban mayor inconveniente en vivir con otras de diferente condición socioeconómica en la misma zona urbana, termina segregado en grupos homogéneos según su nivel medio de renta en un proceso que acaba paulatinamente con la diversidad. En palabras de Thomas Schelling: <i>"Una muy pequeña preferencia por no tener como vecinos a demasiados personas diferentes a ti, o incluso, sencillamente, la preferencia por tener algunas personas en el vecindario que sean como tú... podría conducir a radicales efectos en el equilibrio que se asemejaría mucho a una segregación extrema"</i> [3].<br />
<br />
¿Cómo podrían comprobarse los resultados de este modelo para el caso de Madrid? En principio, resulta complicado. Madrid es una ciudad con mucha historia a sus espaldas, de ahí que establecer una historia coherente que explique los asentamientos de población en distintos barrios, y en última instancia, la configuración socioeconómica urbana, requeriría de considerable esfuerzo. No obstante, no se trata de una tarea imposible, y desde luego, sería mucho más sencillo de realizar para el caso del crecimiento de las llamadas <i>ciudades dormitorio</i> (Alcobendas, Móstoles, Coslada, etc.). En cualquier caso, al margen de ejemplos, queda patente como, en ocasiones, no son necesarias ni medidas drásticas ni acciones extremas para obtener resultados de ese calado: basta con una pequeña diferencia respecto a las condiciones iniciales. ¿A alguien le resulta familiar?</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify"><span style="font-size: x-small;">[1] Puede consultarse más sobre el modelo de segregación de Schelling en su artículo <i>"Models of segregation"</i>, The American Economic Review, 59(2), 488-493. También en el capítulo 4 de su libro <i>"Micromotives and Macrobehavior"</i> (1978).</span><br />
<span style="font-size: x-small;">[2] Elaboración propia a partir de ejemplos análogos en Harford, Tim, <i>"La lógica oculta de la vida"</i> (temasdehoy, 2008) . Por alguna extraña razón, en cuanto haces alguna virguería con sombras y relieves en el Word, al Paint le da por empoderarse y me saca imágenes que parecen salidas de una imprenta medieval. Espero que aun así, aparte de lo poco estiloso que pueda resultar, no dé mayores problemas para entender los ejemplos que se describen. Mis disculpas.</span><br />
<span style="font-size: x-small;">[3] Entrevista con Thomas Schelling, noviembre de 2005. </span></div><br />
<a href="http://bitacoras.com/anotaciones/cuasieconomista.blogspot.com/2011/02/cuanto-nos-importan-nuestros-vecinos-ii.html"><img alt="votar" src="http://widgets.bitacoras.com/votar/normal/cuasieconomista.blogspot.com/2011/02/cuanto-nos-importan-nuestros-vecinos-ii.html" style="border: 0; vertical-align: middle;" title="Votar esta anotación en Bitacoras.com" /></a> <b><i>Si te ha resultado interesante, vótalo en Bitacoras.com</i></b>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-21756968899291493662011-02-14T15:52:00.004+01:002011-02-14T17:05:18.198+01:00¿Cuánto nos importan nuestros vecinos? (I)<div align="justify">Seguro que en más de una ocasión os ha llamado la atención los enormes contrastes que suelen encontrarse entre diferentes zonas de una misma ciudad. En un simple paseo, uno puede pasar de paisajes dominados por rascacielos y bloques de innumerables pisos a otros en los que las viviendas apenas llegarán a tres pisos de altura, y en los que las cristaleras de los edificios se sustituyen por frías paredes de ladrillo, en el mejor de los casos. Obviamente, las diferencias entre ciudades son notables. Pensad en los contrastes que plantean ciudades como Río de Janeiro, frente a otros más modestos, como en el caso de Madrid. Quedémonos en particular, por cercanía, con el caso de esta última (los países en vías de desarrollo son, siempre, más que complejos).</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">¿A qué vienen estas diferencias entre barrios? Bueno, principalmente se producen debido a la gente que vive en ellos. Entonces, si hay diferencias entre barrios, es porque vive gente distinta en ellos, ¿a qué se debe? Uno se sentiría tentado a responder que vive gente distinta porque los barrios son distintos (tienen mejores o peores infraestructuras, mejores o peores escuelas o servicios sanitarios, etc.), pero asumir esa respuesta nos llevaría a un razonamiento circular, además de no del todo cierto. La gente pudiente no se va a vivir a zonas con buenas infraestructuras o servicios, sino que éstos se construyen o generan en las zonas en las que vive gente pudiente, al menos en mayor medida o calidad que en otras zonas. A decir verdad, guste o no, tiene sentido: familias con mayores niveles de renta pueden sufragar más servicios, o servicios de mayor calidad, o simplemente más caros. No tiene demasiado misterio. ¿Podemos comprobar esta hipótesis? Supongamos que el precio de la vivienda es un buen indicador del nivel adquisitivo de las familias de una zona urbana (si un barrio es "mejor" en todos los sentidos las familias estarán dispuestas a pagar más por una vivienda en alquiler o en propiedad). Naturalmente, el precio de la vivienda no refleja "sólo" la consideración que se tenga hacia la calidad de un barrio (la escasez general de vivienda, la calidad de la construcción, etc. son otros elementos a considerar) pero, en términos generales, podemos considerar al precio como un indicador significativo. Para comprobarlo, emplearemos el precio de los alquileres y para la compra de vivienda de segunda mano en los distintos <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Organizaci%C3%B3n_pol%C3%ADtico-administrativa_de_Madrid">distritos de la ciudad de Madrid</a> [1] a diciembre de 2010. Los precios por distritos ordenados de mayor a menor en gráficos de barras son los siguientes:</div><div align="justify"></div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify"></div><div align="center"><a href="http://4.bp.blogspot.com/-l5k7crJSAvY/TVk72RgXnjI/AAAAAAAAAKQ/wyqy8BIuWYw/s1600/alquiler_madrid.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="231" src="http://4.bp.blogspot.com/-l5k7crJSAvY/TVk72RgXnjI/AAAAAAAAAKQ/wyqy8BIuWYw/s400/alquiler_madrid.jpg" width="400" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://4.bp.blogspot.com/-2ZHiFYZf4hc/TVk8KPNyqzI/AAAAAAAAAKU/YcPKNwSGJpI/s1600/venta_madrid.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="232" src="http://4.bp.blogspot.com/-2ZHiFYZf4hc/TVk8KPNyqzI/AAAAAAAAAKU/YcPKNwSGJpI/s400/venta_madrid.png" width="400" /></a></div><div align="justify">Como decíamos, si consideramos los precios un indicador más o menos fiable (o al menos significativo) de la renta media de los familias de un distrito concreto, mirando las gráficas podríamos concluir, en términos generales, que las familias más pudientes viven en los distritos de Salamanca, Centro, Chamartín y Chamberí, mientras que las menos pudientes viven en Carabanchel, Usera y Villaverde. De hecho, aunque hay algunas diferencias entre los datos de alquileres y precios de venta, en general la posición relativa de cada distrito se mantiene con escasos cambios. De forma más ilustrativa, a continuación se muestran estos mismos datos sobre un mapa de los distritos de Madrid, para que os hagáis una idea de la distribución espacial (los tonos más oscuros se corresponden con valores más elevados, y viceversa) [2].</div><div align="justify"><br />
</div><div align="center" class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/-Md-0XPjpUB8/TVk9eY_RKLI/AAAAAAAAAKY/RY7afz9AVgk/s1600/mapa_distritos_alquiler.bmp" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://1.bp.blogspot.com/-Md-0XPjpUB8/TVk9eY_RKLI/AAAAAAAAAKY/RY7afz9AVgk/s320/mapa_distritos_alquiler.bmp" width="281" /></a><a href="http://3.bp.blogspot.com/-NcqRlB-O4Pc/TVk9gwvgdYI/AAAAAAAAAKc/ivRSb-8DTqM/s1600/mapa_distritos_venta.bmp" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://3.bp.blogspot.com/-NcqRlB-O4Pc/TVk9gwvgdYI/AAAAAAAAAKc/ivRSb-8DTqM/s320/mapa_distritos_venta.bmp" width="281" /></a></div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">Observando ambos mapas (cuyas diferencias son escasas, todo sea dicho) resulta especialmente llamativa la separación que se establece entre las regiones norte y sur del municipio (siendo la sección central donde se concentra la mayor parte de la riqueza, pero encontrándose la mitad norte más favorecida que la mitad sur). En pocas palabras, y en base a lo que hemos establecido previamente, podemos concluir que en la sección norte del municipio es donde, en general, se concentran las viviendas más caras (en alquiler o en precio de venta) y por tanto, podemos suponer que la familias en tales zonas también posee una renta media relativamente mayor (al menos parecen no contradecir el sentido común, aunque éste <a href="http://todoloqueseaverdad.blogspot.com/2011/02/donde-estan-las-llaves.html">suele no ser suficiente</a>). Como curiosidad, podéis mirar también estos otros dos mapas (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Maps_-_ES_-_Madrid_-_Distritos_-_Municipales2003_preciso.png">I</a>, <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Maps_-_ES_-_Madrid_-_Distritos_-_Municipales2007_preciso.svg">II</a>, aunque la correlación no es perfecta, resulta ilustrativa en muchos sentidos).</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">Por tanto, hemos podido concluir que efectivamente se aprecia una distribución heterogénea de las familias respecto a su capacidad adquisitiva media en distintos distritos (al menos, para el caso de Madrid, aunque lo suponemos fácilmente extrapolable). Sin embargo, seguimos sin responder a nuestra pregunta inicial, ¿por qué se produce esta heterogeneidad en la distribución? Descartamos que fuese debido a los servicios o dotaciones de cada zona (éstas son consecuencia, no causa, de la distribución) y las condiciones físicas (clima, topografía, etc.) o bien no parece que sean muy relevantes, o bien son a su vez consecuencia de la población, no causa. De esta forma, parece que es la población que vive en cada zona, en sí misma, la causa de una desigual distribución. O en otras palabras, las familias deciden vivir en una u otra zona según sus quiénes tengan por vecinos. Podéis achacarme que parezco estar asumiendo que la gente puede decidir vivir en la zona que le plazca sin ningún tipo de impedimento psicológico o financiero. En cierto modo, sí, pero esta asunción no resta de momento validez al análisis posterior. Volveremos más adelante sobre ello.</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">Como véis, hemos aclarado algunas cuestiones (referentes a nuestro ejemplo de Madrid) al tiempo que hemos sentado algunos supuestos. Sí, parece ser que quien sea tu vecino influye bastante a la hora de elegir donde vivir (sea de forma directa, sea porque quien vive en una zona influye en el precio de la vivienda, lo cual corta en seco las posibles consideraciones de muchas familias). ¿Cómo puede llegar a ser posible esta situación? ¿No sería más sencilla una distribución más homogénea entre distintas zonas, que entre otras cosas, propiciaría precios más asequibles en la vivienda para toda la población, al margen de su condición socioeconómica? La respuesta, a no mucho tardar, la tendréis en la próxima entrada. </div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify"><span style="font-size: x-small;">[1] Elaboración propia a partir de datos calculados por <i>idealista.com</i> y la Sociedad Pública de Alquiler (<a href="http://www.idealista.com/informacion/anio_alquiler_2010.pdf">alquiler</a>, <a href="http://www.idealista.com/informacion/anio_2010.pdf">venta de vivienda</a>). Podéis consultar más información en la sección de <a href="http://www.idealista.com/pagina/informes-precio-vivienda">informes de precios</a> que ofrece <i>idealista.com. </i>Soy consciente de que la información que puede recogerse está sesgada, ya que los precios recabados y sobre los que se realizan los distintos cálculos son los que están contenidos en las bases de datos de la página web, es decir, son los que se obtienen de los anuncios que la gente ha colgado. Los precios por tanto no se obtienen a través de un muestreo aleatorio simple, sino que responden a un perfil concreto: el de la gente que quiere vender y utiliza<i> idealista.com</i> como medio. Eso no sólo deja fuera aquéllas viviendas que no han sido colgadas en la página web, sino también otro tipo de viviendas que no suelen pasar por los canales de venta por internet pero que son representativas de las distintas zonas (quizá vayan por inmobiliarias, o por venta directa entre los interesados, etc.).</span></div><div align="justify"><span style="font-size: x-small;">[2] Elaboración propia a partir de los datos ofrecidos por idealista.com y la Sociedad Pública de Alquiler (ver nota 1).</span><span style="font-size: x-small;"> El mapa en tonos azules azul corresponde a los alquileres, el de tonos rojos a los precios de venta de vivienda de segunda mano. Los valores van ordenados por gradación de tonos, el tono más oscuro corresponde al valor más alto, mientras que el más claro corresponde al más bajo. La escala de tonos se dispone en intervalos de 0,50 €/m2 para los alquileres, en azul, y de 500 € para los precios de compra/venta de vivienda de segunda mano (es decir, de 14 a 13,50 euros corresponde un tono azul, de 13,50 a 13 euros corresponde otro, más claro, y así sucesivamente; sucede de forma análoga para los tonos rojos).</span></div><br />
<a href="http://bitacoras.com/anotaciones/cuasieconomista.blogspot.com/2011/02/cuanto-nos-importan-nuestros-vecinos-i.html"><img alt="votar" src="http://widgets.bitacoras.com/votar/normal/cuasieconomista.blogspot.com/2011/02/cuanto-nos-importan-nuestros-vecinos-i.html" style="border: 0; vertical-align: middle;" title="Votar esta anotación en Bitacoras.com" /></a> <b><i>Si te ha resultado interesante, vótalo en Bitacoras.com</i></b>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-31253099409851998872011-02-14T11:02:00.001+01:002011-02-14T11:03:20.516+01:00La democracia económica<div align="justify">Entre lecturas más complicadas, hace escasos me tomé un descanso con un entremés titulado <i><b>La democracia económica</b></i>, del politólogo americano <b><a href="http://en.wikipedia.org/wiki/Robert_A._Dahl">Robert A. Dahl</a></b>. Su autor es de renombre. Dahl (n. 1915) es profesor emérito en la Universidad de Yale y en su momento fue presidente de la <i>American Political Science Association</i>. En esta breve obra, el autor trata de responder a algunas preguntas fundamentales para la ciencia política. ¿Qué es la democracia? ¿Cuáles son sus rasgos característicos? ¿Es la democracia una amenaza para la libertad? ¿Son compatibles la igualdad y la libertad? ¿Qué queda hoy de la democracia en el sistema de las grandes corporaciones industriales, si es que pudo hablarse de ella en algún momento? ¿Hay alternativas?</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">No cabe esperar conclusiones impactantes ni tan siquiera esclarecedoras en esta obra, pero eso no le resta necesariamente todo interés. Dahl habla como politólogo y eso se nota, especialmente al analizar los criterios de validez que establece en sus argumentos (donde prima la coherencia lógica frente a la correspondencia empírica, aunque esta última se toma en consideración). Esta postura se aprecia cuando Dahl considera algunos peligros tradicionalmente achacados a la democracia: primero, la posibilidad de que la mayoría tiranice a las minorías discordantes; segundo, y mucho más probable, que una minoría poderosa abuse de una mayoría débil (he aquí a los grupos de presión, o <i>lobbies</i>). El autor concluye que, en cualquier caso, estos dos ejemplos no son un peligro inherente a la democracia, es más, supondrían una contradicción con ella misma, por tanto tales peligros no corresponden a la democracia, más bien a su degradación o desaparición (efectivamente, como adelantaba, aquí se aprecia el retruécano lógico). Además, frente a quienes arguyen que las democracias tienden a autodegradarse (la historia nos muestra algunos ejemplos), Dahl defiende, a mi juicio acertadamente, que la evidencia más bien sugiere que es la falta de democracia, su debilidad o su escasa trayectoria los factores que en todo caso propician su caída, en ningún caso la democracia en sí (ejemplos de ello serían Italia en 1924, Alemania en 1933, España en 1936, etc.). Desde aquí Dahl abordará a su vez otros problemas: la correlación entre la propiedad y el poder político, el despotismo de masas, la atomización social, etc.</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">Ahora bien, ¿qué es la democracia? Dahl la define, esencialmente, como el <i>derecho a autogobernarse</i>, el cual se da bajo ciertos supuestos: </div><div align="justify">(1) Necesidad de alcanzar ciertas decisiones colectivas que vinculan a todos los integrantes, </div><div align="justify">(2) Al menos dos etapas diferenciadas: (i) definición de la agenda de cuestiones a discutir, (ii) decisión y toma de resoluciones </div><div align="justify">(3) Las decisiones vinculantes deberían adoptarlas las personas que estén obligadas a cumplirlas, es decir, los miembros de la asociación </div><div align="justify">(4) Un principio débil de igualdad: el bien de cada persona merece la misma consideración, </div><div align="justify">(5) Un principio de libertad: cada persona tiene derecho a ser juez último de sus propios intereses, la carga de la prueba de este principio recae sobre terceros </div><div align="justify">(6) Un principio fuerte de igualdad: todos los miembros están igualmente cualificados para decidir que aspectos o no son relevantes a la hora de tomar una resolución vinculante, </div><div align="justify">(7) Un principio elemental de equidad: en general, los objetos escasos y valorados deberán asignarse de manera equitativa, aunque en ocasiones se contemplen las necesidades o méritos de cada persona.</div><div align="justify"></div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">Además, hay una serie de criterios que debe cumplir todo proceso para ser clasificado como democrático: </div><div align="justify">(I) <i>Igualdad de voto</i>: que suele expresarse bajo el principio de "<i>un ciudadano, un voto</i>" (aunque en la práctica <a href="http://www.voxeu.org/index.php?q=node/5682">puede no ser efectivamente así</a>).</div><div align="justify">(II) <i>Participación efectiva</i>: sin impedimentos legales o prácticos a la hora de que cualquier ciudadano pueda ejercer su derecho al voto. </div><div align="justify">(III) <i>Comprensión informada:</i> en relación tanto al proceso electoral como al funcionamiento ordinario de los mecanismos democráticos.</div><div align="justify">(IV) <i>Control final de la agenda</i> por parte de la <i>demos</i>, o miembros de la asociación sobre la que se toman decisiones vinculantes exclusivas. </div><div align="justify">(V) <i>Inclusión</i>: se deben incluir todos los miembros adultos menos los transeúntes y los incapacitados (i.e. mentales). La mención a los transeúntes es cuanto menos polémica. ¿Qué es un transeúnte? ¿Qué lo diferencia del residente? ¿El nacimiento en el territorio? ¿La residencia en el mismo durante un cierto tiempo? ¿Cuánto?