En una respuesta a una entrada de Citoyen en la que planteaba la justificación económica subyacente a la regulación de horarios comerciales (un tema recurrente en fiestas de guardar), me ha venido a la cabeza la figura del simpático vendedor ambulante nocturno asiático, siempre disponible, siempre servicial y siempre sonriente (sobre todo cuando te cobra, qué vamos a decir). De ahí que se me haya ocurrido comentar más detalladamente algunas razones sobre por qué los chinos abren negocios en todas partes, cómo consiguen el dinero para hacerlo (más teniendo en cuenta que la mayoría de pagos los realizan en metálico) y cómo aguantan casi todas las noches pateándose las calles de Madrid cargados de cervezas y otros menesteres. Vayamos por partes.
Los mecanismos de financiación informales son una tradición muy extendida en extremo oriente. Los casos de Japón y China son muy similares, ya que ambos poseen un sistema de créditos rotatorios bastante extendido: el Tanomoshi y el Hui, respectivamente. Como es natural, estos sistemas han sido llevados por los emigrantes japoneses y chinos a sus diferentes lugares de destino. El Tanomoshi o Hui normalmente está compuesto por una docena de individuos interesados en poseer su propia tienda de comestibles, restaurante o cualquier otro negocio pequeño. Una vez al mes, el grupo se reúne para cenar en la casa de alguno de los miembros y cada persona lleva uan suma de dinero previamente acordada, por ejemplo 1.000 €. El anfitrión de esa noche guarda todo el dinero, digamos 12.000 €, el cual destina a comprar algún local o a abrir su tienda de abalorios. El grupo sigue reuniéndose así durante doce meses consecutivos hasta que todos hayan puesto y sacado la misma cantidad, en este caso 12.000 €. De este modo, la gente que hubiera tenido grandes problemas para ahorrar dicha suma es capaz de reunir un capital. Las cifras que se mueven por estos medios pueden llegar a cantidades francamente grandes, sobre todo entre miembros asentados que han prosperado previamente gracias a otros negocios y buscan nuevas posibilidades de inversión.
Las mafias (también traídas de sus tierras de origen, con mayor o menor consentimiento) juegan un papel fundamental en el funcionamiento y supervisión de estos sistemas. Son ellas las que se encargan de la celebración de las reuniones y del pago de las cantidades acordadas por parte de cada miembro, evitando la morosidad y castigando los impagos (haciendo uso de métodos más o menos ortodoxos); todo ello comúnmente a costa de una comisión y, sobre todo, de una legitimidad. Este desarrollo institucional más o menos informal e interno es una de las principales razones de hoy sea tan común encontrar negocios regentados por dependientes chinos prácticamente en cada esquina, o el por qué, a pesar de las crisis, siguen gastando cantidades considerables en adquirir bienes inmuebles comerciales. Las mafias en este caso ejercen a su vez como fuerza coordinadora de trasfondo, planificando a largo plazo y canalizando los fondos de los miembros de las comunidades inmigrantes en cada lugar hacia distintas inversiones. Ni pretendo hacer valoraciones ni justificar las actividades delictivas que este tipo de organizaciones ejercen y hasta controlan (piratería, narcotráfico, trata de mujeres, etc.) pero negar que las mismas ejercen y han ejercido a lo largo de la historia un papel institucional y económico (no siempre beneficioso) entre las minorías inmigrantes de cada país sería simplemente negar la realidad.
Ésto da lugar también a plantearse el negocio de la venta ambulante nocturna (en Madrid, aunque también supongo en otras grandes ciudades), en donde la presencia de asiáticos (especialmente chinos) es prácticamente excluyente. Quiérase que no, la labor de organización y coordinación que mantiene toda esta gente, aparentemente desperdigada, es enorme. A lo largo de la ciudad las tiendas, negocios o almacenes asiáticos ejercen como base de recogida. Los vendedores ambulantes pasan por ella, recogen la mercancía en cuestión y después parten hacia las zonas que tengan asignadas, rotándose en el proceso de suministro. Los productos que ofrecen se han ampliado a lo largo del tiempo: latas de cerveza, refrescos, tabaco, bocadillos e incluso comida preparada (arroz y pasta). El hecho de realizar una labor clandestina en horario no comercial tiene su lógica repercusión en el precio. Un paquete de tabaco puede costar entre 4 o 5 euros, y la misma proporción en el incremento del precio suele verse para el resto de productos. La ausencia de competidores (el tabaco puede adquirirse en bares, pubs y discotecas, pero el hecho de tener que pagar entrada complica el asunto) y el riesgo que supone el ejercicio de su actividad, bien les permite fijar los márgenes de beneficio que estimen oportuno; siendo aún así relativamente baratos.
Una vez más, las mafias juegan un papel esencial en este pequeño imperio de distribución nocturno. Ofrecen protección, coordinan la labor de suministro en los distintos puntos de recogida y controlan la recaudación de cada noche y su posterior reparto según corresponda. Ignoro la implicación directa que las mafias pueden tener en estas circunstancias, pudiendo operar bajo comisión por servicios prestados o bien mediante un control directo, repartiendo después comisiones a las distintas tiendas y vendedores implicados. Sea como fuere, su sistema funciona, y si lo hace, es porque ofertan un servicio demandado que nadie más ofrece.
Como puede verse, no estamos ante una masa de inmigrantes desorganizados que únicamente trabajan a destajo para ganarse un jornal. Se trata de gente emprendedora, que busca oportunidades de negocio y que se apoya de forma activa en su comunidad a través de instituciones fuertemente asentadas. Así que replantead vuestros tópicos cada vez que veáis a un sonriente vendedor ambulante por las noches, porque en realidad os encontráis ante un empleado de una gran cadena de distribución y servicio.Y es que no todo, casi siempre, es lo que parece.
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