jueves, 24 de junio de 2010

El porqué de la sanidad pública: el problema de selección adversa (III)

En relación a una discusión que mantuve con Ángel Martín Oro sobre el fenómeno de selección adversa en el mercado sanitario (I, II), Albert Esplugas me ha ofrecido una serie de enlaces a modo de réplica, más que contra mi argumentación en particular, contra la postura en general que mantiene que la selección adversa es un problema lo suficientemente significativo en el mercado sanitario como para requerir algún tipo, o grado, de intervención gubernamental. En esencia, las críticas que enlaza Albert no contienen nada especialmente novedoso, pero no por ello dejan de resultar interesantes ni, por eso mismo, desmerecen una aclaración. En concreto (que me corrija Albert si me equivoco), la crítica hacia la postura que he venido defendiendo puede estructurarse en tres argumentos (a los que intentaré responder de la forma más precisa posible):

1) La selección adversa no es un problema significativo en el sector sanitario.
2) De poder serlo, existen mecanismos más o menos eficaces que permiten corregirla.
3) En cualquier caso, una intervención gubernamental es irrelevante, cuando no perjudicial.

En uno de los enlaces, Alex Tabarrok dice: "One reason adverse selection may not be that important in practice is because buyers and sellers use testing and certification to remove the most important information asymmetries". Ésto es totalmente cierto. De hecho, como comenté en una entrada, las pruebas y certificados son una práctica habitual por parte de las compañías de seguros para conocer y clasificar a sus clientes. Esta práctica se conoce como screening. No es el único método para intentar hacer frente a la selección adversa. Otra práctica habitual es diseñar un menú de contratos, o modalidades de seguro, entre las que un cliente puede elegir. El que opte por una u otra indica a la compañía de qué tipo de cliente se trata, lo cual le proporciona a la compañía una información más que valiosa. Este hecho es a lo que se refiere Alex Tabarrok cuando habla de propitious selection. Cabe destacar que ésto no es algo que se de por sí mismo, sino que requiere de un trabajo de estudio, diseño, interpretación y posterior clasificación de los datos recogidos por los distintos clientes. Sólo la "autoselección" es realiza por el cliente, el resto del proceso recae íntegramente sobre la compañía aseguradora, con los costes que ello lleva aparejado.

Ahora bien, ésto no significa que la selección adversa no sea un problema significativo en el sector sanitario, más bien todo lo contrario. La selección adversa es un problema que afecta de lleno a este sector, de ahí que las distintas compañías aseguradoras trabajen constantemente en la recogida de información sobre sus clientes, su clasificación, su distribución dentro del conjunto de la sociedad y el diseño de nuevos métodos de captación de información cada vez más precisos. De hecho, sólo el gasto destinado a labores administrativas por parte de las compañías de seguro sanitarias consume el 20% de su presupuesto total. Hablamos además de casi medio millón de personas empleadas en labores administrativas en dicho sector. El que se inviertan tales sumas de dinero en este área es una muestra de que la información supone una necesidad fundamental en el sector sanitario, una necesidad que lógicamente es necesario solventar. Deducir que como se dedican enormes esfuerzos respecto al tratamiento de la información de los clientes no existe ningún problema de información (o asimetrías de información, que es lo que da pie a la selección adversa) es, cuanto menos, original.

Obviamente, si el que un cliente tiene una enfermedad es algo patente, de dominio público podríamos decir, ninguna compañía le ofertaría un seguro. Es lógico, y efectivamente, como dice Tyler Cowen en otro de los enlaces, en este caso no hablaríamos de selección adversa. No obstante, este hecho particular no implica que la selección adversa no se de en el resto de ámbitos. Las personas que quedan por su condición fuera de cualquier posibilidad de recibir cobertura se dan en todos los sectores de seguros, desde el sanitario hasta el de los automóviles. La decisión de darles o no cabida es por tanto meramente política. No obstante, este hecho debería permitirnos entrever cómo la información afecta de hecho a determinados sectores, pudiendo dejar fuera a un tipo de clientes en situaciones de certidumbre. No hablamos de un sector productivo cualquiera, en definitiva. Ahora bien, ¿qué ocurre precisamente con esa gente que puede parecer una enfermedad y no es algo patente o de dominio público? Son estas circunstancias las que plantean problemas y en las que precisamente aparecen fenómenos como el riesgo moral o la selección adversa, y son éstas en concreto las que analizamos.