</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">Los supuestos y criterios antes descritos constituyen una de las aportaciones más importantes en el conjunto de la obra de Dahl, y generalmente se reconocen como los elementos distintitvos de una democracia frente a los sistemas que el autor denomina como <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Poliarqu%C3%ADa">poliarquías</a> (en esencia, sistemas en los que el ejercicio del poder es descentralizado). Teniendo ésto en cuenta, Dahl analizará la cuestión fundamental de esta obra, ¿qué puede decirse del gobierno de las corporaciones industriales? ¿Son democráticos? ¿<i>Deberían</i> ser democráticos? Dahl intuye que sí, y para ello analiza primero, si bien superficialmente, las justificaciones más importantes que históricamente se han dado en defensa de la propiedad privada (Locke, Mill, Nozick). El autor concluye que ninguna de ellas aporta una respuesta satisfactoria a la hora de justificar la propiedad como un <i>derecho natural</i>, de ahí que necesariamente haya de tratarse de un derecho social, concedido, y por tanto, sujeto a la normativa que la sociedad (democrática) fije en cada momento. En todo caso, el único criterio válido sería el <i>utilitarista</i>, es decir, la propiedad privada se sostiene y justifica porque es efectiva para el mantenimiento de otros valores considerados deseables (democracia, eficiencia, libertad, etc.). En palabras del autor: "<i>Desde el punto de vista utilitario, el capitalismo "corporativo", la propiedad privada de las empresas económicas y hasta la institución de la propiedad privada no se pueden defender apelando a unos derechos fundamentales. Lo único que importa es su utilidad, comparada con otras soluciones posibles, una vez consideradas sus consecuencias para toda la gama de valores significativos: sus efectos sobre el proceso democrático, la igualdad política, los derechos políticos, la justicia, la eficacia y la libertad económica</i>" En el caso concreto de las corporaciones industriales, las palabras de Dahl son especialmente esclarecedoras: "<i>A veces se dice que la propiedad por parte de los accionistas está justificada debido a que éstos tienen el derecho moral a recibir una compensación por haber sacrificado su uso del dinero. Pero, ¿qué sacrifican? Responder que sacrifican otras oportunidades de inversión equivale a eludir la pregunta, pues ésta es justamente si tienen derecho a obtener una compensación por su inversión. Decir que sacrifican su consumo es ridículo, dada la concentración de la propiedad accionarial en manos de instituciones e inversores pudientes (aunque para mi esto no es justificable del todo). Y lo que es aun más significativo, el argumento del sacrificio justificaría como máximo un rendimiento a cambio del mismo. No justificaría el control. Yo diría que los trabajadores sacrifican más su vida trabajando que los inversores invirtiendo</i>". </div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">¿Hay espacio para un gobierno democrático en las propias organizaciones empresariales? Dahl afirma que sí, y a demostrar este aserto dedica casi la mitad de su libro. Dahl denominará a estas empresas económicas, propiedad colectiva de los trabajadores, como <i>"empresas autogobernadas"</i>, y en gran medida, se trataría de empresas cooperativas, quizá con alguna salvedad. No obstante, a pesar del interés que puedan suscitar los argumentos que el autor emplea, a la larga resultan, a mi parecer, bastante insatisfactorios. Los ejemplos que utiliza son prueba de ello: las empresas autogestionadas de la antigua Yugoslavia, algunas cooperativas americanas y las cooperativas pertenecientes al Grupo Mondragón, en España, todas ellas como prueba sino de éxito, al menos de factibilidad. Sin embargo, los ejemplos son súmamente débiles. De Yugoslavia mejor no hablar. En cuanto a cooperativas exitosas, si bien existen, son ante todo una excepción, y en más de una ocasión su éxito se debe a otros condicionantes ajenos a la propia empresa (presencia de bonificaciones fiscales o sostenimiento público, etc.). En definitiva, no puede decirse que los ejemplos sean ilustrativos, además de escasos.</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">A pesar de todo, dejemos por un momento al margen la realidad, ¿sería deseable un gobierno democrático dentro de las empresas, fuese directo o representativo? Esa es la opinión (cuando no el deseo) del autor, quien considera que no sólo la eficiencia económica no se resentiría sino que, céteris paribus, ésta aumentaría debido a la mayor motivación de los trabajadores, ahora identificados con una empresa que en último término les pertenece; lo cual a su vez redundaría en un menor estrés, más productividad, una mayor formación y unas instituciones democráticas más sólidas, dentro y fuera de la empresa. En definitiva, más felicidad para todos. O recurriendo a Stuart Mill: "<i>... el mayor mérito que puede poseer un gobierno es el de desenvolver esas cualidades (la virutd y la inteligencia de los que componen la comunidad). Tratándose de instituciones públicas, la primera cuestión es saber hasta qué punto tiende a desarrollar cada una de ellas en los miembros de la comunidad las diferentes cualidades morales o intelectuales...</i>" (Stuart Mill, 1861).</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">No quisiera negar la posibilidad de que todas o algunas de tales conclusiones fuesen ciertas, bajo todas o determinadas circunstancias. Sin embargo, la evidencia no parece aportar ningún indicio satisfactorio; y a pesar de su empeño o interés, desgraciadamente, diría que Robert A. Dahl, tampoco. Otra vez será.</div><br />
<a href="http://bitacoras.com/anotaciones/cuasieconomista.blogspot.com/2011/02/la-democracia-economica.html"><img alt="votar" src="http://widgets.bitacoras.com/votar/normal/cuasieconomista.blogspot.com/2011/02/la-democracia-economica.html" style="border: 0; vertical-align: middle;" title="Votar esta anotación en Bitacoras.com" /></a> <b><i>Si te ha resultado interesante, vótalo en Bitacoras.com</i></b>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-8247980898563985542011-02-14T01:14:00.001+01:002011-02-14T01:17:42.118+01:00Greguerías<div align="justify">Antes de nada, quisiera pedir disculpas por mi tardanza. La combinación de unas vacaciones junto a unos examenes contiguos no deja demasiado tiempo libre, y entre otras cosas, eso se ha reflejado en este mi querido blog. <i>Mea culpa</i>. No obstante, nunca es tarde para retomar aficiones (ni para abandonar otras, si no que se lo digan a mi tabaquismo), así que a partir de ahora espero poder reincorporarme plenamente y reemprender el ritmo habitual de publicación de entradas. No puede decirse que venga vacío de ideas, así que espero aprovechar la oportunidad.</div><div align="justify"><br />
En otro orden, quisiera anunciaros (e invitaros, dentro de las libertades que pueda permitirme) dos proyectos de corta andadura pero con un enorme potencial. El primero de ellos es <b><i><a href="http://politikon.es/">Politikon</a></i></b>, un nuevo agregador creado a imagen y semejanza de sus autores, a los cuales muchos ya conoceréis o seguiréis. Os suenan nombres como Materias Grises, Neoconomicon, Equilibrio Social, etc. ¿verdad? Pues ahora imagináos a toda esa gente reunida bajo un mismo servidor. Aterrador, sí, a la par que interesante. No desaprovechéis la oportunidad de visitarlos; os aseguro que no os defraudará. </div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">El segundo de ellos, si bien en este caso responde más a un capricho de mi ego (en ocasiones estratosférico), no lo toméis demasiado en serio, pero me haría ilusión que le echaráis un ojo de vez en cuando. Se titula <b><i><a href="http://altruistmeme.blogspot.com/">El meme altruista</a></i></b>, y se trata de una bitacora en la que un servidor tratará temas que, si bien resultan tan interesantes como atractivos, tengo una menor oportunidad de tratar (además de que, obviamente, tengo una menor idea que respecto a la economía, lo cual me requiere más formación, luego más esfuerzo). No obstante, en la medida de lo posible, intentaré desarrollar algún tema que me resulte interesante, desde un enfoque que resulte comprensible (el primero que tiene que entenderlo soy yo, claro) y, sobre todo, que resulte ameno. Espero que os resulte interesante.</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">No quiero entretenerme más (ni tampoco a vosotros, que no os lo merecéis). Simplemente, os invito como siempre a que estéis atentos a las próximas actualizaciones. Y por supuesto, gracias por venir. Estáis en vuestra casa. </div><br />
<a href="http://bitacoras.com/anotaciones/cuasieconomista.blogspot.com/2011/02/greguerias.html"><img alt="votar" src="http://widgets.bitacoras.com/votar/normal/cuasieconomista.blogspot.com/2011/02/greguerias.html" style="border: 0; vertical-align: middle;" title="Votar esta anotación en Bitacoras.com" /></a> <b><i>Si te ha resultado interesante, vótalo en Bitacoras.com</i></b>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-13519579749299814222010-11-25T05:17:00.003+01:002010-11-25T05:23:49.978+01:00La subasta del billete de diez dólares<div align="justify">Uno de los principales campos de aplicación de la teoría de juegos ha sido el <i>diseño de procedimientos de subasta</i>. Quizá el ejemplo paradigmático sea el de la subasta del espectro de telecomunicaciones de tercera generación (3G) de Inglaterra en el año 2000, dirigida por el economista <b>Ken Binmore</b>, y que logró recaudar la friolera de 22.000 millones de libras. Aunque no todas sean tan excepcionales, en la vida diaria nos enfrentamos a multitud de subastas. Salvando las distancias, constantemente pujamos por lograr la aprobación de nuestros amigos, convencer de nuestro punto de vista en una discusión o conseguir reconocimiento en nuestro trabajo. Obviamente, <i>no todas las subastas son iguales</i>. Ni las reglas, ni los jugadores, ni las recompensas pueden equipararse en muchos casos. Estas circunstancias, y sus consecuencias, son las que se analizan a través de las herramientas que proporciona la teoría de juegos. </div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">La subasta más tradicional es la <i>inglesa</i>, en la que los postores conocen las ofertas de su competencia y pueden modificar la suya mientras la subasta esté abierta. Al final de la subasta, gana el postor que haya realizado la puja más alta. No obstante, en esta entrada quisiera exponer una subasta más particular, que coloquialmente se conoce como la <b><i>subasta del billete de diez dólares</i></b> (en la que el objeto subastado es, cómo no, un billete de diez dólares). <b>Las reglas son sencillas. Primero, la puja más alta será la ganadora al cerrarse la subasta. Segundo, la segunda puja más alta no recibe nada pero <i>tampoco</i> se recupera.</b> ¿Qué podemos esperar que hagan los jugadores? Supongamos que se subasta un billete de 10$ siguiendo el procedimiento de subasta inglesa. Ciertamente, podemos esperar que los jugadores incrementen sus ofertas hasta el preciso momento en el que se alcanza la cifra de 10$. Llegado ese punto el ganador realmente se queda como estaba (paga diez dólares por un billete del mismo valor); además, ningún otro jugador querrá realizar ninguna puja adicional (pues cualquier cifra superior supondría pérdidas).</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">Ahora bien, ¿sucede lo mismo si seguimos las reglas particulares que hemos descrito? Imaginemos la situación. En principio, los jugadores realizarán alternativamente pujas más altas hasta el momento en el que la última puja se realice por valor de 10$. Hasta aquí los acontecimientos son idénticos a los de la subasta inglesa. Sin embargo, si la subasta se cerrase en este momento, el jugador que hubiese realizado la puja más alta sería el ganador (con ganancias nulas); pero por otra parte, el jugador que hubiese realizado la segunda puja más alta, por ejemplo 9$, se vería obligado a pagar dicha cantidad sin recibir nada a cambio (con lo que tendría unas <i>pérdidas</i> de 9$). ¿Cuál será la actuación más lógica del segundo jugador? Seguir pujando, por ejemplo, con 11$. ¿Por qué? Si lo hace, entonces el segundo jugador habría realizado la puja más alta, luego sería el ganador. Se vería obligado a pagar 11$ por el billete de 10$, con lo que en realidad perdería 1$, pero esta pérdida es <i>inferior</i> a la que tendría si se queda en segundo lugar (que eran 9$). Ahora el primer jugador se encuentra en la misma tesitura ante la que el segundo se encontraba antes: su mejor opción es seguir pujando, por ejemplo 12$ (sus pérdidas pasarían a ser de 2$ en vez de 10$). Así, <b>estos dos jugadores se enzarzarán en una espiral ascendente de pujas con cifras cada vez más altas sin que pueda suponerse ningún final definido</b>. En todo caso, éste sucederá cuando cualquiera de los dos renuncie a continuar la subasta y asuma sus pérdidas alegremente, pero si asumimos jugadores <i>estrictamente racionales</i>, la subasta no terminará nunca (ya que siempre será preferible pagar 10.000$ y recibir los 10$ que tener que pagar 9.999$ y no recibir nada a cambio). Obviamente, asumimos que cada puja incrementa la última cantidad ofertada de forma marginal (o en todo caso, con un margen de 10$ como máximo, algo que por otra parte será lo más lógico, ¿por qué vas a ofertar una cantidad mayor con un margen de 10$ si con ofertar únicamente una con un margen de 1$ ya resultas ganador, por ejemplo?).</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">No obstante, podría decirse, <b>estos dos jugadores no pueden incrementar sus pujas indefinidamente</b>. Llegará algún momento en que no tengan dinero para respaldarlas. Ésto es cierto, pero ¿qué pasa si los jugadores pueden <i>endeudarse</i>? Las posibilidades de los dos jugadores de continuar su particular batalla se ven ahora incrementadas. Aún así, el proceso no podría prolongarse eternamente. <b>Llegará un momento en que uno de los jugadores se vea en la obligación de renunciar a la subasta ante la incapacidad de soportar sus pérdidas</b> (inclusive teniendo en cuenta los préstamos de un banco, que consecuentemente también soporta una pérdida neta por esos créditos que dudosamente esperará recuperar en el futuro). La situación del ganador no es mucho más agradable: sí, es el ganador de la subasta, pero también a él le tocará soportar pérdidas. Su único consuelo es que las pérdidas serán menores que si no hubiera sido ganador, pero nada más. Se trata de una<i> victoria pírrica </i>en toda regla. De esta forma, vemos como la introducción de una, en apariencia, inocente regla adicional ha trastocado la subasta de una forma difícilmente imaginable. <i>El único ganador en el proceso es el subastador</i>, que ha obtenido de esta forma unas ganancias que, en circunstancias normales, tampoco podría haber esperado nunca.</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">Al margen del horror que muchos experimentaréis ante una desgracia que ninguno de los dos jugadores vio venir (a fin de cuentas, lo único que hacían era<i> huir hacia adelante </i>intentando escapar de la misma), quizá os preguntaréis, ¿suceden este tipo de casos en la vida real? Desgraciadamente sí. La actualidad de hecho nos ofrece un ejemplo candente del que todavía no podemos prever ningún desenlace: la <b><i>guerra de divisas</i></b> (con China y EE.UU. como principales contendientes). En esencia, <b>una forma que tienen los países de crecer es aumentar sus exportaciones netas</b>. Si un país devalúa su moneda, es de esperar que sus mercancías, ahora más baratas, encuentren mayores demandantes en el mercado internacional. Sin embargo, <b>esta actuación entra en conflicto con el resto de países</b>, que en el corto plazo ven reducidas sus exportaciones por efecto de la competencia (y recordemos, el corto plazo es lo <i>único</i> que le importa a los políticos de turno). Así, si el país uno devalúa su moneda esperando incrementar sus exportaciones netas (a costa del resto de países), una elección lógica para el país dos es devaluar también su moneda esperando que el resultado final sean mercancías más baratas que las del país uno (o, como mínimo, igual de baratas, preservando así el <i>statu quo</i>). Llegado este momento, los países implicados se enzarzarán en una espiral ascendente de devaluaciones, donde las alternativas son bien soportar una pérdida neta en la riqueza del país o bien soportarla con el consuelo de que la misma se compensará en el futuro con un incremento <i>esperado</i> de las exportaciones netas. </div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">El proceso, como puede verse, guarda estrechas relaciones con el ejemplo de la <i>subasta del billete de diez dólares de la entrada</i>, si bien en este caso no hablamos <i>necesariamente</i> de dos jugadores: <b>todos los países implicados experimentan una pérdida de posición relativa con que únicamente <i>uno</i> de ellos realice una devaluación, por tanto, en principio todos tienen incentivos a imitar esa estrategia</b>, dando lugar así al procedimiento de subasta. ¿Qué podemos esperar, más aún teniendo en cuenta que se trata de un problema de actualidad? No sabría decirlo, pero si este tipo de subastas sólo finalizan cuando todos los contendientes menos uno son incapaces de seguir pujando (porque no pueden endeudarse más, o porque no pueden permitirse seguir mermando su riqueza en proporciones superiores) desde luego, el resultado no será en absoluto alentador.</div><br />
<a href="http://bitacoras.com/anotaciones/cuasieconomista.blogspot.com/2010/11/la-subasta-del-billete-de-diez-dolares.html"><img alt="votar" src="http://widgets.bitacoras.com/votar/normal/cuasieconomista.blogspot.com/2010/11/la-subasta-del-billete-de-diez-dolares.html" style="border: 0; vertical-align: middle;" title="Votar esta anotación en Bitacoras.com" /></a> <b><i>Si te ha resultado interesante, vótalo en Bitacoras.com</i></b>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-27395774983602746162010-11-24T00:41:00.001+01:002010-11-24T00:42:04.402+01:00El equilibrio normativo<div align="justify">Aprovechando que en la <b><a href="http://cuasieconomista.blogspot.com/2010/11/una-justificacion-intuitiva-del.html">entrada anterior</a></b> hablaba sobre el equilibrio general, al tiempo que justificaba los estudios encaminados a probar su existencia y las consecuencias que la misma suponía para el análisis económico, me ha surgido una duda relacionada precisamente con uno de los aspectos fundamentales de este equilibrio, a saber, el ser <b><i>eficiente en el sentido de Pareto</i></b>. No obstante, más que una explicación, quisiera plantear la cuestión de forma abierta, ya que no tengo del todo claro la veracidad del tema en cuestión.</div><div align="justify"><br />
Uno de los requisitos más ampliamente aceptados en torno a las características que ha de cumplir un equilibrio en una economía es que éste sea eficiente en el sentido de Pareto. El equilibrio general que se alcanza en el modelo de Arrow-Debreu cumple esta propiedad. No sólo eso. Los desarrollos posteriores en microeconomía centrados en el análisis del equilibrio general fuera del marco de competencia perfecta también persiguen este misma propiedad. Cabría decir que <b>no podemos hablar de un equilibrio propiamente dicho, o al menos aceptable, si no encaja dentro de los criterios de eficiencia <i>paretiana</i></b>.</div><div align="justify"><br />
No obstante, ¿qué queremos decir cuando afirmamos que un equilibrio es eficiente en el sentido de Pareto? En concreto, implica que la distribución que se alcanza en dicho equilibrio proporciona a los agentes de la economía una utilidad tal que únicamente podemos incrementar la utilidad de alguno de los agentes a costa de disminuir la de otro. He tratado la cuestión relativa a los criterios de eficiencia en otras entradas (<b><a href="http://cuasieconomista.blogspot.com/2010/02/la-eficiencia-economica.html">I</a></b>, <a href="http://cuasieconomista.blogspot.com/2010/02/la-eficiencia-economica-ii.html"><b>II</b></a>, <b><a href="http://cuasieconomista.blogspot.com/2010/02/la-eficiencia-economica-iii.html">III</a></b>), con lo que no voy a extenderme en ello aquí. ¿Dónde está entonces mi duda?</div><div align="justify"><br />
La eficiencia en sentido de Pareto es un criterio <i><b>normativo</b></i>, es decir, su cumplimiento es <i>deseable</i> o, en cualquier caso, hemos de tender hacia él. Ahora bien, ¿en qué sentido es deseable? Diría que únicamente podemos formular un argumento que no resulte vacío desde un punto de vista estrictamente <i>político</i> (ésto es, <i>ético)</i>, pero <b>ésto hace que cualquier intento de justificación caiga fuera del campo propio de la economía</b>. No negaré que pueden existir razones de corte técnico que hagan más viable la adopción de este criterio de eficiencia respecto a cualquier otro, pero tales razones aluden a su <i>viabilidad</i>, no a su deseabilidad o conveniencia. Como digo, cualquier definición encaminada en esta última dirección resulta ajena a la ciencia económica. Ha de tomarse como dada, en todo caso.<br />
<br />
Este hecho me sitúa en una difícil posición, a saber, <b>la posibilidad de</b> <b>tener que admitir que los fundamentos de nuestros modelos se encuentran empapados de <i>ideología</i></b>. A fin de cuentas, la eficiencia paretiana bien puede interpretarse como una formalización del precepto <i>"haz lo que quieras en tanto no perjudiques a los demás"</i>, si bien formulado desde el punto de vista de ese ente redistribuidor (algunos lo llaman <i>subastador walrasiano</i>) que subyace a todos estos modelos. Sin embargo, si la adopción de un criterio u otro depende en última instancia de una elección ética, ¿por qué escoger el criterio paretiano, por qué no otro? O mejor aún, ¿por qué no <i>ninguno</i>? No sabría decir hasta qué punto podríamos operar prescindiendo de cualquier criterio normativo, más allá de relegar la economía a una labor puramente descriptiva. Sin embargo, el que gran parte de los supuestos e implicaciones de nuestros modelos dependan de una elección hasta cierto punto arbitraria (como toda elección de una ética de referencia en última instancia) se me antoja oscura, o viciosa, en lo que respecta a nuestra labor de formalización.<br />
<br />
Como digo, se trata de una duda (razonable, diría yo) que no me encuentro plenamente capacitado para intentar responder. Espero, en todo caso, vuestra opinión al respecto.</div><br />
<a href="http://bitacoras.com/anotaciones/cuasieconomista.blogspot.com/2010/11/el-equilibrio-normativo.html"><img alt="votar" src="http://widgets.bitacoras.com/votar/normal/cuasieconomista.blogspot.com/2010/11/el-equilibrio-normativo.html" style="border: 0; vertical-align: middle;" title="Votar esta anotación en Bitacoras.com" /></a> <b><i>Si te ha resultado interesante, vótalo en Bitacoras.com</i></b>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-51926495355686424022010-11-23T07:48:00.001+01:002010-11-23T07:49:48.805+01:00Una justificación intuitiva del equilibrio general<div align="justify">En una ocasión, me encontraba comentando con <b>Citoyen</b> el libro <i><b>Whither Socialism?</b></i> de <b>Stiglitz</b>, el cual acababa de leerme por una recomendación (indirecta) suya. El libro bien merecería una entrada (Stiglitz merecería como mínimo un blog, en opinión del propio Stiglitz). De forma muy resumida, una de las tesis del libro sostiene que<b> la hipótesis de mercados completos es <i>imposible</i></b>. La completitud de mercados indica que existe un mercado para todos los bienes y derechos, y por tanto, el precio de los mismos es de conocimiento público. El concepto tiene especial relevancia en los mercados financieros, para los que, matemáticamente, diríamos que existen tantos activos financieros <i>distintos</i> como estados de naturaleza. La crítica de Stiglitz postula que a pesar de toda la variedad de activos financieros que estuviesen disponibles (i.e. futuros) es <i>imposible</i> disponer de forma <i>efectiva</i> de un activo financiero <i>distinto</i> para cada estado de naturaleza en cada periodo del tiempo de aquí en adelante hasta el infinito. <b>Luego en la práctica</b> <b>los mercados financieros no sólo son incompletos, sino que es <i>estúpido</i> suponer que pueden <i>no serlo</i></b>. Obviamente, si los mercados financieros son incompletos, entonces <i>el conjunto de todos los mercados</i> (que es el objeto de estudio del equilibrio general) es incompleto.<br />
<br />
Puede decirse que a partir de este primer postulado Stiglitz desarrollaría su programa de investigación basado en la <b>asunción de información <i>imperfecta</i> en el análisis de los mercados</b> (que ha resultado bastante prolífico, por otra parte). El estudio del equilibrio general caía así en desgracia: no por animadversión, sino por futilidad. ¿De qué sirve definir, corregir o estudior un concepto tal como el equilibrio general si una de sus hipótesis necesarias está viciada de partida? Más allá de la elegencia o sutilidad de las ecuaciones del modelo, tanto su contenido como su resultado estarán carentes de toda correspondencia empírica (algo que tras este razonamiento pareció mostrarse evidente para los mercados financieros, por ejemplo).<br />
<br />
No obstante, Stiglitz no es el único economista que desarrolla, o perfecciona, programas de investigación en economía. A este respecto, le comenté a <b>Citoyen</b> acerca del <b><i>equilibrio de Radner</i></b>. Se trata de una extensión del modelo Arrow-Debreu desarrollado por el economista americano <b>Roy Radner</b> en 1972. <i>¿Cuál es la diferencia?</i> En esencia, <b>se trata de un modelo de equilibrio general que introduce los <i>activos financieros</i>, mediante los cuales los agentes pueden transferir renta entre distintos periodos temporales con distintos estados de naturaleza posibles</b>. Lo interesante es que el equilibrio de Radner resultante es <i>equivalente</i> al equilibrio de Arrow-Debreu (por tanto, entre otras cosas es eficiente en el sentido de Pareto). A primera vista puede parecer que el modelo no pretende más que obtener los mismos resultados de siempre empleando variables más realistas (que no es poco); sin embargo, constituye la base del primer análisis consistente de equilibrios en mercados incompletos. ¿Cómo? <i>¿Puede alcanzarse un equilibrio general en mercados incompletos?</i> El paradigma neoclásico lleva casi treinta años tratando de resolver esa pregunta, y hasta el momento, los resultados han sido tan fructíferos como esperanzadores.<br />
<br />
Eso sí, no son estos avances en el campo de la microeconomía los que motivan la entrada, sino el comentario de <b>Citoyen</b> al respecto de los mismos (cónstese que parafraseo en exceso sus palabras): <i>"Sí, está muy bien, pero ¿de verdad crees que en la práctica sirve para algo analizar equilibrios generales?"</i>. En ese momento tenía mis dudas, pero si hoy escribo esta entrada es porque creo poder afirmar que sí. Sí tiene sentido, y además es súmamente importante; no tanto por los resultados concretos que nos arroje el análisis de un equilibrio general particular como por el hecho de que <b>seamos capaces de constatar que <i>realmente existe</i>, o <i>puede existir</i>, un equilibrio general en una economía</b>, independientemente de los agentes, los estados de naturaleza, los periodos temporales o el grado de información, por citar algunas variables. ¿Por qué es tan imporante? Porque el que exista, o pueda existir, <b>un equilibrio general nos indica que una economía, entendida como un sistema, es <i>estable; </i>de hecho, diría que nos indica </b><b>que es <i>efectivamente</i> un sistema</b><i>.</i><br />
<br />
Carezco del conocimiento necesario en teoría y dinámica de sistemas como para poder sostener mi afirmación de forma argumentada. De momento tan sólo puedo aducir intuiciones. No obstante, el hecho de que exista un equilibrio general nos dice que, a pesar del caos aparente que podamos observar en la disposición y evolución de las variables de una economía, existe un estado hacia el que tales variables tienden, o del que esas variables se alejan, de una forma u otra. Supone, en pocas palabras, que <b>existe un <i>punto de referencia</i> a partir del cual se articula el sistema</b> (de ahí que diga que es bastante probable que su existencia sea necesaria para poder afirmar que nos encontramos ante un sistema propiamente dicho). De no ser así, <b>nos encontraríamos ante la circunstancia de que seríamos <i>incapaces</i> de explicar la evolución de cualquier variable económica</b>. Por ejemplo, supongamos que aumenta la tasa de inflación. Si nos preguntaran el por qué, podríamos esgrimir varias razones: porque se produce un incremento en el nivel general de precios, porque aumenta la masa monetaria, etc. Sin embargo, el argumento realmente estará <i>vacío</i>. <b>Si decimos que una variable cambia o evoluciona respecto a otras es porque las circunscribimos dentro de un sistema con una estructura definida articulado bajo unas reglas precisas, es decir, podemos afirmar de dónde viene cada variable y hacia dónde se dirige</b>. Tales apreciaciones exigen que exista un punto de referencia a partir del cual se construya el sistema, que no ha de ser necesariamente único, pero sí necesariamente ha de existir. No por menos, aunque no deja de ser irónico, la existencia de este equilibrio general es una suposición central en el modelo de Arrow-Debreu (y por tanto, de todos los modelos de equilibrio general, si bien su demostración es efectiva).<br />
<br />
Si tenemos todo ésto presente, queda clara la importancia de demostrar que, a pesar de que los mercados sean incompletos, o la información no sea perfecta, puede darse un equilibrio general. De no ser así, cuando tales fallos de mercado aparecen, habríamos de afirmar no que la economía se <i>aleja</i> del equilibrio sino que, en pocas palabras, se <i>derrumba</i>. Lo que tendríamos delante de nosotros no dejaría de ser un conjunto en el que las variables se mueven de forma caótica sin que pudiésemos establecer ninguna verdadera relación de causalidad. Los modelos formales carecerían de validez, así como cualquier pretensión normativa por parte de la economía: lo único que podríamos hacer, en todo caso, es <i>describir las cosas tal cual suceden</i>, pero nada más.<br />
<br />
Para finalizar, y antes de que penséis que puedo exagerar o definir algo totalmente inconcebible, tened presente que la <b><i>hipótesis del paseo aleatorio</i></b> afirma que precisamente ésto es lo que sucede con la evolución de los precios de los activos (o en la mayoría de ellos) en los mercados financieros. Sea o no cierto, desde luego, la cuestión, en lo que a la ciencia económica concierne, no carece de importancia.<br />
<i></i></div><br />
<a href="http://bitacoras.com/anotaciones/cuasieconomista.blogspot.com/2010/11/una-justificacion-intuitiva-del.html"><img alt="votar" src="http://widgets.bitacoras.com/votar/normal/cuasieconomista.blogspot.com/2010/11/una-justificacion-intuitiva-del.html" style="border: 0; vertical-align: middle;" title="Votar esta anotación en Bitacoras.com" /></a> <b><i>Si te ha resultado interesante, vótalo en Bitacoras.com</i></b>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-90047882365250030342010-11-23T03:09:00.006+01:002010-11-24T00:09:40.555+01:00"Free to Lose" de John E. Roemer (V): conclusiones<div align="justify">¿Qué puedo decir tras la lectura de <i><b>Free to Lose</b></i>, de <b>John E. Roemer</b>? En esta entrada quisiera esbozar algunas conclusiones que he podido extraer tras su lectura, la cual he intentado transmitiros tan claramente como me ha sido posible en una serie de entradas (<a href="http://cuasieconomista.blogspot.com/2010/10/free-to-lose-de-john-e-roemer-i-trabajo.html"><b>I</b></a>, <a href="http://cuasieconomista.blogspot.com/2010/10/free-to-lose-de-john-e-roemer-ii.html"><b>II</b></a>, <b><a href="http://cuasieconomista.blogspot.com/2010/10/free-to-lose-de-john-e-roemer-iii-clase.html">III</a></b>, <b><a href="http://cuasieconomista.blogspot.com/2010/10/free-to-lose-de-john-e-roemer-iii-bis.html">III bis</a></b>, <b><a href="http://cuasieconomista.blogspot.com/2010/10/free-to-lose-de-john-e-roemer-iv.html">IV</a></b>). A pesar de todo, he de decir que, si bien en términos generales la obra no tiene desperdicio, es probable que desencante tanto a quienes pudiesen esperar de ella una confirmación estricta de las doctrinas marxistas más ortodoxoas como a quienes, en el lado contrario, esperasen encontrar cómo las herramientas analíticas de la economía moderna habían de refutar tales doctrinas. Quisiera destacar, por tanto, dos grandes conclusiones en las que considero se condensa no sólo toda la obra, sino también la gran aportación de Roemer al tema que tratamos. Es seguro que podrían extraerse muchas más, referidas a demostraciones matemáticas, ejemplos concretos o recovecos de la teoría, pero el espacio clama que sea conciso. Espero, al menos, que la serie de entradas que he desarrollado en mayor profundidad permita entrever todo aquello que una mera conclusión sintética no permite.</div><div align="justify"><br />
No creo equivocarme al afirmar que la principal aportación de toda la obra se recoge en el concepto de <i><b>explotación</b></i> desarrollado por Roemer. Su gran logro consiste en prescindir no sólo del lastre que suponía la aceptación de la teoría del valor-trabajo, sino del convencimiento marxista de la necesidad de toda una lógica propia (llámemosla dialéctica) para ser capaces de comprender sus implicaciones. <b>La <i>explotación</i> se define ahora como la pérdida de utilidad experimentada por un agente económico, dada una distribución concreta, respecto a la que poseería si dicha distribución fuese igualitaria</b>. Esta definición posee aplicación general, permite adaptarla a circunstancias concretas y, curiosamente, prescinde de la necesidad de cualquier aceptación previa de los postulados, económicos o éticos, de la doctrina marxista. Roemer llegará incluso a afirmar que, aun aceptando el marxismo, existe un nivel de explotación que puede considerarse socialmente necesario, o incluso que en un sistema económico socialista seguirá existiendo explotación, por muy diferente que sea cualitativa o cuantitativamente respecto a la capitalista. </div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">He de decir que en un primer momento me mostraba bastante escéptico ante la valía de este concepto, ya que a fin de cuentas, requiere de una <i>comparación</i> entre dos situaciones, una efectiva y otra hipotética, y que por muy rigurosa que fuese queda en última instancia al arbitrio de quien la efectúe. No obstante, esta objeción pierde validez cuando se considera que la economía ortodoxa <i>no hace nada distinto</i>. Cuando afirmamos que un mercado genera rentas para los agentes económicos, en realidad estamos afirmando que parte de sus beneficios no surgirían en una situación de competencia perfecta, que obviamente nosotros establecemos, y por tanto remitimos su origen a alguna variable explicativa, como el poder de monopolio. O cuando afirmamos que un monopolio reduce el excedente social de bienestar, ya que en realidad no hacemos más que comparar el excedente efectivo con el que esperaríamos encontrar en una situación de competencia perfecta. Cuestión aparte son los juicios normativos que pudiésemos emitir dados todos estos ejemplos, pero como suelo decir, en ese caso nos encontramos ante una <i>decisión política, no económica</i>. Qué decir sobre la explotación, en caso de afirmar su existencia, cae exáctamente bajo la misma consideración.</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">La segunda gran aportación de Roemer es sin duda su definición de <i><b>clase social</b></i>, <b>que el autor remite a la posición de los agentes económicos respecto de sus relaciones contractuales de trabajo</b>. Así, los agentes que venden toda su fuerza laboral formarían una clase social (el proletariado, en terminología clásica marxista), mientras que quienes no trabajn en absoluto y dedican sus recursos a la contratación de terceros constituirían otra distina (los capitalistas, en la misma línea). Entre ambas se abre un abanico de posibilidades definidas en torno a la relación laboral que mantienen unos agentes con otros. Otra aportación es demostrar que esta misma relación de explotación recíproca que da lugar a las clases sociales y que se realiza a través de los mercados de trabajo <b>es idénticamente aplicable para el caso de los mercados financieros</b>, y en última instancia, para los países entre sí a través de la inmigración o los mercados de capitales internacionales. La conclusión de todas estas implicaciones es que <b>la causa de la explotación se encuentra en la <i>desigualdad</i> en la distribución de los recursos</b>, y no en la existencia de los mercados. Esta afirmación resulta de especial importancia, ya que indica que <b>en tanto los factores de producción no se repartan de forma <i>equitativa</i> la aparición de distintas clases sociales será un resultado necesario que se propagará a través de los mercados</b>, sin necesidad de que exista ninguna coacción u opresión explícita.</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">Dije que la obra provocaría desencantos para quienes buscasen una confirmación de las teorías de siempre a través de nuevas herramientas. Estas dos grandes conclusiones dicen mucho de ello. Así, asistimos a un análisis que, encuadrado en los objetivos sociales marxistas, recomienda centrarse en los derechos de propiedad más que los mercados, en su funcionamiento más que en su estructura, en la igualdad material más que en la explotación. Con todo, las formulaciones son rigurosas, y el empleo que de la matemática hace el autor es limpio, elegante y eficaz. No podrá, por tanto, achacarse demérito a su método, con el cual extrae todas las conclusiones vistas. Esta es quizá la principal razón de desencanto entre los marxistas clásicos que esperaban de esta obra una confirmación estricta de sus convicciones: si se está de acuerdo con los planteamientos, entonces no podrá objetarse a priori las conclusiones; o en todo caso, será necesario refutarlas, aunque ello implique prescindir de la ideología para encomendarse a las herramientas y restricciones de la ciencia.</div><div align="justify"><br />