En cuanto a cifras, tenemos que en 2007 un 85% de los americanos poseía algún tipo de seguro sanitario, que un 60% lo obtenía a través de su puesto de trabajo mientras que un 9% lo contrataba directamente, y que un 15% se encontró sin ningún tipo de cobertura en algún periodo del año (en una parte importante coincidía con personas que, al perder su empleo, perdieron también la cobertura). Esta última cifra, que se corresponde con 50 millones de personas, resulta bastante relevante, sobre todo en consonancia con las anteriores. Albert hizo en su día un desglose de esta categoría de no asegurados, lo cual, a pesar de todo, no le resta importancia. Quizá resulte todavía más curioso el que un 60% obtenga cobertura médica a través de la empresa, hasta el punto de que la negociación del seguro sanitario que se ofrezca sea una de las principales a la hora de acceder a un puesto de trabajo, así como uno de los principales atractivos de una empresa (ésta suele pagar en torno al 85% de la póliza); aunque no debemos olvidar que la inclusión de un seguro sanitario por parte de la empresa le proporciona bonificaciones fiscales nada desdeñables. Además, Alex Tabarrok afirma: "The national average annual premium for reasonably generous coverage for a single person is just $2,268". Habría que saber qué considera Tabarrok una cobertura razonable, y qué modalidad de seguro escoge a la hora de efectuar sus cálculos, ya que en otras fuentes se afirma que la póliza de un seguro sanitario puede alcanzar perfectamente los 1,000 $ mensuales (dependerá en todo caso del tipo de cliente o de su modalidad de seguro). En cualquier caso, los costes han ido aumentando paulatinamente con el paso del tiempo, y cabe destacar que en su mayoría, los contratos de seguro que se ofrecen son franquicias, en las que la aseguradura cubre una parte del gasto mientras que el cliente ha de sufragar el resto.

Sin embargo, observar estas cifras en solitario podría resultar engañoso, ya que hay que tener presente que un 28% de la población (de forma no necesariamente excluyente con otras modalidades) recibe una cobertura sanitaria por parte de algún programa público, como Medicare o Medicaid. Es por ésto que los efectos de la selección adversa pueden ser confusos. Hablé en una entrada anterior que uno de sus efectos es el racionamiento del recurso, en cuyo caso las compañías podían empezar a reducir su oferta a fin de blindarse contra el riesgo. ¿Cómo podemos saber si las compañías de seguro funcionan en un entorno mucho menos hostil precisamente debido a que los programas públicos acogen a personas de alto riesgo, que ellas nunca querrían asegurar, y por tanto se quedan únicamente con una categoría de clientes con un riesgo inferior? Es difícil saberlo, pero no obstante, los tipos de personas a las que van dirigidos los programas públicos apuntan en esta dirección. De ser así, habría que concluir que estos programas hacen un enorme favor en cuanto al funcionamiento más o menos normal, que no libre de riesgo, de las compañías de seguro, con lo que aunque se tratase de un parche, sí que contribuirían a la eficiencia.

En conclusión, desde luego no podemos decir que la selección adversa no supone un problema en el sector sanitario. Los esfuerzos que las compañías invierten en el tratamiento de la información, sin ir más lejos, lo confirma. Naturalmente, no nos encontramos ante un hecho estático. Las compañías desarrollan cada vez métodos más complejos y precisos de obtener la información sobre sus clientes, su distribución en la población y el riesgo de que éstos contraigan una enfermedad, del mismo modo que también diseñan modalidades de contrato cada vez más ajustadas a todas estas variables. Esta dedicación no es ni mucho menos gratuita, como hemos dicho antes, y las inversiones que a ella se destinan y su aumento con el paso de los años es una muestra de su importancia y de los restos que plantea una complejidad cada vez mayor. En cuanto a los efectos de la intervención gubernamental, si bien es cierto que pueden resultar ambiguos, no es menos cierto que su presencia es significativa y que, desde luego, su función a la hora de dar cobertura a las personas de más alto riesgo no puede descartarse de antemano, independientemente de cualquier consideración política. Queda lejos el día en que pueda permitirme ser categórico, pero desde luego, queda mucho más lejos el día en que pueda permitirme pretender ignorar o minusvalorar un problema de este calado.

martes, 22 de junio de 2010

Los economistas no somos filósofos (II), los psicólgos tampoco

¡Por fin! Acabo de terminar los exámenes del presente cuatrimestre, y aunque los resultados nunca llegan al nivel que uno desearía, no dejan de ser bastante satisfactorios (en términos de rentabilidad por hora dedicada al estudio, eso sí). Aunque necesito unos días para organizarme de cara al verano, próximamente retomaré el ritmo habitual de publicación de nuevas entradas. Ruego paciencia, no os impacientéis ;)

En cualquier caso, el que necesite algo de tiempo para asentarme no quiere decir que no esté haciendo nada. De hecho, ahora que es verano vuelvo a disponer de algo de tiempo para la lectura. Además de "Superfreakonomics", de S. Levitt y S. Dubner,  libro que llevaba tiempo esperando y que he devorado en pocas horas, ahora me encuentro enfrascado en la lectura de "Introducción a la psicología", de George A. Miller, una obra que, por lo que llevo hasta el momento, no me está en absoluto defraudando. De esta última, en concreto, os dejo algunas citas en torno a un tema que hace no demasiado tiempo discutí en una entrada a propósito del carácter científico de la economía, una cuestión en la que tanto ésta como la psicología suelen enfrentarse al mismo tipo de críticas. No tienen desperdicio:

"Por una parte, el conocimiento científico proporciona un fundamento para los adelantos tecnológicos, para la solución de los problemas prácticos que surgen en la vida cotidiana de la gente normal. En este aspecto la ciencia es algo que explotamos, igual que explotaríamos un recurso natural. Mucha gente cree que es ésta la única función de la ciencia; encuentra confusas las distinciones entre científicos e ingenieros, entre la ciencia y la tecnología. Pero la ciencia es, en su esencia, algo más que un arte útil. Entre sus fines figura, tanto como el de controlar, el de comprender".

"Cuando nuevos campos de una actividad científica comienzan a tomar forma, lo hacen casi necesariamente utilizando elementos e ideas que forman parte de la común experiencia de todos los hombres. Durante este primer periodo de conocimiento, la ciencia en cuestión resulta ampliamente inteligible, sus descubrimientos los pueden entender, discutir, apoyar, negar o ridiculizar millones de pesronas. Ciertamente, en una etapa posterior esta ciencia podrá hacerse más precisa, alcanzar una comprensión más profunda o remontarse a mayores alturas de virtuosismo intelectual; pero ya nunca más tendrá el mismo impacto sobre la visión que el hombre medio de sí mismo y del mundo que le rodea. En este posterior estadio, quizá se la defienda por los milagros técnicos que misteriosamente aporte; pero, excepto para un puñado de especialistas, habrá dejado de ser una realidad viva. Conforme tienda a aumentar su impacto tecnológico sobre la sociedad, su influencia sobre el entendimiento común se irá diluyendo".