No obstante, se me podría decir, el hecho de que algunas conclusiones de corte práctico en torno al marxismo se muestren como inútiles, cuando no contraproducentes con sus objetivos, no elimina la validez de la teoría como paradigma alternativo en la <i>praxis</i> política. Este matiz es acertado. Sin embargo, la presunta originalidad del marxismo actual se muestra menos clara cuando, prescindiendo de lógicas alternativas, se toman las herramientas analíticas ortodoxas, tal y como hace Roemer. Su obra supone un ejemplo contundente de una actitud que la economista poskeynesiana Joan Robinson ya criticó respecto al uso que los marxistas hacían de la economía. En sus propias palabras: <i>"Lo que quiero decir es que yo llevo a Marx en la médula de los huesos y usted </i>[un político marxista]<i> lo tiene en la boca. Tomemos, por ejemplo, la idea de que el capital constante es una materialización del trabajo aplicado en el pasado. Usted piensa que esta noción debe demostrarse con mucha palabrería hegeliana. En tanto que yo digo (aunque no empleo una terminología tan pomposa): Claro, ¿qué otra cosa podría ser?"</i><i>. </i>Efectivamente, si algo pudo constatar la labor del marxismo analítico, es la enorme presencia que ideas tradicionalmente consideradas como "exclusivamente marxistas" tenían en muchos campos del conocimiento, ya fuese por influencia directa ya fuese por desarrollo paralelo (lo cual confirma, en todo caso, la clarividencia de Marx en tales cuestiones). Considerar al marxismo como una alternativa totalmente original e independiente de cualquier otra existente sólo puede llevar a confusión. Las grandes diferencias, repito nuevamente, se basan en la aceptación de una <i>ética distinta</i>, no de unos planteamientos o de unas conclusiones diferentes.</div><div align="justify"><br />
Del mismo modo, dije que quienes buscasen una refutación del marxismo por el sólo empleo de la matemática. Queda patente que no es así. Desde luego, puede opinarse lo que se quiera sobre la obra de Karl Marx, pero en ningún momento podrá achacarse a su autor altura intelectual o clarividencia respecto a su tiempo. Gran parte de sus apreciaciones se consideraron certeras entonces, igual que muchos las consideran ahora. El que se efectúe una formalización matemática o no, no obstante, no altera lo que podamos decir acerca de sus conclusiones (en todo caso, nos permiten hablar con la seguridad que proporcionan la coherencia lógica y la definición rigurosa de las premisas, pero nada más). <b>Los fundamentos del marxismo como paradigma dentro de las ciencias sociales, repitámoslo tantas veces como sea necesario, son esencialmente políticos, es decir, <i>éticos</i></b>. Su aceptación o su rechazo, su apología o su erradicación, pasan por tanto por la asunción previa de una ética que en última instancia condena, en sus propios términos, la <i>"explotación del hombre por el hombre"</i>. El economista puede aportar herramientas, codificar ejemplos e interpretar soluciones, pero no le corresponde a él enunciar los fines últimos de la sociedad.</div><div align="justify"><br />
O si preferís, simplemente: leedlo, merece la pena.<br />
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<strong><em>Enlaces recomendados</em></strong><br />
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<strong><em><a href="http://asesinatoenelmargen.blogspot.com/2008/06/sobre-el-marxismo-analtico-y-algunos.html">Sobre el marxismo analítico y algunos mitos del socialismo</a></em></strong>, por <strong>Stanislao Maldonado</strong> en <em>Asesinato en el margen </em></div><br />
<a href="http://bitacoras.com/anotaciones/cuasieconomista.blogspot.com/2010/11/free-to-lose-de-john-e-roemer-v.html"><img alt="votar" src="http://widgets.bitacoras.com/votar/normal/cuasieconomista.blogspot.com/2010/11/free-to-lose-de-john-e-roemer-v.html" style="border: 0; vertical-align: middle;" title="Votar esta anotación en Bitacoras.com" /></a> <b><i>Si te ha resultado interesante, vótalo en Bitacoras.com</i></b>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-80840121679905824402010-11-17T23:38:00.003+01:002010-11-18T00:30:09.045+01:00Estar desempleado no te hace más infeliz... o casi<div align="justify">En la actualidad, tanto economistas como políticos parecen haber empezado a valorar el empleo del concepto de <i><b>bienestar subjetivo</b></i> en sus análisis. Contraponemos bienestar <i>subjetivo</i> al tradicionalmente considerado <i>objetivo</i>, es decir, aquél que se calcula a partir de determinadas variables tangibles de los agentes, como las propiedades, la renta o el gasto en servicios de ocio. La diferencia principal radica en que, en vez de ver <i>qué tienen</i> los agentes, el objetivo es saber <i>qué piensan</i> o <i>cómo valoran</i> lo que tienen. Sirva de ejemplo de este avance el caso del Reino Unido, que recientemente ha anunciado un plan para elaborar un índice con el que estimar el "bienestar general de la nación". Ciertamente, las cuestiones relacionadas con el plano subjetivo han de cojerse siempre con pinzas (dado el enorme sesgo previsible y la más que probable escasa fidelidad de los datos declarados por los agentes); no obstante, su empleo en conjunción con datos objetivos, más tradicionales por así decirse, puede ofrecer algunas aportaciones interesantes en el análisis, sobre todo al valorar las diferencias entre ambos métodos.</div><div align="justify"><br />
En cualquier caso, el título de esta entrada parece cuanto menos paradójico, ya que habrá pocas cuestiones en las que la gente coincida en mayor medida que en afirmar que el desempleo es <i>perjudicial </i>(¡ni yo como cuasieconomista me atrevería a negarlo!). De hecho, ante la pregunta: "<i>¿Considerando todo, cómo de satisfecho está con su vida, en conjunto, en estos momentos?</i>", no debería sorprender que los trabajadores desempleados declaren una menor satisfacción con su vida. No obstante, aunque esta respuesta se muestre contundente, en realidad nos da bastante poca información sobre qué hace que una persona desempleada esté más insatisfecha (o en caso contrario, que una persona empleada sea más satisfecha). Aunque como decía antes sea difícil entrar en consideraciones frente a lo subjetivo, no parece nada despreciable el que una parte importante de la población (en España varios millones, de hecho) se declare insatisfecha con su vida. Las consecuencias son bastante poco predecibles, pero desde luego no se muestran alentadoras, y menos ante la visible persistencia del desempleo durante los próximos años.</div><div align="justify"><br />
En un reciente estudio, titulado <b><i><a href="http://ideas.repec.org/p/ces/ceswps/_2604.html">Dissatisfied with Life but Having a Good Day: Time-use and Wellbeing of the Unemployed</a></i></b>, <b>Andreas Knabe</b>,<b> Ronnie Schöb</b>,<b> Steffen Rätzel </b>y<b> Joachim Weimann </b>intentan descomponer qué factores son los que configuran la "satisfacción", subjetiva, que el individuo posteriormente declara en las escuestas. Concretamente, su estudio se centra en los efectos que el desempleo general sobre esta satisfacción, en comparación con la de las personas empleadas. Sin abrumaros con cuestiones metodológicas, el trabajo analiza las diferencias entre empleados y desempleados en Alemania respecto a sus respuestas sobre la satisfacción diaria, sobre sus estados de ánimo, la composición de las actividades que realizan a lo largo de un día y la diferencia en la duración de dichas actividades. Los resultados que obtienen, a través de una regresión econométrica, se muestran en la siguiente tabla:<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://www.voxeu.org/sites/default/files/image/FromAug2010/KnabeTbl1.gif" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="332" src="http://www.voxeu.org/sites/default/files/image/FromAug2010/KnabeTbl1.gif" width="400" /></a></div><br />
Puede apreciarse que, como era previsible, las <b>personas desempleadas declaran, en general, unos <i>menores</i> niveles de satisfacción respecto a su vida que las empleadas</b>. Los resultados muestran además que tanto empleados como desempleados <b>clasifican el trabajo dentro de las actividades <i>menos</i> placenteras</b>. Además, los datos sugieren que los empleados experimentan más sentimientos positivos que los desempleados para la realización de una misma actividad (algo que, curiosamente, no se sostiene en el caso del cuidado de los hijos).<br />
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Estas observaciones permiten descomponer el efecto del desempleo sobre el bienestar subjetivo en dos partes: el <b>efecto </b><b>depresivo</b> (<i>saddening effect</i>) del desempleo (los desempleados declaran más sentimientos negativos y menos positivos que los empleados) y el <b>efecto de disponibilidad del tiempo</b> (<i>time-composition effect</i>) los desempleados y empleados difieren en cómo organizan su tiempo). Convertirse en desempleado implica que puede dedicarse más tiempo a tareas más placenteras que antes (y recordemos, el trabajo no era considerado precisamente una de ellas). Este efecto de disponibilidad del tiempo actúa como compensación del efecto depresivo, con lo que en principio no está del todo claro cuál de los dos grupos <i>se siente mejor</i> a lo largo de todo un día. De hecho, el resultado de la regresión indica que <b>la utilidad media experimentada por los desempleados <i>apenas difiere</i> entre los empleados y desempleados</b> (si bien la diferencia no es estadísticamente significativa). Aparentemente, <b>los desempleados son capaces de compensar la pérdida de utilidad generada por un peor estado de ánimo, derivado de la pérdida del trabajo, al dedicarse a tareas que en términos subjetivos consideran más placenteras</b>.<br />
<br />
A la luz de las conclusiones, la literatura económica sobre el tema parece mostrarse contradictoria. Por un lado, existe una fuerte evidencia empírica que muestra que las personas desempleados son <i>estrictamente</i> más infelices que las empleadas. Por otro, la más tradicional teoría neoclásica del desempleo, que asume que si bien en caso de desempleo involuntario los agentes experimentan una pérdida de utilidad (al dejar de percibir renta con la que financiar su consumo), este efecto negativo se ve en parte compensado por el aumento en el <i>consumo</i> de ocio. La introducción de análisis sobre el bienestar subjetivo, en ese sentido, puede aportar nuevos avances que permitan acercar ambas posturas, y en la misma línea, aportar nuevas pistas en el diseño de políticas activas de empleo que pretendan ser realmente eficaces (y eso, entre otras cosas, empieza por incluir <i>qué piensan</i> los agentes sobre su situación y las políticas que pretenden cambiarla, todo sea dicho).<br />
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<b><i>Enlaces recomendados</i></b> </div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify"><b><i><a href="http://www.voxeu.org/index.php?q=node/5811">Unemployment and happiness: A new take on an old problem</a></i></b>, por <b>Andreas Knabe, Ronnie Schöb </b>y<b> Joachim Weimann</b> en <i>Vox.eu</i></div><br />
<a href="http://bitacoras.com/anotaciones/cuasieconomista.blogspot.com/2010/11/estar-desempleado-no-te-hace-mas.html"><img alt="votar" src="http://widgets.bitacoras.com/votar/normal/cuasieconomista.blogspot.com/2010/11/estar-desempleado-no-te-hace-mas.html" style="border: 0; vertical-align: middle;" title="Votar esta anotación en Bitacoras.com" /></a> <b><i>Si te ha resultado interesante, vótalo en Bitacoras.com</i></b>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-71709691944728500812010-11-10T07:36:00.002+01:002010-11-15T18:29:42.746+01:00Las causas económicas de la envidia<div align="justify">¿Somos envidiosos por naturaleza? Antes de poder responder esta pregunta, deberíamos plantearnos qué entendemos por <i>envidia</i>. Los economistas (o <i>cuasieconomistas</i>) solemos emplear el concepto de <b><i>aversión a la desigualdad</i></b>, que viene a decir que, en general, <b>una persona <i>se siente mal</i> cuando las condiciones de quienes les rodean, en sentido económico, son distintas a las suyas</b>. En términos técnicos, diríamos que los agentes computan en su función de utilidad las condiciones económicas (i.e., las dotaciones iniciales) del resto de agentes de la economía y experimentan una disminución en su utilidad en tanto esas condiciones sean <i>distintas</i> a la suya propia. Obviamente no tenemos por qué suponer simetría en esa valoración: por lo general, una persona <i>se sentirá peor </i>(o incómoda, o molesta, o frustrada, como queráis) cuando sus vecinos son más ricos que él. No obstante, no son pocas las personas que se <i>compadecen </i>y<i> se sienten mal</i> ante la pobreza de sus congéneres. Este hecho también deberíamos interpretarlo bajo la misma óptica de aversión a la desigualdad. No sería correcto hablar de <i>envidia</i>, como tradicionalmente se interpreta, en este último caso (la envidia, como tal, aparecería únicamente frente a individuos que tengan una condición mejor a la propia).</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">El estudio del comportamiento de los individuos cuando consideramos su aversión a la desigualdad deja tras de sí resultados bastante interesantes, como el hecho de que los individuos están dispuestos a gastar una parte considerable de sus recursos en reducir esa desigualdad frente a sus semejantes, o al menos a <i>aparentarlo</i> (en general el gasto que entendemos dedicado a <i>ostentación</i> formaría parte de esta categoría). Del mismo modo podemos entender por qué los individuos juegan a la lotería: la posibilidad de que alguno de tus vecinos, amigos o compañeros de trabajo de ser ganadores, por pequeña que sea, supone en cierto modo una amenaza a vuestro <i>statu quo</i> relativo (algo que se entiende mejor respecto a los boletos de lotería que se compran en grupo o entre compañeros).</div><div align="justify"><br />
Como nunca está de más hacer publicidad, sobre todo cuando se trata de mi <i>alma mater</i>, os dejo a continuación una pequeña presentación realizada por <b>Antonio Cabrales</b> de recientes estudios relacionados con las causas y consecuencias económicas de la <i>envidia</i> que se han llevado a cabo en la Universidad Carlos III de Madrid. Sin más, os dejo el vídeo, que podéis ver <b><a href="http://www.youtube.com/watch?v=jajhc3MkH5g">aquí</a></b>.</div><br />
<a href="http://bitacoras.com/anotaciones/cuasieconomista.blogspot.com/2010/11/las-causas-economicas-de-la-envidia.html"><img alt="votar" src="http://widgets.bitacoras.com/votar/normal/cuasieconomista.blogspot.com/2010/11/las-causas-economicas-de-la-envidia.html" style="border: 0; vertical-align: middle;" title="Votar esta anotación en Bitacoras.com" /></a> <b><i>Si te ha resultado interesante, vótalo en Bitacoras.com</i></b>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-38781211040625349632010-11-03T23:50:00.004+01:002010-11-04T06:12:05.501+01:00Los efectos de la inmigración, ¿son siempre perjudiciales?<div align="justify">Generalmente se asume que la inmigración es un fenómeno <i>perjudicial</i> para el empleo. Siempre, claro está, desde el punto de vista de los trabajadores locales. Quizá únicamente si una economía crece, se diría, puede asumirse que la inmigración no afecte a los trabajadores locales, pero eso es sólo aparente: a fin de cuentas, el aumento de la mano de obra presiona los salarios a la baja, lo cual sí que repercute sobre los trabajadores locales. Podríamos resumir la sabiduría popular sobre la inmigración en la cacareada frase <i>"los inmigrantes nos roban nuestros puestos de trabajo"</i>. Los más condesciendentes, en todo caso, añadirán que <i>"no es justo, ellos están dispuestos a aceptar salarios más bajos, pero ellos no tienen que afrontar los gastos que tenemos nosotros"</i>. Nótese el sentimiento tribal que aflora en todas estas circunstancias.</div><div align="justify"><br />
A pesar de todo, estas valoraciones son bastante intuitivas. De hecho, a primera vista un análisis del mercado de trabajo desde una perspectiva más bien clásica respaldaría estas valoraciones. Si la oferta de trabajo aumenta más que la demanda, o ésta última no aumenta en absoluto, el resultado en el nuevo equilibrio será un salario de mercado más bajo. O en caso de rigidez salarial (luego entendemos desempleo) podemos prever que las nuevas contrataciones sean únicamente de inmigrantes al estar dispuestos a aceptar salarios más bajos, pudiendo incluso llegar a desplazar a los antiguos trabajadores locales, que únicamente están dispuestos a aceptar mayores salarios (iguales a los de los trabajadores locales de otros sectores, todo sea dicho). Como decía, a primera vista esta explicación puede parecernos acertada. ¿De verdad es así?</div><div align="justify"><br />
En realidad, no. De hecho, la literatura económica sobre el tema contiene numerosos estudios que demuestran que <b>la inmigración no perjudica ni los salarios ni tampoco las oportunidades de empleo de los trabajadores locales</b>. ¿Cómo puede suceder ésto? Porque en realidad <b>ambos tipos de trabajadores <i>no compiten</i> entre sí</b>, o lo hacen en una escasa proporción. En un trabajo reciente, Francesco D'Amuri y Giovanni Peri analizan 14 economías europeas durante el periodo 1996-2007. Su conclusión es que <b>los inmigrantes generalmente ofrecen un trabajo <i>poco cualificado</i>, lo cual permite a los trabajadores locales optar por trabajos de <i>mayor cualificación</i></b>, incrementando a su vez la demanda agregada. El efecto neto para la economía es positivo, o al menos puede serlo, para sorpresa de algunos. El siguiente gráfico, obra de los autores mencionados, muestra para las economías analizadas la relación entre empleos cualificados y no cualificados (o los requerimientos de trabajo para cada uno) para cada tipo de trabajadores inmigrantes y locales en los años contemplados:</div><div align="justify"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://www.voxeu.org/sites/default/files/image/FromAug2010/PeriFig1.gif" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="255" src="http://www.voxeu.org/sites/default/files/image/FromAug2010/PeriFig1.gif" width="400" /></a></div><div align="justify"></div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">Puede apreciarse que, en líneas generales, los trabajadores locales han ido ocupando una proporción creciente de empleos que requieren cualificación, al contrario que los inmigrantes, que muestran una tendencia inversa. Los datos presentados en el gráfico son relativos, ya que obviamente también hay trabajadores locales que desempeñan puestos poco cualificados, pero la proporción de éstos es mucho menor, es más, decreciente durante todo el periodo. Cónstese que ésto no quiere decir que los trabajadores inmigrantes <em>sean</em> poco cualificados, sino que ofertan, o compiten, o son demandados, en trabajos que requieren poca cualificación (probablemente, y entre otras cosas, porque estén dispuestos a aceptar salarios más bajos en relación a sus homólogos locales).</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">No obstante, se me antoja pensar si éstos resultados son representativos de la economía española <i>en particular</i>. Si la proporción de trabajadores con escasa cualificación (y por tanto, probablemente incapaces de optar por trabajos que requieran mayor cualificación) es elevada, ¿se producirá el efecto de desplazamiento de los inmigrantes, o se entablará una verdadera competición entre éstos y los trabajadores locales? ¿Habrá entonces efecto expulsión o una bajada del salario de equilibrio, como podría predecir la teoría en el caso de trabajadores homogéneos? No sabría decirlo, menos aún si esta última situación es la que efectivamente puede darse en España. O quizá simplemente estoy subestimando el mercado laboral de mi país. Quién sabe.</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify"><b><i>Enlaces recomendados</i></b></div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify"><b><i><a href="http://www.voxeu.org/index.php?q=node/5729">Immigration and productive tasks: Can immigrant workers benefit native workers?</a></i></b>, por <b>Francesco D'Amuri</b> y <b>Giovanni Peri</b> en <i>Vox.eu </i></div><br />