"Las ciencias sociales han estado siempre un poco a la defensiva en lo que a su estatuto concierne; han sido siempre un poco susceptibles respecto a la afirmación de su carácter científico. Así pues, cuando un gran físico anuncia que la medición es la clave del conocimeinto científico, es fácil que reciba mayor atención de la que merece. (...) No obstante, muchos científicos sociales y hombres de ciencia dedicados al estudio del comportamiento, confiados en que la medición es la piedra de toque de la respetabilidad científica, se han precipitado a buscar números antes de saber lo que esos números pueden significar. (...) El culto a la medición por la medición no es, a buen seguro, una opinión mayoritaria. Más común, pero igualmente obstinada, es la opinión opuesta de que la medición viola la dignidad del hombre, que los números ofenden al espíritu humano. En este extremo parece existir el temor de que el prolijo aparato de la ciencia impida la visión que tenemos unos de otros y obstruya nuestros canales de comprensión directa e intuitiva. (...) La actitud prudente se halla, como de costumbre, en algún punto intermedio entre el impulso irresistible y la repulsión institiva. La primera medida sensata consiste en reconocer que la medición es un medio y no un fin en sí misma. Las mediciones precisas constituyen una parte indispensable de la empreas más ambiciosa de entendernos a nosotros mismos y de entender nuestro universo. El conocimiento así adquirido no es un ornato inútil de uan mente cultivada: establece una línea de acción, guía los actos y sirve de apoyo a las decisiones en todos los ámbitos que toca. (...) La gran virtud de la medición es que nos permite recurrir a las matemáticas y aplicarlas a los problemas que manejamos. Una vez que hemos sustitudo los objetos o los hechos que queremos comprender por símbolos numéricos, podemos proceder a operar sobre esos símbolos siguiendo las reglas de la matemática, que han sido creadas y desarrolladas por las mentes más brillantes de la historia".

Enlaces recomendados

La Ciencia Económica y la Gran Recesión (I), por Jesús Fernández-Villaverde en Nada es gratis 
 

jueves, 10 de junio de 2010

La batalla de los sexos, o cómo aplicar la teoría de juegos a la vida diaria

Uno de los ejemplos más típicos en las aplicaciones de teoría de juegos es el conocido como la batalla de los sexos, un juego que ilustra la posibilidad de existencia de múltiples equilibrios de Nash, y además, que éstos sean cooperativos (o no competitivos). Se trata por tanto de un juego sencillo en su forma más básica, pero con importantes implicaciones a la hora de entender ciertos mecanismos básicos de la teoría de juegos.

¿En qué consiste? Supongamos una pareja de novios que han quedado para salir juntos el fin de semana. El problema es que no han decidido a dónde van a ir. Ambos están trabajando toda la semana y no pueden verse hasta el viernes por la noche, por lo que hasta ese momento no podrán decidirlo. Al chico le encantaría ir a beber cerveza a raudales a un precio asequible, mientras que la chica preferiría salir tranquilamente a tomar un café (y quién sabe, quizá caiga alguna copa, pero con moderación). La cuestión es que, independientemente del sitio al que vayan, los dos tienen claro que prefieren estar juntos (esa es la gracia de salir en pareja, si no, no quedarían). El juego puede representarse de forma matricial, como podéis ver en la siguiente tabla:


Donde las ganancias del chico se muestran por filas según al lugar al que vayan y las de la chica, por columnas. La tabla muestra que ningún jugador gana nada si eligen ir a sitios distintos. Las ganancias únicamente se obtienen cuando ambos coinciden. Obviamente, dada esa condición, el chico prefiere ir a llenar su cuerpo de cerveza (por eso su ganancia es de 2, y la de su novia, que se conforma con acompañarle, sólo de 1), mientras que la chica prefiere ir a tomar un café (es la situación inversa a la anterior). ¿Qué elegirá cada uno? Llegados a este punto tenemos que pensar cómo respondería cada uno ante la propuesta del otro. Si el chico propone ir a tomar cerveza (algo bastante probable) su novia puede optar por acompañarle o irse a tomar un café. Como prefiere estar con él a irse sóla, decidirá acompañarle. Si la chica propone ir a tomar un café, su novio responderá de la misma forma. De esta forma, vemos que existen dos soluciones posibles a este juego: O los dos van juntos a beber cerveza, o los dos van juntos a tomar café (teniendo en cuenta la resignación de una de las partes en cada caso). A estas dos posibles soluciones del juego las denominamos equilibrios de Nash. Como decíamos en un principio, puede verse que ambas son cooperativas (los jugadores sólo obtienen ganancias cuando coinciden, ceden o conceden en su decisión). La siguiente tabla remarca qué soluciones del juego son equilibrios de Nash:


Ahora bien, cuando ambos se encuentren este viernes por la noche, ¿qué decidirán en concreto? No podemos saberlo. En principio, cualquiera de las dos soluciones que hemos comentado es válida. De hecho, podríamos esperar que ambos se encontrasen, hablasen un rato de banalidades y después, con o sin discusión de por medio, al final uno de los dos ceda ante la propuesta del otro.