<a href="http://bitacoras.com/anotaciones/cuasieconomista.blogspot.com/2010/11/los-efectos-de-la-inmigracion.html"><img alt="votar" src="http://widgets.bitacoras.com/votar/normal/cuasieconomista.blogspot.com/2010/11/los-efectos-de-la-inmigracion.html" style="border: 0; vertical-align: middle;" title="Votar esta anotación en Bitacoras.com" /></a> <b><i>Si te ha resultado interesante, vótalo en Bitacoras.com</i></b>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-36574479888131296362010-11-03T17:51:00.003+01:002010-11-04T08:19:13.848+01:00Qué entiendo por "estímulo económico"<div align="justify">Siempre que una economía entra en recesión, muchos economistas, y los políticos que se molestan en escucharles, salen lanzados a la palestra pidiendo que se tomen medidas de <i>estímulo</i> para resolver la situación. Desde los tiempos de John Maynard Keynes, de hecho, esta solución hoy canónica se ha tomado, si no como ejemplo genérico siempre a seguir, al menos como una posibilidad legítima y plausible. Es la solución definitiva, dicen algunos. Si no se obtiene ningún resultado tangible, es que el estímulo ha sido <i>demasiado</i> pequeño, dicen otros. Este tipo de discusiones se repiten día a día en tanto una recesión continúa. Ahora bien, <i>¿qué es un estímulo económico? </i>En esta entrada trataré de dar mi visión sobre el tema, explicando qué es lo que <i>yo</i> entiendo por estímulo económico, para qué sirve y qué resultados tiene o, más bien, qué resultados <i>puede</i> tener.</div><div align="justify"><br />
Trasladémonos a la ciudad de Nueva Orleans después de que el huracán Katrina causase estragos. Como bien sabéis, la ciudad quedó completamente arrasada, cientos de familias tuvieron que ser evacuadas, etc. Ahora pensemos en qué puede hacerse después de la catástrofe. Si yo soy un vecino de Nueva Orleans, y mi casa ha sido destruida, lo más probable es que desease reconstruir mi casa, intentando que las cosas vuelvan a ser en la medida de lo posible como antes. Sin embargo, me encuentro ante una difícil situación. <i>¿Qué van a hacer mis vecinos?</i> Me gustaría reconstruir mi casa, pero si nadie más lo hace, ¿para qué quiero vivir en un páramo desolado? Es lógico pensar que todos mis vecinos se harán la misma pregunta. Así pues, simplificando, nos encontramos ante dos posibles resultados: O bien todos reconstruimos nuestras casas, o bien nadie lo hace. Ambos resultados son dos posibles equilibrios, en tanto que una vez suceden son estables. Si comparamos la economía de Nueva Orleans para ambos posibles equilibrios, obviamente nos encontraremos con diferencias. El equilibrio en que nadie reconstruye su casa es en consecuencia subóptimo, pero eso no niega su carácter de equilibrio. Ahora bien, si todos reconstruyésemos nuestras casas, llegaríamos a una situación global superior. <i>¿Qué sucederá?</i> De primeras no podemos afirmar nada, ambas situaciones pueden darse. Baste recordar que, en términos de la teoría de juegos, podemos encontrar múltiples equilibrios de Nash, por poner un caso.</div><div align="justify"><br />
Este ejemplo me permite ilustrar qué entiendo por estímulo económico. En este caso, <b>un <i>estímulo</i> es aquella acción que permite pasar de un equilibrio subóptimo a uno superior,</b> por ejemplo, mediante una transferencia de renta a las familias afectadas, o un anuncio de soporte político a la empresa, o en definitiva cualquier medida que nos permita trasladarnos de un equilibrio a otro. Se trata de un estímulo precisamente por eso: dadas distintas alternativas a las que la sociedad tenderá, según las circunstancias, el estímulo incita a que se alcance una situación deseablemente superior. Esta definición es de andar por casa, pero en líneas generales espero que se entienda el plantamiento.</div><div align="justify"><br />
Ahora me diréis que ésto es maravilloso. ¿Por qué no hacerlo siempre, si es tan fácil? En el ejemplo anterior el estímulo se ha considerado como algo <i>exógeno</i>, es decir, ajeno a la sociedad. Podemos pensar que el estímulo, si consiste en una trasnferencia o inyección de renta, como sucede en la realidad, proviene de una nueva veta de oro que antes no había sido descubierta, o bien que todo el gasto es sufragado por algún país extranjero, o simplemente, olvidarnos del resto del mundo y pensar únicamente en lo que sucede en nuestra economía (por el resto del mundo entiendo a su vez a las generaciones futuras, o las posibilidades no contempladas, es decir, todo lo demás). Sin embargo, en el aburrido mundo real, el estímulo llevado a cabo mediante gasto público no sale de nada, sino que es sufragado en última instancia por los impuestos que la misma sociedad en la que se efectúa el estímulo sufraga. Necesitamos por tanto una perspectiva endógena, y es lo que trataré de incluir en el siguiente ejemplo.</div><div align="justify"><br />
Supongamos una economía formada únicamente por una sóla fábrica y unos cuantos consumidores, además de un gobierno, que es quien puede recaudar impuestos entre la población. La fábrica consume determinados recursos (inputs) y produce bienes (outputs) que son consumidos por la población. La economía, en esta situación, se encuentra en un equilibrio, llamémosle ω. No obstante, al gobierno la situación le parece bastante precaria; le gustaría que la economía creciese. Como sólo hay una empresa, la fábrica, el gobierno decide subvencionarla a través de los impuestos que recauda de los ciudadanos. Esta subvención debe ser retribuida por la fábrica en un futuro (es un préstamo, más que una subvención, el gobierno ejerce este papel al no existir un sistema financiero). ¿Qué puede pasar? Contemplemos dos alternativas:</div><div align="justify"><br />
(a) La empresa utiliza el "préstamo" del gobierno íntegramente en programas de investigación y desarrollo. El resultado hace que la empresa reduzca sus costes marginales de producción, con lo cual puede producir más o bien vender la misma cantidad de producto a un precio más barato. Se produce una ganancia neta para la economía, un crecimiento, a pesar de que la empresa tenga que devolver el "préstamo", algo que entendemos podrá hacer debido a los mayores beneficios que obtiene en cualquier caso. No importa que las ganancias se queden como beneficios para la empresa, o se suban salarios, o lo que se quiera. La economía ha pasado así de un equilibrio ω a otro Ω, superior. En este caso, bien podemos decir que el préstamo concedido por el gobierno ha supuesto un estímulo. Si el préstamo no fuese reintegrable, el efecto sería el mismo, pero tendríamos que comparar las ganancias obtenidas con el coste de la subvención para ver cuál es el efecto neto sobre la economía (el endeudamiento, público o privado, es siempre un factor a tener en cuenta).<br />
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(b) La empresa utiliza el "préstamo" como contrapartida en balance y lo utiliza para vender sus productos a un precio menor. En este caso el efecto es sólo aparente y en todo caso transitorio. Una vez los fondos prestados desaparezcan, el efecto sobre la economía también desaparecerá, volviendo a la situación inicial. A pesar de todo, no es tan sencillo, entre otras cosas depende de la elasticidad de la demanda (o cómo varían las compras de los individuos respecto a los precios). Si la demanda es muy elástica, es posible que la empresa obtenga mayores ganancias, que si se reinvierten pueden llevarnos a la situación (a), o bien pueden simplemente acumularse, sin más fin que ese, o para destinarse a la devolución del préstamo. La cuestión es que si ese préstamo inicial o las ganancias obtenidas a través de cualquier medida no se reinvierten de alguna forma que genere un crecimiento neto para la economía, como por ejemplo a través de una mejora tecnológica o de una mayor productividad por efectos <i>learning-by-doing</i> o cualquier otro método, entonces el resultado del estímulo será, en el mejor de los casos, nulo; en el peor, negativo, aunque sólo fuese considerando costes de oportunidad.</div><div align="justify"><br />
De este ejemplo quisiera extraer unas consideraciones que, por lo general, pueden entreverse en las conclusiones que hagamos sobre los efectos de cualquier estímulo:</div><div align="justify"><br />
1) <b>Un estímulo no siempre tiene un efecto positivo, o al menos, no <i>necesariamente</i></b>. Depende de cómo se organice y cómo se efectúe. Si el gobierno en el caso anterior hubiese destinado la subvención a pagar a la gente para enterrar botellas en la arena, como decía Keynes, no obtendremos ningún efecto neto positivo sobre la economía (como sería una mejora en productividad). Siendo muy rebuscados podríamos decir que al menos tener a la gente trabajando, de forma que no pierdan la costumbre, es una medida positiva, pero habría que ver hasta qué punto. De hecho, los efectos pueden ser <i>negativos</i> (y más en relación con otros factores, como el endeudamiento, y sus consecuencias). Si el gobierno estimula a una empresa, de forma que esta requiera más recursos, y éstos podrían haber sido aprovechados por otra empresa de una forma productiva, diremos que el estímulo está generando un efecto <i>crowding-out</i> (que puede ser perjudicial, o no, depende de lo que habría pasado de no haberse producido). La comparación con otras posibles situaciones siempre es importante. Un análisis sobre lo que realmente ha sucedido, en vez de sobre lo que podría haber sucedido y realmente lo ha hecho, está siempre cojo y es de poca utilidad.</div><div align="justify"><br />
2) <b>Un estímulo, en su acepción más general, puede no ser generado únicamente por el gobierno, sino por cualquier agente de la economía</b>, al menos si entendemos estímulo como todo paso de una situación o equilibrio subóptimo a otro superior (siempre en relación a la situación inicial). Si en una recesión todas las empresas destinasen una fracción de sus fondos a investigación y desarrollo (lo cual tiene un coste de oportunidad) es posible que los avances generen un incremento neto en la economía (es decir, mayores que el coste de emprenderlo más el coste de oportunidad). Pueden no ser suficientes o simplemente ser un fracaso, y de hecho además estaríamos peor que antes, el efecto neto total sería negativo. Eso es algo siempre a tener presente, nunca está de más recordarlo. Podréis decirme que en mi ejemplo el gobierno hace una función que en la vida real corresponde al sistema financiero (y por tanto, deduciréis apresuradamente que no haría falta que el gobierno lo hiciese, que para eso están los bancos). Sí, es cierto, pero <i>puede haber circunstancias en la que los bancos no ejerzan su función como debiesen</i> (algo común en las recesiones y aún así en circunstancias normales, véase qué significa el racionamiento de crédito, sin ir más lejos).</div><div align="justify"><br />
3) Desde Keynes, hay quien saca a colación la efectividad indiscutible de los programas de estímulo por causa de lo que conocemos por <i>multiplicador del gasto público</i>, que viene a decir que si yo gasto una cantidad, digamos 100 €, a determinadas personas para que entierren botellas, este gasto les supondrá a ellos un ingreso, que gastarán en bienes de consumo, que a su vez supondrá un ingreso para la fábrica, que gastará en comprar outputs, etc. Obviamente ésto no puede extenderse hasta el infinito, al ser el gasto inicial una cantidad finita. En concreto, el efecto multiplicador será 100*1/(1-c), siendo 0 < c < 1 la propensión marginal al consumo, o en otras palabras, la parte de la renta que en promedio la gente dedica a gastar y no a ahorrar. No obstante, éste efecto siempre me ha parecido carente de utilidad, por una razón: no aporta nada nuevo. El gasto tiene un efecto multiplicador, dicen. Sí, pero es que todo gasto, sea público o privado, lo tiene. Si yo voy a comprar una barra de pan, que me cuesta 40 céntimos, mi gasto de 40 céntimos supone un ingreso para el panadero, que a su vez gastará digamos la mitad en comprar harina, y así en adelante. Eso sí, eso no quiere decir que mi gasto, en términos monetarios, genere nuevo dinero de la nada. <b>El multiplicador únicamente me indica que ese dinero concreto que yo he dado <i>cambia de manos</i>, simple y llanamente</b>; y que cuando la propensión que la gente tiene a consumir, o la parte de su renta que gasta en consumo, es mayor, cambiará más rápido o muchas más veces de mano, o que si invierto una cantidad mayor más fracciones de éste podrán cambiar de manos para esa precisa cantidad. <b>El dinero, por cambiar de manos, no aumenta de valor. Ahora bien, el que se dé efectivamente un cambio de manos puede tener efectos, como el que alguna de esas manos lo <i>invierta</i></b>, por ejemplo, con lo que nos situemos en alguno de los dos ejemplos mencionados más arribas. Esto no es ninguna tontería: en ocasiones, como es el caso de las recesiones, el dinero apenas cambia de manos, y eso tiene consecuencias bastante serias. Lo importante es que <b>los efectos únicamente pueden apreciarse dependiendo de <i>qué haga en concreto</i> la gente con ese dinero, no simplemente el dárselo</b>. Los resultados pueden ser diversos, tienen que compararse, por no decir qué podría haber pasado teniendo presente otras alternativas, muchas veces quizá no contempladas.</div><div align="justify"><br />
A pesar de todo, no quisiera provocar que interpretaséis que visto lo visto, un estímulo no sirve absolutamente para nada. Eso es <i>falso</i>. Claro que los estímulos tienen efectos sobre la economía, en muchas ocasiones positivos, por no decir que en otras son estrictamente necesarios. Hay un montón de literatura económica, con un grado de seriedad obviamente mayor que el mío, que recoge qué efectividad podemos otorgar a estos estímulos emprendidos desde los gobiernos. No obstante, al margen de las estadísticas, últimamente los economistas se plantean si acaso hemos podido haber <i>exagerado</i> los efectos que estos estímulos han podido tener analizando el multiplicador. Comentaba <b>Robert Barro</b>: <i>"La evidencia empírica no avala la idea de que los multiplicadores excedan típicamente de uno, por lo que programas de estímulo a través del gasto tenderán a aumentar el PIB por menos del aumento del gasto público"</i>. La discusión, en cualquier caso, sigue en el aire.</div><div align="justify"><br />
En definitiva, los estímulos a través del gasto público tienen consecuencias, en ocasiones <i>imprescindibles</i>, especialmente en momentos de crisis. Sin embargo, un estímulo <i>per se</i> no garantiza nada, igual que si los analizamos a través de la óptima del multiplicador, el que el dinero cambie de manos tampoco garantiza nada. <b>Qué hacen los agentes de una economía con ese dinero, y qué resultados traen sus acciones, eso es verdaderamente lo importante</b>, y eso es lo que siempre ha de analizarse desde una óptica comparativa con otras posibles alternativas, se tomen o no. Y por supuesto, <i>cómo se organice</i> un estímulo también puede tener consecuencias, pues influye en qué termine la gente haciendo, o a quién se destine, o cómo pueda ser en última instancia aprovechado. Decía Paul Krugman hace escasos días: <i><b><a href="http://krugman.blogs.nytimes.com/2010/11/01/macroeconomics-is-hard/">"Macroeconomics is hard"</a></b></i>. Qué razon tienes Paul, qué razón tienes.</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify"><b><i>Enlaces recomendados</i></b></div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify"><b><a href="http://www.lorem-ipsum.es/blogs/laleydelagravedad/2010/10/politica-fiscal-y-gente-seria.html"><i>Política fiscal y gente seria</i></a></b>, por <b>Citoyen</b> en <i>La ley de la gravedad</i></div><div align="justify"><i><b><a href="http://www.lorem-ipsum.es/blogs/equilibriosocial/2009/12/keynes-y-samuelson-estimulo-fiscal/">Keynes y Samuelson: Estímulo fiscal</a></b>, </i>por <b>Kantor</b> en <i>Equilibrio social </i></div><br />
<a href="http://bitacoras.com/anotaciones/cuasieconomista.blogspot.com/2010/11/que-entiendo-por-estimulo-economico.html"><img alt="votar" src="http://widgets.bitacoras.com/votar/normal/cuasieconomista.blogspot.com/2010/11/que-entiendo-por-estimulo-economico.html" style="border: 0; vertical-align: middle;" title="Votar esta anotación en Bitacoras.com" /></a> <b><i>Si te ha resultado interesante, vótalo en Bitacoras.com</i></b>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-37087478441992240072010-10-25T23:37:00.003+02:002010-10-26T00:31:27.154+02:00Entrevista a Robert Lucas en Libertad Digital<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://images.nobelprize.org/nobel_prizes/economics/laureates/1995/lucas.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://images.nobelprize.org/nobel_prizes/economics/laureates/1995/lucas.jpg" /></a></div><div align="justify">Acerca de <b>Robert Lucas</b>, Premio Nóbel de Economía en 1995, podrían escribirse varias entradas, y en verdad, pocas les harían justicia. Sus aportaciones van desde el desarrollo de la macroeconomía recursiva, a través de técnicas computacionales para evaluar la teoría, hasta numerosas e interesantes aportaciones a la teoría del crecimiento económico; sin olvidar, cómo no, su participación fundamental en el establecimiento de la teoría de las expectativas racionales, tan fructífera para la macroeconomía actual. </div><div align="justify"><br />
No dispongo de demasiado tiempo estos días (las obligaciones académicas, entre otras, me dejan poco tiempo disponible), pero <b><a href="http://www.libertaddigital.com/economia/robert-lucas-los-planes-de-estimulo-de-obama-han-fracasado-1276405240/">quisiera recomendaros esta entrevista que le hacen desde Libertad Digital con motivo de la conferencia que impartió el pasado jueves 21 de octubre en la Fundación Rafael del Pino</a></b> (a la que un servidor asistió, cómo no, ¿quién se perdería a un nóbel?). No puede decirse que la entrevista sea demasiado profunda, ni tampoco que abunde en tecnicismos o en las aportaciones del insigne economista, pero al menos ofrece unas pinceladas sobre sus opiniones en torno a la reciente crisis económica actual (y sus visos de recuperación) en los EE.UU. Nunca está de más (ni siquiera ante la insistencia en la visión austriaca que mantiene el periodista, cónstese). </div><br />
<a href="http://bitacoras.com/anotaciones/cuasieconomista.blogspot.com/2010/10/entrevista-robert-lucas-en-libertad.html"><img alt="votar" src="http://widgets.bitacoras.com/votar/normal/cuasieconomista.blogspot.com/2010/10/entrevista-robert-lucas-en-libertad.html" style="border: 0; vertical-align: middle;" title="Votar esta anotación en Bitacoras.com" /></a> <b><i>Si te ha resultado interesante, vótalo en Bitacoras.com</i></b>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-84565563280479438692010-10-25T09:09:00.005+02:002010-10-26T00:36:27.867+02:00"Free to Lose", de John E. Roemer (IV): materialismo histórico<div align="justify">En las entradas anteriores de esta serie nos hemos dedicado a exponer, de una forma bastante detallada, el concepto de <i>explotación</i> de Roemer, con mucho el más importante dentro del libro. No obstante, quisiera dedicar la presente a mostrar un aspecto que, si bien de forma subsidiaria, enlaza con la reformulación de la teoría económica marxista que hace el autor: qué puede entenderse por <i>materialismo histórico</i>, como teoría de la historia y de la evolución social, desde una perspectiva marxista.</div><div align="justify"><br />
Así, Roemer toma posición junto a la interpretación de su colega <b><a href="http://en.wikipedia.org/wiki/Gerald_Cohen">G. A. Cohen</a></b>., quien reformuló (o más bien deberíamos decir que <i>formuló de manera rigurosa</i>) el materialismo histórico marxista. Desde esta óptica, <b>las relaciones de producción son relaciones de <i>poder económico</i></b>. Los individuos pueden tener o no poder sobre los medios de producción, lo que incluye los propios medios físicos de producción (o capital) y su propia fuerza laboral. Un siervo feudal no tiene ningún poder respecto a la tierra que detenta, que pertenece al señor, ni tampoco posee un control total sobre su propio trabajo, ya que éste puede ser dispuesto por el señor para el trabajo de sus tierras y para el mantenimiento o mejora de las tierras comunales o las infraestructuras del feudo. Por contra, un proletario bajo el capitalismo, aunque sigue sin tener ningún control de los medios de producción, sí posee un control total sobre su fuerza laboral, de la cual puede disponer y emplearla como quiera, al menos legalmente. La visión ideal del comunismo tiene al trabajador como propietario <i>al mismo tiempo</i> de los medios de producción y de su fuerza laboral.</div><div align="justify"><br />
La estructura económica se define como la totalidad de relaciones de producción. <b>La forma de la estructura económica, ésto es, si la sociedad se organiza como feudal, capitalista, comunista, etc., es la</b> <b>consecuencia del nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, o en otras palabras, del <i>desarrollo tecnológico</i></b>. La primera afirmación del materialismo histórico es que las estructuras económicas existentes no son la consecuencia de ideas políticas o nociones religiosas, sino que de hecho <b>cada estructura económica <i>se ajusta</i> al nivel de desarrollo tecnológico de su época</b>. En Europa Occidental, el feudalismo proveyó en su momento la forma más eficiente de organización económica, dado el desarrollo tecnológico presente tras la caída del Imperio Romano, pero a la larga se mostró insuficiente a la hora de dar cabida a las innovaciones tecnológicas que tuvieron lugar en los medios de producción. El capitalismo como forma de organización, en su desafío por dar cabida a tales innovaciones (en sentido legal, ideológico y social) resultó victorioso, precisamente por el hecho de resultar más eficiente. En esta línea, el materialismo histórico reconoce a su vez que el capitalismo ha dejado de resultar viable para ajustarse al desarrollo tecnológico presente y sólo el comunismo es capaz de afrontar éste de forma eficiente. En otras palabras, <b>el capitalismo es una situación <i>subóptima</i> desde el punto de vista de la eficiencia <i>dado</i> el nivel de desarrollo tecnológico existente, </b>al igual que en su momento lo fueron el esclavismo o el feudalismo. </div><div align="justify"><br />
La segunda afirmación más importante del materialismo histórico tiene que ver con la relación entre la estructura económica y la superestructura política y legal, que se refiere a la forma política del Estado y a las leyes destinadas a garantizar y proteger los derechos de propiedad. Así, las leyes y las políticas que observamos no son más que el resultado después de la pugna entre estructuras económicas alternativas, toda vez que una de ellas sale victoriosa y se establece de forma efectiva. <b>La superestructura implementa lo que requiere la estructura económica</b>., requeridas a su vez por las fuerzas productivas subyacentes a la misma.</div><div align="justify"><br />
En resumen, podemos enumerar tres tesis sostenidas por el materialismo histórico: 1) Las fuerzas productivas tienden a desarrollarse <i>independientemente</i> de la voluntad de los agentes, pero este desarrollo es de alguna forma consecuencia de las acciones que cada uno de los agentes realiza intentando mejorar su situación. 2) Las relaciones sociales de producción (o estructura económica) pueden explicarse por su <i>eficacia</i> a la hora de organizar la actividad económica bajo un desarrollo tecnológico dado. 3) La superestructura política y legal es explicada por sus efectos a la hora de <i>estabilizar</i> y <i>legitimar</i> la estructura económica existente.</div><div align="justify"><br />
Desde este punto de vista, la <i>revolución</i>, en sentido marxista, no puede verse más que como una consecuencia muchas veces necesaria en la pugna entre las distintas formas organizativas de la actividad económica, o en otras palabras, entre diversas estructuras económicas. Supongamos el desarrollo de los acontecimientos de forma esquemática. Primero nos encontramos ante una estructura económica concreta, pongamos, el feudalismo. Las relaciones de producción se definen bajo las categorías del señor y sus vasallos, en las que todos los medios de producción son propiedad del señor y en los que el vasallo no es por entero dueño de su propia fuerza laboral, a pesar de lo cual éste posee un cierto aunque asimétrico poder económico frente al señor. El desarrollo tecnológico (traigamos ahora a nuestra mente artilugios tan banales pero innovadores en su momento como la collera, el arado de vertedera, la rotación de cultivos, el desarrollo de las ciudades o las armas de pólvora) hacen que, a la larga, este tipo de relaciones de producción se vuelvan totalmente ineficientes para sobrellevar las consecuencias que estas innovaciones tecnológicas tienen sobre la sociedad. Así, el crecimiento económico derivado del output creciente en la agricultura dados los avances en artilugios y técnicas de cultivo habrían sido incapaces de reinvertirse de forma eficiente bajo el feudalismo, o al menos de forma cada vez más divergente. El desarrollo de las ciudades y el consiguiente aumento del comercio llevó a una pérdida relativa del poder económico de los señores cada vez mayor, algo que además se agravó bajo el descubrimiento de las armas de pólvora, que dotaron de un nuevo medio de defensa o ataque a las ciudades frente al tradicional método guerrero de los señores, basados en la caballería y las levas campesinas y en el empleo de los castillos como medios de defensa y de organización coercitiva de la vida comunal. Todas estas consecuencias provocaron una divergencia cada vez más creciente entre la <i>situación real</i> de la economía y su <i>caracterización legal</i>., pero las leyes y políticas seguían legitimando y defendiendo mdiante el empleo de la coacción estatal las antiguas relaciones productivas, ya desafasadas o caducas. <b>La revolución, en muchos casos violenta, se constituye así únicamente como un medio para eliminar tales barreras legales y ajustar de forma coherente la superestructura a la estructura económica realmente existente</b>. A modo de ejemplo, el propio Tocqueville declara a propósito de la Revolución Francesa de 1789, en su obra <i>El Antiguo Régimen y la Revolución</i>, que: <i>"Una cosa sorprende a primera vista: la Revolución, cuyo objeto propio consistía, como hemos visto, en abolir por todas partes el resto de las institucioens medievales, no estalló en los países en que estas institucioens, mejor conservadas, se hacían sentir al pueblo con más fuerza en su rigor, sino por el contrario, en aquellos en que éste se percibía menos; de suerte que su yugo pareció más insoportable donde en realidad era menos pesado"</i> [1]. O en otras palabras, la Revolución Francesa se dio precisamente en Francia porque era allí donde la superestructura había alcanzado frente a la estructura económica su mayor grado de <i>divergencia</i>. De ahí que, a pesar de la tradición institucional y del aparente poder del Estado francés, la situación fuese bastante más apta para el inicio de una revolución, y también para su éxito y legitimación posterior.</div><div align="justify"><br />
<span style="font-size: x-small;">[1] Alexis de Tocqueville, <i>"El Antiguo Régimen y la Revolución"</i> (1856, pág. 54). La edición en castellano que tengo yo concretamente es la de Alianza Editorial (2004). ISBN: 84-206-5561-8. Como nota al margen, tanto por sus escritos como por las conclusiones que de ellos se desprenden, en muchos sentidos consideraría a Tocqueville como el verdadero creador del materialismo histórico en cuanto al reconocimiento de sus factores esenciales y de las causas que motivan el cambio social. En cualquier caso, y más allá de identificar posibles antecedentes intelectuales, a Marx le corresponde por entero la labor de haberlo formulado dentro de un marco analítico completo y con pretensión de generalidad.</span></div><br />
<a href="http://bitacoras.com/anotaciones/cuasieconomista.blogspot.com/2010/10/free-to-lose-de-john-e-roemer-iv.html"><img alt="votar" src="http://widgets.bitacoras.com/votar/normal/cuasieconomista.blogspot.com/2010/10/free-to-lose-de-john-e-roemer-iv.html" style="border: 0; vertical-align: middle;" title="Votar esta anotación en Bitacoras.com" /></a> <b><i>Si te ha resultado interesante, vótalo en Bitacoras.com</i></b>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-45317999671381334052010-10-19T14:24:00.001+02:002010-10-19T14:26:35.430+02:00"Free to Lose", de John E. Roemer (III bis): clase, riqueza y explotación<div align="justify">Siguiendo con la entrada anterior, hemos visto la correspondencia que Roemer establece primero entre riqueza y clase social, y después, entre clase social y explotación, para las que formula sendos teoremas. Cabe reconocer la sencillez, pero a la vez efectividad, de las matemáticas que el autor usa en su proceso de formalización, especialmente en sus demostraciones. No obstante, más allá de su consistencia lógica, cabría preguntarnos, ¿realmente estos dos teoremas se cumplen <i>siempre</i>? La pregunta nos hace remitirnos a los supuestos iniciales. Consideremos, una vez más, el siguiente ejemplo de Roemer:</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">Supongamos dos agentes, Adam y Karl, un bien, maíz, y dos factores productivos, trabajo y maíz (capital), igual que en el ejemplo de la entrada anterior. Las preferencias de los agentes, que están en función del maíz consumido y del trabajo, en este caso se definen como:</div><div align="justify"><br />
Karl prefiere (⅔,0) a (1,1)<br />
Adam prefiere (3⅓, 4) a (3,3)</div><div align="justify"><br />
Las tecnologías de producción son nuevamente la Fábrica y la Granja, que a modo de recordatorio se definen como:<br />
<br />
Granja: 3 días de trabajo + 0 semillas → 1 unidad de maíz<br />
Fábrica: 1 día de trabajo + 1 semilla → 2 unidades de maíz, brutas, o 1 unidad, neta<br />
<br />
La distribución de las dotaciones iniciales es <i>desigualitaria</i>: Adam posee 3 uds. de capital, Karl posee sólo 1 (por lo demás, los dos agentes son en este caso idénticos). Asumamos, como siempre, que los dos desean reponer su stock de capital para el final de la semana (de forma que a la semana siguiente comiencen con las mismas dotaciones iniciales). ¿Cuáles son las posibilidades? Cada uno podría trabajar de forma autárquica. En ese caso, Karl conseguiría la cesta (1,1), trabajando su 1 ud. de capital en la Fábrica en 1 día, produciendo así 1 ud. de maíz, neta. Adam conseguiría la cesta (3,3) de la misma forma. No obstante, ambos pueden hacerlo mejor. Supongamos que <i>Karl ofrece contratar a Adam</i> a un salario real de w = ⅓ ud. de maíz por día (este salario es el competitivo, como concluímos en los ejemplos de las entradas anteriores). Así, Karl contrata a Adam para que trabaje su 1 ud. de capital (de Karl) y paga a Adam w = ⅓, quedándose con un beneficio de ⅔ uds. de maíz. Adam ya ha trabajado por su cuenta 3 días para obtener 3 uds. de maíz, netas. Además, el trabaja para Karl 1 día al salario anunciado, con lo cual al final de la semana logra obtener la cesta (3⅓, 4), mientras que Karl obtiene la cesta (⅔,0). Este resultado es Pareto superior al obtenido en un estado de autarquía, según las preferencias de los agentes que hemos definido para este ejemplo. Siendo algo más precisos sobre sus preferencias, esta situación de hecho puede constituir un equilibrio entre Karl y Adam. Nótese que en este equilibrio Karl está explotando a Adam; Karl no trabaja en absoluto y vive del trabajo de Adam. Este proceso puede repetirse a lo largo de las semanas. Sin embargo, Karl es el pobre y Adam es el rico. De esta forma, <b>el análisis de la <i>explotación</i> falla a la hora de reflejar la desigualdad inicial en la posesión de los medios de producción</b> (o en un sentido amplio, de las dotaciones iniciales).</div><div align="justify"><br />
Este ejemplo muestra que la correspondencia entre explotación y riqueza establecida anteriormente <i>aquí no se cumple</i>, dado que los agentes no poseen <i>preferencias de subsistencia</i>. El <i>Teorema de Correspondencia Clase-Explotación</i> sí se sigue cumpliendo (Karl es quien contrata trabajo y Adam es quien lo vende, luego <i>Karl explota a Adam</i>, como señala el ejemplo), y de hecho, Roemer afirma que su cumplimiento es independiente de las preferencias de los agentes. Sin embargo, el <i>Teorema de Correspondencia Clase-Riqueza</i> es sólo <i>contingentemente</i> cierto, es decir, depende del tipo de preferencias que posean los agentes. A pesar de todo, Roemer asegura que, al margen de este ejemplo, el teorema es válido para un rango amplio de preferencias (salvo que éstas sean <i>demasiado</i> extravagantes).</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">Ante esta situación, Roemer concluye que <b>el análisis de la explotación <i>no</i> debería constituir el centro de atención de la teoría económica marxista</b>, en tanto en ciertas circunstancias puede no reflejar correctamente una distribución inicial desigualitaria y, por tanto, puede llevar a equívocos a la hora de juzgar su carácter éticamente reprobable o el de sus causas previas (que, a fin de cuentas, es el objetivo último de su teoría). En esta línea, el autor aporta una nueva definición de explotación, menos técnica pero más genérica, en la que establece que <b>un agente sufre explotación si su utilidad presente es menor <i>comparada</i> con aquélla que obtendría en una situación en la que se parte de una distribución igualitaria de las dotaciones iniciales</b>. Obsérvese que esta definición, genérica, puede aplicarse para todos los tipos de explotación que vimos anteriormente. No obstante, este enfoque es <i>contrafactual</i>, pues las conclusiones que podamos extraer dependen de cómo representemos esa <em>supuesta</em> situación igualitaria que nos servirá de marco de comparación.</div><br />
<a href="http://bitacoras.com/anotaciones/cuasieconomista.blogspot.com/2010/10/free-to-lose-de-john-e-roemer-iii-bis.html"><img alt="votar" src="http://widgets.bitacoras.com/votar/normal/cuasieconomista.blogspot.com/2010/10/free-to-lose-de-john-e-roemer-iii-bis.html" style="border: 0; vertical-align: middle;" title="Votar esta anotación en Bitacoras.com" /></a> <b><i>Si te ha resultado interesante, vótalo en Bitacoras.com</i></b>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-60359593741122669902010-10-18T22:59:00.005+02:002010-11-23T03:17:06.338+01:00"Free to Lose", de John E. Roemer (III): clase, riqueza y explotación<div align="justify">En la anterior entrada nos dedicamos a desarrollar una serie de ejemplos que mostraban como la explotación, en sentido técnico, podía surgir a través del proceso de mercado. En esta línea, extrajimos dos conclusiones. <b>Primero, que la explotación siempre aparece ante una <i>distribución desigualitaria</i> de las dotaciones iniciales entre los agentes de una economía. Segundo, la explotación no siempre es reprobable, de hecho, sólo lo es si las <i>condiciones previas</i> que dan pie a una distribución desigual de esas dotaciones iniciales son reprobables.</b> Ésto es así porque, como vimos en el último ejemplo, incluso ante una distribución igualitaria de capital entre nuestros dos agentes representativos, la explotación aparecía, esta vez motivada por una diferencia entre tasas de preferencia temporal. Si esas tasas de preferencia temporal tienen una explicación causal (por ejemplo, motivada por el ambiente familiar o social, o por el tipo de educación recibida) es algo en todo caso discutible, pero de ser reprobable, entonces esa diferencia entre los agentes es reprobable, y por lo tanto la explotación que surge de esa condición también lo es.</div><div align="justify"><br />
Ahora, seguimos con un análisis algo más detallado sobre el concepto de <i>clase social</i>. <b>Roemer afirma que el surgimiento y configuración de una clase social definida se produce a través del proceso del mercado, en el que cada agente maximiza su utilidad dada su riqueza inicial</b> (en un sentido amplio, sus dotaciones iniciales). Éste planteamiento es súmamente importante, <b>pues prescinde de cualquier posible elemento de <i>coerción</i> en el establecimiento de una estructura de clases</b> [1]. La restricción presupuestaria de cada agente se define en función de sus posibilidades de consumo, por la parte del gasto, y por los ingresos que puede obtener bien trabajando él mismo, contratando a terceros a cambio de un salario o trabajando para otro, percibiendo así un salario por ello (podríamos plantear una restricción equivalente en términos del mercado de capitales y tipos de interés, como vimos en la entrada anterior). Cónstese que tanto el gasto como los ingresos vienen definidos en términos reales [2].</div><div align="justify"><br />
¿Qué ocurre si resolvemos este problema de optimización? Dependiendo de la <i>riqueza inicial</i> de los agentes, las posibilidades para obtener ingresos con los que satisfacer su consumo varían. Así, un agente rico maximizará su utilidad si se dedica a contratar a otros agentes para que trabajen su capital. Un agente pobre, que no posee nada de capital, únicamente podrá maximizar su utilidad vendiendo su trabajo a alguno, o varios, de los agentes ricos. Entre estas dos opciones se abren varias posibilidades de agentes que podríamos denominar "clases medias", que dependiendo de su riqueza trabajarán por su cuenta, contratarán algunos trabajadores o venderán parte de su trabajo, en distintas proporciones. El resultado dilucidado por Roemer se muestra en la siguiente tabla:</div><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://3.bp.blogspot.com/_SACheGKofCU/TLymvOwZjXI/AAAAAAAAAIk/0sI2lG3Ixqo/s1600/tablaroemer1.bmp" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="122" src="http://3.bp.blogspot.com/_SACheGKofCU/TLymvOwZjXI/AAAAAAAAAIk/0sI2lG3Ixqo/s400/tablaroemer1.bmp" width="400" /></a></div><div align="justify"><br />
De forma equivalente, como establecimos en la entrada anterior, podemos suponer una división en clases sociales pareja en presencia de un mercado crediticio, en conjunción o alternativamente a un mercado laboral. La estructura social resultante, en la que la relación crediticia puede ser llevada a cabo de forma directa o a través de intermediarios financieros, puede apreciarse en la siguiente tabla (nótese la equivalencia con la anterior):</div><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="http://1.bp.blogspot.com/_SACheGKofCU/TLym80b1eRI/AAAAAAAAAIo/DNVtszJ4_lg/s1600/tablaroemer2.bmp" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="123" src="http://1.bp.blogspot.com/_SACheGKofCU/TLym80b1eRI/AAAAAAAAAIo/DNVtszJ4_lg/s400/tablaroemer2.bmp" width="400" /></a> </div><div align="justify"><br />
Los posibles resultados llevan a Roemer al enunciado de dos teoremas fundamentales para su marco analítico. Al primero lo denomina <b><i>Teorema de Correspondencia Clase-Riqueza</i>, </b>que establece que<b> cuanto mayor sea la riqueza inicial de un agente, más alto se encontrará dentro de la escala de estructura social</b>. Al segundo, paralelamente, se le nombra como <b><i>Teorema de Correspondencia Clase-Explotación</i>, </b>que viene a decir que<b> los agentes que optimizan su utilidad colocándose como empleadores de trabajo son explotadores, mientras que los que optimizan su utilidad vendiendo su trabajo son explotados</b>. Estas dos consecuencias, recalca Roemer, emergen como caracterísicas endógenas de los agentes en el equilibrio de esta economía: no están postuladas de antemano. Obsérvese que ambos teoremas pueden ser descritos en términos del mercado de capitales e, inclusive, en términos de <i>países</i> (ya hablemos de relaciones laborales a través de migraciones, ya hablemos de relaciones crediticias a través de los mercados internacionales).</div><div align="justify"><br />
En base a estas correspondencias, de hecho, podemos establecer distintas formas de explotación según los derechos de propiedad vigentes en cada periodo histórico, ya que los mismos definen el rango y la composición de las dotaciones iniciales de los agentes (y por tanto, de las decisiones de optimización que pueden tomar). Así, Roemer define una <b><i>explotación feudal</i></b> como aquélla aparejada a la existencia de <i>derechos de propiedad sobre el trabajo ajeno </i>(como en la relación siervo-vasallo). Sigue una <b><i>explotación capitalista</i></b>, como aquélla que se relaciona con la existencia de <i>derechos de propiedad sobre los medios de producción o, lo que es lo mismo, el capital</i>. Y por último, Roemer habla incluso de una <b><i>explotación socialista</i></b>, que se da por la existencia de <i>derechos de propiedad sobre los talentos innatos o capacidades propias</i> (que desde el paradigma marxista, sí, tampoco resultan justificables). Nótese que, acorde al carácter progresivo del desarrollo histórico según el marximo, <i>cada tipo de explotación conlleva la anulación o elimianción de derechos de propiedad que estaban definidos en el periodo previo</i>. Así, el capitalismo, si bien prohíbe cualquier derecho de propiedad relacionado con la posesión del trabajo ajeno (en el ejemplo anterior, el señor tiene derechos sobre el trabajo del vasallo en determinadas circunstancias, y viceversa) mantiene, e incluso refuerza, los derechos de propiedad sobre el capital. Obviamente, el paso de una economía capitalista a una socialista llevaría a su vez aparejada la eliminación de los derechos de propiedad sobre los medios de producción, pero no sobre las cualidades innatas o talentos de cada persona. </div><div align="justify"><br />
No obstante, como sumario de todas ellas y en términos generales, la definición que da Roemer de explotación, en sentido técnico, es la que expusimos en la primera entrada de esta serie, a saber: <b>un trabajador sufre explotación si el trabajo que emplea en un proceso de producción es mayor que el trabajo encerrado en las mercancías que puede comprar con el salario percibido por dicho proceso</b>. Esta circunstancia se dá para cualquier tipo de explotación entre las antes descritas, y obviamente, mantiene una relación muy estrecha con la definición que de los derechos de propiedad se haga en cada periodo histórico o lugar considerado.</div><div align="justify"><span style="font-size: x-small;"><br />
[1] Como me aclara Citoyen, la ausencia de coerción es una contribución fundamental de Roemer en cuanto a la configuración de una estructura de clases. Por ejemplo, <b>Samuel Bowles</b> en su libro "</span><span style="font-size: x-small;"><i><b><a href="http://press.princeton.edu/titles/7610.html">Microeconomics: Behaviour, Institutions and Evolution</a></b></i></span><span style="font-size: x-small;">" defiende esta postura desde un punto de vista evolutivo, lo que da idea del calado de la aportación de Roemer.<br />
[2] Las conclusiones que se muestran en las tablas de esta entrada se extraen a través de la resolución de un problema matemático relativamente simple, que pasa después por una demostración rigurosa de sus postulados y resultados. Si no las incluyo es, meramente, por economía de espacio (ver capítulo 4 del libro).<br />
P.D. En la próxima entrada, antes de pasar a una nueva sección, se me hace necesario hacer un bis para exponer un ejemplo concreto pero de suma importancia, que entronca con todas las conclusiones que se han expuesto previamente. Si no lo hago en esta entrada es, precisamente, por cuestión de espacio. A pesar de la extensión deliberada de la serie, como digo, el ejemplo resulta vital no sólo para poder comprender realmente el alcance de las conclusiones expuestas, sino también a la hora de abordar una crítica efectiva, dado el caso.<br />
</span></div><br />
<a href="http://bitacoras.com/anotaciones/cuasieconomista.blogspot.com/2010/10/free-to-lose-de-john-e-roemer-iii-clase.html"><img alt="votar" src="http://widgets.bitacoras.com/votar/normal/cuasieconomista.blogspot.com/2010/10/free-to-lose-de-john-e-roemer-iii-clase.html" style="border: 0; vertical-align: middle;" title="Votar esta anotación en Bitacoras.com" /></a> <b><i>Si te ha resultado interesante, vótalo en Bitacoras.com</i></b>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-18592586403083364352010-10-18T11:56:00.004+02:002010-10-19T14:50:04.399+02:00"Free to Lose", de John E. Roemer (II): explotación<div align="justify">En la anterior entrada explicamos qué define Roemer por <i>tiempo de trabajo socialmente necesario</i> (o <i>SNLT</i>). Este concepto resulta enormemente importante para comprender qué entiende Roemer por explotación, en un sentido técnico. No obstante, en los dos ejemplos expuestos, pudimos comprobar que, tanto en una situación autárquica como en presencia del mercado laboral, no aparecía ningún indicio de algo que pudiésemos denominar <i>explotación</i>. Cada agente, en ambos casos, <i>trabajaba únicamente el SNLT</i>. Además, vimos cómo en el segundo ejemplo, al introducir un mercado laboral, aparecía una división social del trabajo que daba lugar a una estructura de clases; pero esta circunstancia tampoco daba pie a explotación. Ésto es importante, pues se establecen dos primeras conclusiones. <b>Primero, que un mercado laboral no da pie <i>necesariamente</i> a explotación. Segundo, que el que exista una estructura de clases (p.ej. empleadores y empleados) <i>tampoco</i></b>.</div><div align="justify"><br />
Ahora bien, en el ejemplo anterior supusimos una distribución inicial <i>igualitaria</i>, es decir, cada agente partía con la misma dotación de capital k = ½. ¿Qué sucede si la dotación inicial de capital es distinta? Retomemos el ejemplo anterior y supongamos ahora que 10 agentes poseen una dotación inicial de k = 50 uds. de maíz y los 990 agentes restantes no poseen ninguna. El único activo productivo que éstos agentes poseen es su <i>fuerza de trabajo</i>, ésto es, su capacidad para trabajar. Por simplicidad, llamaremos a los agentes que poseen capital "ricos", y a los que no, "pobres". En una situación autárquica, puede verse que los pobres trabajan 3 días en la Granja, obteniendo así una 1 ud. de maíz. Los ricos, por su parte, basta con que trabajen un día en la Fábrica invirtiendo 1 ud. de maíz, obteniendo al final de la semana 1 ud. de maíz, neta. </div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">No obstante, esta situación no es un equilibrio. Los ricos podrían hacerlo mucho mejor, dadas sus dotaciones iniciales de capital. A través de un mercado laboral, los ricos pueden convertirse en "capitalistas" y contratar trabajo. De esta forma, los agentes ricos constituyen el grupo C y los pobres, que ahora llamaremos "campesinos", el V (como en el segundo ejemplo de la entrada anterior). ¿Cuánto contratarán y a qué salario? Puede verse que los capitalistas ofrecerán trabajar su stock de capital a un salario real w = ⅓ ud. de maíz por día (o 3 días de trabajo por 1 ud. de maíz). A este salario, los campesinos están indiferentes entre trabajar en la Fábrica o en la Granja. Si el salario fuese menor, ningún campesino querría trabajar en la Fábrica; mientras que si fuese mayor, los campesinos afluirían en masa hacia la Fábrica por tanto constituye un trato mejor que trabajar en la Granja (pero el stock total de capital es insuficiente para abastecer esa oferta laboral). Por tanto, dado el salario w = ⅓ ud. de maíz, la oferta laboral se situará entre 0 días y 3 * 990 = 2.970 días. El equilibrio que se obtendría sería el siguiente. Los capitalistas contratan únicamente el número de campesinos requerido para utilizar el total de su stock de capital (K = 500). Ésto requiere 500 días de trabajo, o 500 / 3 = 166,67 campesinos, cada uno de los cuales se convierte en un "obrero" y gana 1 ud. de maíz por 3 días de trabajo (w = ⅓). Los restantes 823.33 campesinos mantienen su situación trabajando en la Granja. Los capitalistas, como clase, trabajan 0 días; los obreros producen 1.000 uds. de maíz, 500 de las cuales replazan el stock de capital, 166,67 son pagadas como salarios y las restantes ⅔ * 500 = 333.33 uds. de maíz constituyen <i>beneficios</i>. Así, cada capitalista obtiene 33.3 uds. de maíz como beneficio en este equilibrio, sin trabajar ni un sólo día. Desde luego cada uno puede consumir 1 ud. de maíz, o mucho más que eso; o también puede acumular maíz, es decir, capital.</div><div align="justify"><br />
En el equilibrio que acabamos de presentar, hay tres <i>clases sociales</i>: <i>capitalistas</i>, que no trabajan pero contratan trabajo y obtienen beneficios; <i>obreros</i>, que trabajan para los capitalistas y ganan un salario de subsistencia; y <i>campesinos</i>, quienes no trabajan para los capitalistas y ganan un salario de subsistencia. Cada obrero y campesino trabajan 3 días para obtener una 1 ud. de maíz, pero en el ejemplo de la anterior entrada concluímos que la cantidad de trabajo encerrado en 1 ud. de maíz es de 2 días, dadas las demandas de la sociedad. Por tanto, la <i>explotación</i> ha surgido en este modelo, debido a que los capitalistas trabajan <i>menos</i> que el SNLT, en tanto que los obreros y los campesinos trabajan <i>más</i> que el SNLT.</div><div align="justify"><br />
¿Cuáles son las razones que han surgir la explotación en este modelo? Dos merecen mencionarse: la <i>escasez relativa de capital respecto a la oferta laboral</i> y la <i>diferente distribución del stock de capital</i> entre los agentes. Sobre el segundo, la comparación entre el último modelo y los de la entrada precedente ofrece suficiente aclaración. En cuanto a la escasez relativa de capital, hemos visto que, dado el stock de capital inicial del anterior ejemplo (K = 500) la economía era incapaz de "reproducirse" (reproducir o amortizar el stock de capital inicial) usando únicamente la tecnología de la Fábrica (que es la más eficiente). Pensemos por el contrario que el capital es relativamente abundante. Si lo es de forma suficiente, puede darse la situación de que todos los campesinos pudiesen trabajar el stock de capital de los capitalistas en la Fábrica, pudiendo quedar, aún así, ociosa una fracción del mismo. En tales circunstancias, los capitalistas comenzarían a competir entre sí tratando de contratar trabajadores, elevando el salario real pagado a los mismos, hasta el punto en que, técnicamente, los beneficios fuesen nulos (concretamente, este resultado se alcanza cuando el salario real w = 1 ud. de maíz al día). En este caso, <i>la explotación virtualmente desaparece</i>. Obviamente, el SNLT habrá a su vez descendido al incrementarse el stock de capital de la economía (ya que la sociedad no tiene que recurrir a la tecnología menos eficiente, que en este caso es la Granja). La esencia del capital, apunta Roemer, es que se trata de un input que no puede ser producido instantáneamente. Requiere tiempo, y por tanto ha de considerarse dado para cada periodo. Sea producido en el pasado, o bien apropiado de la naturaleza (como la tierra), en cualquier caso, cuando el capital se convierte en propiedad privada y es distribuido de una manera desigual entre la sociedad, la diferenciación y la explotación aparecen como consecuencia del proceso de mercado. <b>Por tanto, la causa de que exista <i>explotación</i> se debe a una <i>desigual distribución de las dotaciones iniciales</i>, y no debido a la existencia de un mercado laboral o de una estructura de clases, como el marxismo clásico sostenía</b>.</div><div align="justify"><br />
</div><div align="justify">Otra cuestión que conviene aclarar es que, hasta el momento, únicamente hemos hablado de la posible existencia de un mercado laboral pero, ¿qué decir de los mercados de capitales? ¿No cumplirían acaso una función análoga, respecto a la distribución inicial del capital, que los mercados laborales? Roemer demuestra que sí. De hecho, resulta indiferente hablar de mercados de capitales, donde unos agentes contratan trabajo y otros lo venden, que hablar de un mercado de capitales donde unos agentes prestan capital y otros lo toman prestado. Los beneficios y los intereses son las contrapartidas de estos procesos en ambos casos y, dados los mismos datos en los ejemplos considerados, ambas tasas coinciden (cónstese que no siempre sucede así, sólo bajo ciertas condiciones como las de los ejemplos, pero pasar por alto esta salvedad llevó a los marxistas clásicos a considerar que beneficios e interés son <i>esencialmente</i> lo mismo). Las relaciones no acaban ahí, ya que <strong>Roemer llega a postular un teorema en el que demuestra que, bajo las condiciones planteadas, en una economía surgen beneficios y/o intereses <em>si y sólo si</em> existe explotación</strong>. Como digo, el autor demuestra todas estas equivalencias en profusos ejemplos, pero por motivos de espacio y economía didáctica los pasaré por alto (no obstante, sobre esta equivalencia y su relación con las clases sociales y la explotación me extenderé más detalladamente en la siguiente entrada).</div><div align="justify"><br />
Ahora bien, aunque podemos concluir la aparición de la explotación, en sentido técnico, la moralidad o no de este resultado, <i>desde la ética marxista</i>, no es algo que quede tan <i>claro</i>. Es más, las cosas pueden complicarse bastante. Consideremos el siguiente ejemplo de Roemer, para el cual retomamos en parte los anteriores: Supongamos dos agentes, Adam y Karl. Ambos parten con una dotación incial de capital de k = ½. Las tecnologías son las mismas que en los ejemplos anteriores. Karl es tremendamente averso a trabajar en el presente: él únicamente quiere consumir 1 ud. de maíz por semana, sujeto a la restricción de que también quiere renovar su stock de capital inicial en cada periodo. En la primera semana, él trabaja ½ día en la Fábrica (utilizando todo su stock de capital) y 1½ día en la Granja, produciendo un total de 1½ uds. de maíz, de las cuales consume 1 ud. de maíz y ½ se dedica a renovar su stock de capital para el siguiente periodo. Adam acumula durante la primera semana; él trabaja ½ día en la Fábrica, utilizando su stock inicial de capital, y 4½ días en la Granja, produciendo 2½ uds. de maíz, brutas. Después de consumir 1 ud. de maíz, le quedan 1½ uds. de maíz con la que empezar la semana siguiente. En la segunda semana, Karl trabaja ½ día en la Fábrica, utilizando su stock inicial de capital; ahora, en vez de ir a la Granja, pide prestada la 1½ ud. de maíz remanente de Adam para trabajarla en la Fábrica. Ésto le lleva a Karl precisamente 1½ días en los que produce 3 uds. de maíz, brutas. De las 3 uds. de maíz, él se queda ½ ud. de maíz (que sumada a la ½ ud. que había obtenido en la Fábrica previamente suman 1 ud., que es justo lo que quiere consumir) y devuelve 2½ unidades de maíz a Adam (1½ que le prestó y 1 ud. más en concepto de intereses). De hecho, Karl está bastante contento con este acuerdo, ya que él sólo ha trabajado 2 días y ha recibido 1½ uds. de maíz, lo cual supone el mismo resultado que si hubiese ido a trabajar a la Granja. En otras palabras, la tasa de interés que le ha cargado Adam (66.6%) es justamente la tasa a la que Karl se muestra indiferente entre pedir prestado o trabajar por su cuenta en la Granja (puede verse fácilmente que si hay mucha gente como Karl y poca como Adam, entonces la competencia llevará la tasa de interés, sea cual sea, a ese valor). Adam, por su parte, recibe un beneficio de 1 ud. de maíz por el trabajo de Karl, que consume, lo cual le deja una vez más para comenzar la siguiente semana con 1½ ud. de maíz. Adam no ha trabajado en absoluto en la semana 2. Este acuerdo puede prolongarse indefinidamente en el futuro, con Karl trabajando 2 días y consumiendo 1 ud. de maíz por semana y con Adam consumiendo 1 ud. de maíz por semana y trabajando 5 días la primera semana y nada el resto. Cabe aclarar que el mismo resultado se hubiese obtenido si, en vez de producirse un préstamo, Adam hubiese contratado a Karl para trabajar en la Fábrica (a un salario real que como en los ejemplos anteriores refleja el coste de oportunidad de Karl de ser contratado, ésto es, w = ⅓ uds. de maíz por día).</div><div align="justify"><br />
Claramente, surge <i>explotación</i> (tal y como la hemos definido) en este acuerdo en todas las semanas excepto en la primera. Eso sí, ¿hay algo <i>moralmente</i> objetable en ella? No, al menos en principio. La distribución incial del stock total de capital es <i>igualitaria</i>, pero eso no ha impedido que surja explotación, debido a la existencia de diferentes <i>tasas de preferencia temporal</i>. ¿Qué podemos decir de este resultado? <b>Roemer concluye que la explotación, en sentido técnico, únicamente puede considerarse éticamente reprobable si las causas de la distribución inicial de dotaciones (sean distintas o no) son igualmente reprobables</b>. En este ejemplo, por tanto, no hay nada que reprobar. <i>La explotación no sería inmoral</i>. Roemer obviamente no se queda del todo satisfecho con su conclusión, y en secciones siguientes de su libro, analiza las posibles razones que pueden dar lugar a distribuciones iniciales reprobables (de hecho, la existencia de diferentes tasas de preferencia para distintos agentes puede tener una justificación por la existencia de condiciones reprobables previas, apunta Roemer, y por lo tanto no serían justificables por sí mismas).</div><div align="justify"><br />
<span style="font-size: x-small;">P.D. En la siguiente entrada, trataré el análisis que Roemer hace de la relación entre clases sociales, riqueza inicial, beneficios y explotación, además de extenderme algo más en este último concepto, sentando definitvamente algunas conclusiones. Tras ésta, seguirá otra entrada en la que trataré, ahora sí en menos detalle, algunas cuestiones relacionadas con el materialismo histórico y la teoría de la justicia particular que propone Roemer, en consonancia con lo anterior. La última entrada estará dedicada a repasar las conclusiones y, cómo no, a criticarlas en su justa medida. Nuevamente, pido disculpas por el grado de formalismo de la entrada. Aunque pueden llevar a confusión, considero que los ejemplos expuestos, si se entienden correctamente (y por tanto, si he sido capaz de expresarlos de forma clara) son la mejor forma de comprender las conclusiones que Roemer extrae, además de aportar una excelente base para una crítica lo más rigurosa posible.</span><span style="font-size: x-small;"></span></div><br />
<a href="http://bitacoras.com/anotaciones/cuasieconomista.blogspot.com/2010/10/free-to-lose-de-john-e-roemer-ii.html"><img alt="votar" src="http://widgets.bitacoras.com/votar/normal/cuasieconomista.blogspot.com/2010/10/free-to-lose-de-john-e-roemer-ii.html" style="border: 0; vertical-align: middle;" title="Votar esta anotación en Bitacoras.com" /></a> <b><i>Si te ha resultado interesante, vótalo en Bitacoras.com</i></b>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-45411739352973758412010-10-17T01:53:00.006+02:002010-10-18T19:58:43.387+02:00"Free to Lose", de John E. Roemer (I): introducción<div align="justify">Acabo de terminar el libro de <b>John E. Roemer</b> <b><i>"<a href="http://books.google.es/books?id=yQGCJb0FR7cC&printsec=frontcover&dq=free+to+lose&source=bl&ots=9VKYJiLorT&sig=Ew4URCOhrRrrzSDuQOIVHt9Kb8s&hl=es&ei=rxi6TOXiH8WS4gahyfHNDg&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=3&ved=0CCcQ6AEwAg#v=onepage&q&f=false">Free to lose, an introduction to marxist economic philosophy</a>"</i> (1988)</b>. A decir verdad, tenía bastantes ganas de leerlo desde hacía tiempo (concretamente, desde la entrada que le dedicó <b><a href="http://www.lorem-ipsum.es/blogs/laleydelagravedad/">Citoyen</a></b> picase mi curiosidad). Cabe decir que ni ideológica ni económicamente puedo declararme marxista, pero ¿quién puede resistirse a una obra que pretende reconstruir analíticamente los fundamentos de esta teoría económica? Más aún cuando Roemer, a pesar de remarcar el indiscutible trasfondo ético de su obra, se propone emplear las herramientas de la propia economía neoclásica. En una breve serie de entradas quisiera reseñar (bueno, algo más extenso que una simple reseña) la contribución de Roemer desde sus conceptos más destacados, obviamente, sin prescindir de una valoración crítica por otra parte más que deseable.</div><div align="justify"><br />
Así, Roemer comienza definiendo el concepto marxista de <i>explotación</i> en un sentido técnico. Primero define el <b><i>tiempo de trabajo socialmente necesario</i></b> (<i>socially necessary labor time</i>, o <i>SNLT</i>) como aquel que, dadas las tecnologías, el stock de capital y los requerimientos de consumo, es necesario para producir una cierta cantidad de una mercancía y para reproducir o amortizar el capital empleado en el proceso (en sus ejemplos, mercancía es equivalente a <i>commodity</i>). De aquí define el <b><i>trabajo encerrado en una mercancía</i></b> (<i>labor imbodied in goods</i>) como el tiempo de trabajo requerido para producir una unidad de la misma. Por tanto, el SNLT es el trabajo encerrado en una cesta de consumo dada. Entonces decimos que <b>un trabajador sufre <i>explotación</i> si el trabajo que emplea en un proceso de producción es mayor que el trabajo encerrado en las mercancías que puede comprar con el salario percibido por dicho proceso</b>. De esta forma, Roemer consigue redefinir uno de los puntales de la teoría marxista prescindiendo de la <b><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_del_valor_trabajo">teoría del valor-trabajo</a></b> utilizada hasta entonces, que considera <i>errónea</i> (como lo hace la economía ortodoxa desde los tiempos de la revolución marginalista). Aunque los conceptos que a continuación se introducen son necesarios para entender qué se define por explotación, nos centraremos en ésta en la próxima entrada.</div><div align="justify"><br />
Consideremos el ejemplo de Roemer: Supongamos una sociedad formada por 1.000 individuos, que son idénticos y tienen pleno conocimiento de las tecnologías de producción disponibles. Sólo se produce un bien, maíz, que es producido por dos <i>inputs</i>, trabajo y maíz (o sus semillas, que es el capital, así que tenemos el caso de un bien que a su vez constituye su propio capital). Cada individuo tiene <i>preferencias de subsistencia</i>: cada uno necesita consumir 1 unidad de maíz a la semana (para sobrevivir, podría decirse), pero después de eso prefiere dedicar su tiempo al ocio en vez de trabajar. Además, suponemos que cada persona desea, dado el caso, reproducir su stock de semillas inicial. Así pues, la utilidad de cada individuo es una función del maíz y del ocio consumidos. Supongamos también que el stock de capital total inicial es de 500 (K = 500). Hay dos tecnologías de producción, que llamaremos "Fábrica" y "Granja", para las que el periodo de producción dura una semana, tal que:</div><div align="justify"></div><div align="justify"><br />
Granja: 3 días de trabajo + 0 semillas → 1 unidad de maíz<br />
Fábrica: 1 día de trabajo + 1 semilla → 2 unidades de maíz, brutas, o 1 unidad, neta</div><div align="justify"><br />
Asumamos ahora que la distribución inicial de los <i>medios de producción</i>, o del stock de capital es igualitaria, es decir, cada agente posee la misma dotación inicial (500/1000 = ½ uds. de maíz). Dadas las tecnologías y las preferencias de los agentes, y teniendo presente que no hay comercio, <i>¿cuál es el equilibrio de esta economía?</i> En este caso, la solución es que cada agente trabaja 2 días: ½ día en la Fábrica y 1½ día en la Granja. Supongamos que no hay costes de transacción, con lo cual cada agente puede cambiar instantáneamente y sin costes de tecnología de producción. Durante ½ día un agente trabaja en la Fábrica y planta su ½ ud. de maíz, que al final de la semana dará 1 ud. de maíz neta, lo cual es suficiente para reproducir su dotación inicial de capital, ½, dejándole otro ½ para su consumo. Como dadas sus preferencias necesita consumir 1 ud. de maíz, se traslada a la Granja, donde en 1½ días produce ½ ud. de maíz (sin necesidad de emplear capital, que por otra parte ha gastado previamente). Saquemos resultados. El SNLT requerido para producir 1.000 uds. de maíz (justo para que la sociedad sobreviva, dadas las preferencias) es de 2.000 días, o desde el punto de vista individual, el SNLT necesario para producir 1 ud. de maíz es 2 días. La sociedad usará todo su stock de capital primero en la Fábrica, que en una semana dará 500 uds. de maíz, netas, empleando en ello 500 días de trabajo; mientras tanto, las restantes 500 uds. de maíz se producirán trabajando un total de 1.500 días en la Granja (recuérdese que "días" es una unidad de medida, entendida como la suma de los días trabajados por todos los agentes de la sociedad). Cónstese que si variamos la cantidad de subsistencia deseada (por ejemplo, ahora cada agente desea consumir 2 uds. en vez de 1 ud. de maíz) el SNLT también variará, por lo tanto <i>el SNLT necesario para producir 1 ud. de maíz depende de la producción total requerida y de la fracción de esa producción que debe obtenerse utilizando la tecnología inferior</i> (en este caso, la Granja). De forma equivalente, podríamos decir que el <i>trabajo encerrado</i> en 1 ud. de maíz es de 2 días.</div><div align="justify"></div><div align="justify"></div><div align="justify"><br />
No obstante, en el ejemplo anterior la situación es autárquica, no hay ningún tipo de intercambio entre los agentes de la economía. Ahora supongamos, retomando el ejemplo anterior, que hay dos grupos de agentes, 750 que denominamos C (compradores de trabajo) y 250 que denominamos V (vendedores de trabajo). Cada agente del grupo V trabaja ½ día en la Fábrica utilizando su ½ ud. de capital, que al final de la semana le reporta ½ ud. de maíz, neta. Como necesita otra ½ ud. de maíz para satisfacer su consumo, en lugar de ir a la Granja, decide ofrecer su trabajo a algún miembro del grupo C, o a varios de ellos. ¿Cuál será el salario real que le pagarán en esta economía? La respuesta es que los miembros del grupo C ofrecerán a los del grupo V la posibilidad de trabajar su stock de capital (de C) a cambio de un salario real de ⅓ uds. de maíz por día de trabajo (o 3 días de trabajo por 1 ud. de maíz). ¿Por qué? Con este salario, un agente V puede trabajar para 3 agentes C, empleando un total de 1½ día y obteniendo con ello ½ ud. de maíz, que es lo que le faltaba. En total, el agente V ha trabajado 2 días (como en el caso anterior). Si el salario fuese menor, el agente V preferiría trabajar en la Granja, mientras que si fuese mayor, ningún agente C estaría interesado en contratar. Ahora, por parte de C, el uso de su capital por V proporciona 1 ud. de maíz, bruta, de la cual ½ ud. se destina a la reproducción de su capital y paga un salario de ⅓ ud. de maíz <i>*</i> ½ día = ⅙ ud. de maíz, lo cual le deja, al final, con un <i>beneficio</i> de ⅓ ud. de maíz. Los ⅔ que le faltan los obtiene trabajando en la Granja trabajando 2 días, con lo cual al final los agentes C acaban trabajando también un total de 2 días, igual que los V.</div><div align="justify"><br />
Aunque el equilibrio obtenido en este caso es el mismo que en el primero, la <i>estructura de clases</i> difiere entre ambos. En el primer caso, cada agente trabaja para sí mismo, luego hay sólamente una clase de auto-empleados, sin división del trabajo. En el segundo equilibrio hay dos clases, C y V, y una completa <i>división social del trabajo</i> (algunos trabajan en la Fábrica, otros en la Granja). Nótese que en ambos casos los agentes trabajan únicamente el SNLT. Asimismo, dados los supuestos iniciales, los agentes se mostrarían indiferentes entre cualquiera de los dos equilibrios. No obstante, si suponemos que ahora sí existen costes en el intercambio de una tecnología de producción por la otra (por ejemplo, que existen costes de traslado entre la Fábrica y la Granja medidos en tiempo), entonces el equilibrio autárquico descrito antes no es factibe. <i>De ser así, la solución eficiente será que haya división social del trabajo</i>, con unos agentes trabajando en la Fábrica y otros trabajando en la Granja. En cualquier caso, a pesar de la estructura de clases de este equilibrio, el resultado es completamente igualitario tanto en términos del tiempo trabajado como en el del maíz consumido por los miembros de la sociedad. De aquí se deriva la primera conclusión importante de Roemer, y es que <b>el que exista</b> <b>una estructura de clases no se relaciona necesariamente con una desigualdad en el bienestar final</b>. No será ésta la primera de las conclusiones divergentes con los postulados del marxismo clásico.</div><div align="justify"><br />
<span style="font-size: x-small;">P.D. En la próxima entrada trataré de exponer, entendidos los conceptos precedentes y basándome en el mismo ejemplo anterior, qué es en concreto la explotación, cómo surge y qué correspondencia mantiene con la existencia de clases sociales y de su configuración. Ruego me perdonéis si esta primera entrada os ha resultado tediosa o si me he sobrepasado con las matemáticas, pero tanto por interés como por claridad, los ejemplos se me hacían necesarios. Quizá repita el mismo procedimiento en la próxima entrada (dado que se trata de los conceptos más importantes y la aportación más original de Roemer, además de que será de utilidad a la hora de plantear cualquier crítica posterior), pero el resto serán más ligeras, tenéis mi palabra. Si tenéis cualquier duda, sólo preguntad.</span></div><div align="justify"><br />
<b><i>Enlaces recomendados</i></b></div><div align="justify"><br />
<b><i><a href="http://www.lorem-ipsum.es/blogs/laleydelagravedad/2009/08/resena-de-free-to-lose-de-john-roemer.html">Non-Bullshit-Marxism: Reseña de “Free to Lose” de John Roemer</a></i></b>, por <b>Citoyen</b> en <i>La ley de la gravedad<br />
<b><a href="http://www.lorem-ipsum.es/blogs/equilibriosocial/2009/08/ricardo-marx-i-teoria-laboral-del-valor/">Ricardo & Marx (I): Teoría Laboral del Valor</a></b>, </i>por <b>Kantor</b> en <i>Equilibrio Social</i></div><br />
<a href="http://bitacoras.com/anotaciones/cuasieconomista.blogspot.com/2010/10/free-to-lose-de-john-e-roemer-i-trabajo.html"><img alt="votar" src="http://widgets.bitacoras.com/votar/normal/cuasieconomista.blogspot.com/2010/10/free-to-lose-de-john-e-roemer-i-trabajo.html" style="border: 0; vertical-align: middle;" title="Votar esta anotación en Bitacoras.com" /></a> <b><i>Si te ha resultado interesante, vótalo en Bitacoras.com</i></b>RMEhttp://www.blogger.com/profile/04823051759654758284noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1566119093365164703.post-11982624959623217592010-10-14T18:50:00.005+02:002010-10-18T19:59:35.067+02:00¿De quién se aprende en las empresas?<div align="justify">Las organizaciones son sistemas formados por estructuras complejas. Una organización no sólo intercambia información con el exterior, sino también entre sus propias divisiones internas. En su relación con otros sistemas, las organizaciones podrán adoptar estrategias competitivas o cooperativas con otras organizaciones, y las decisiones respecto a sus estrategias podrán ser fruto de una mayor o menor planificación, además de que serán tomadas de una forma más o menos centralizada (por no mencionar la obviedad de que pueden ser o no acertadas, o en qué grado). La Economía de las Organizaciones trata de todos estos y otros muchos temas, y sin lugar a dudas, constituye una de las disciplinas económicas más prolíficas hasta el día de hoy, con aportaciones destacadas en teoría de incentivos, derechos de propiedad, relaciones principal-agente, transmisión de información o aprendizaje. Aunque cada uno de estos aspectos merecería una serie de entradas por sí mismos, en ésta quisiera centrarme en el aprendizaje entre los miembros de una organización, o al menos, en algunos aspectos interesantes de la misma.</div><div align="justify"><br />
Como es natural, en una organización habrá miembros de distinto rango y experiencia, que habrán conseguido tanto por la trayectoria interna dentro de la organización como por su trasfondo previo. <i>La interacción entre los miembros más veteranos y los de nueva incorporación resulta por tanto crucial para el funcionamiento interno de la organización</i>. A fin de cuentas, más allá de los estudios, el quehacer diario de cualquier organización, o empresa, está repleto de información específica (no válida o al menos no perfectamente sustituible fuera de la organización) y en muchos casos implícita (es decir, que no está articulada expresamente o se mueve por canales informales). La importancia de esta relación viene reflejada, sin ir más lejos, en el creciente peso que los departamentos de recursos humanos han ido adquiriendo en diversas organizaciones, tanto privadas como públicas.</div><div align="justify"><br />
Ahora bien, en estas relaciones, nuestra intuición nos indicaría que los miembros de nueva incorporación aprenden recurriendo a la experiencia de los más veteranos. Además de ser instruidos específicamente, si los nuevos tienen alguna duda sobre qué hacer o cómo hacerlo, simplemente preguntarán. Esta imagen se nos antoja si cabe todavía más plausible si pensamos en empresas que se basan en un uso intensivo de capital humano cualificado, tales como consultorías, auditorías, despachos de abogados o estudios de ingeniería, por citar algunas. Sin embargo, <i>¿sucede realmente así?</i></div><div align="justify"><br />
En un estudio de <b>Peter Blau</b> titulado <b><i>"<a href="http://www.getcited.org/pub/101204664">The Dynamics of Bureaucracy: A Study of Interpersonal Relations in Two Government Agencies</a>"</i> (1963)</b>, se muestra una imagen muy diferente. En los dos casos estudiados, la regla oficial indicaba que los <i>nuevos</i> debían pedir asistencia y obtener consejo únicamente de sus superiores. Sin embargo, <i>ninguno de los agentes tenía intención de acudir constantemente a sus supervisores buscando ayuda</i>, no sólo por no resultar molesto, sino también porque cada pregunta demostraría, como es lógico, lo poco que sabían sobre la materia que estaban preguntando o incluso su falta de criterio o valor para tomar decisiones (lo cual podía implicar que, si se tienen tantas dudas, entonces es que no se está preparado para la tarea que requiere el empleo y por tanto sería conveniente prescindir de sus servicios). <b>El resultado era que los <i>nuevos</i> incumplían sistemáticamente la regla oficial: en lugar de consultar a sus superiores, se consultaban entre ellos mismos</b>. Si había alguna duda sobre cómo aplicar un procedimiento concreto, ésta era consultada a otros compañeros. Cabe pensar que éstos, siendo todos <i>nuevos</i>, tampoco tenían demasiada idea, pero la comparación entre distintas opiniones, la típica situación en la que siempre alguien "se ha enterado mejor" o "lo ha escuchado o preguntado antes", además de la confianza con respecto a otros agentes en iguales condiciones, movían el intercambio de información y, en última instancia, el aprendizaje dentro de los distintos niveles de la empresa. Paralelamente, Blau pudo comprobar que esta situación no era exclusiva de los <i>nuevos</i>: <b>los veteranos también realizaban sus consultas, o compartían información operativa con otros agentes de su mismo rango</b>, pero nunca con uno de rango superior (no digamos ya con uno inferior).</div><div align="justify"><br />
Ahora bien, ¿por qué sucede ésto? <b>En términos técnicos, diríamos que se debe a una asimetría en el poder de negociación de cada parte, concretamente a causa de sus distintas dotaciones iniciales</b>. Los veteranos pueden resolver las dudas de los nuevos, eso está claro, pero <i>¿qué pueden ofrecer los nuevos a cambio de la solución ofrecida?</i> Nada; o casi nada, ya que siempre pueden ofrecer su <i>gratitud</i>. Pero al cabo de muchas dudas resueltas, la simple gratitud acaba resultando demasiado escasa, por mucho que se adorne de gracias y reverencias. A la larga hay que ofrecer algo a cambio (servicios concretos, y no penséis mal) o bien demostrar la gratitud de una forma mucho más tangible. Así, después de algunas consultas, muy pocos de los nuevos repiten el proceso y en su lugar se consultan entre ellos, entre quienes el <i>intercambio</i> se produce en igualdad de condiciones (todos tienen las mismas "dotaciones iniciales" en cuanto a experiencia o conocimiento, por decirlo así). Obviamente, habrá situaciones muy concretas, o de importancia, que requieran una consulta a los superiores, pero éstas cada vez serán más escasas.</div><div align="justify"><br />
La consideración de estos elementos subjetivos permite profundizar en las bases del intercambio, no sólo a nivel interno de las organizaciones, sino también entre las propias organizaciones. <b>El que no se produzca una transacción monetaria ante un hecho tan trivial como una consulta no implica que, en términos reales, no se esté produciendo intercambio alguno: en este caso, se trata de información</b> (que no viene dada en el vacío, sino que ha de ordenarse, articularse y transmitirse). Si situamos a cada una de las partes en los platos de una balanza, veremos que hace falta "algo" que compense el valor de la información recibida (en el caso que hemos considerado, la contrapartida sería el agradecimiento expresado por los nuevos, al menos hasta cierto punto). De hecho, aun de forma especulativa, estas conclusiones podrían permitirnos entender, por ejemplo, por qué las mujeres en sociedades tradicionales mantienen una actitud sumisa: no tienen capacidad de negociación, o no se les permite tenerla, de forma que ninguna transacción que pudiesen efectuar con respecto a otros agentes sociales estaría nunca "en igualdad de condiciones" salvo que se ofrezca "algo más" (la obediencia, por ejemplo). <b>En resumidas cuentas, la situación de partida en una negociación, a diferencia de lo que afirmaba Ronald Coase, y ya hablemos de información ya hablemos de cualquier otro factor, al parecer sí es importante</b>.</div><br />
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