Supongamos ahora que esta situación se repite cada fin de semana, y la chica comienza a estar harta de tener una discusión cada viernes antes de decidir dónde va a salir con su novio, así que decide hacer algo para solucionarlo (y si la solución pasa porque los dos vayan a tomar un café en vez de cerveza, mucho mejor). La chica plantea entonces una estrategia, consistente en proponer siempre ir a tomar un café. Si su novio acepta, ambos se encontrarían en una de las soluciones vistas antes. Sin embargo, si el novio propone en su lugar ir a tomar cerveza, la chica no cederá. Además, para intentar ser más persuasiva, planteará algún tipo de castigo (aquí dejo volar la imaginación de cada cual) si su novio no le acompaña al café. Este tipo de estrategias se denominan estrategias de disparador (trigger-strategies), ya que se "activan" dependiendo de la reacción del otro jugador. En última instancia, el objetivo de la chica es conseguir que, sin discusión de por medio, ambos decidan ir siempre a tomar un café cada viernes, o en otras palabras, que su novio siempre ceda. Podemos representar esta nueva situación en la siguiente tabla:


Donde ahora se refleja el castigo de la chica si su novio decide ir por su cuenta a tomar cerveza y también la solución objetivo que la chica pretende incentivar. ¿Funcionará la estrategia de la chica? Para saberlo, tenemos que comparar las ganancias del chico si cede o no ante su novia cada vez que queden (que esperamos, sean muchas, infinitas, podría decirse). Además, vamos a suponer que la discusión de cada encuentro les hace perder cada vez más la paciencia. Si el chico optase por seguirle el juego a su novia y ceder a su proposición, sus ganancias serían:


Donde α [0,1] es el factor de descuento de sucesivas etapas (que podríamos interpretar como la pérdida de paciencia de la pareja ante cada nueva discusión) y 1 es la ganancia que obtiene el chico si cede y acompaña a su novia a tomar un café cada vez que quedan. Ahora bien, si el chico no tiene intención de ceder y opta por ir a tomar su cerveza, su ganancia (teniendo presente que en la siguiente ocasión su novia le castigará como estime oportuno) serían:


Donde puede verse que el chico se sale con la suya en la primera ocasión, pero en las siguientes, dado que su novia pasa a no ceder en su intención de ir a tomarse un café, recibe el castigo que ella le tenía preparado. Para saber por cuál de las dos opciones se decantará el novio, tenemos que comparar las ganancias que obtendría en cada una de ellas. Si las de la opción que implica ceder son mayores, entonces la estrategia planeada por su novia para evitar discusiones en la pareja (y además, ir bastante más a menudo al café), será estable, y por tanto funcionará.



Realizando los cálculos pertinentes, obtenemos que si la pérdida de paciencia en cada etapa sucesiva es de α > 0,25, entonces la estrategia de la chica funcionará y la pareja, siempre que quede, optará por ir a tomar un café. Se acabaron las discusiones. No obstante, es interesante comprar cómo en estos casos la viabilidad de la estrategia depende de la paciencia de los jugadores cada vez que entablan una nueva negociación (o discusión, en nuestro ejemplo). Dicho en términos más generales, la viabilidad de una estrategia depende de qué pierden (o renuncian, o dejan de ganar) los jugadores en cada etapa sucesiva si no alcanzan un acuerdo.

En cualquier caso, después de ver ésto, al menos no podrán deciros que la teoría de juegos no puede ayudaros a mejorar vuestras relaciones sentimentales.

Enlaces recomendados
La teoría de juegos y los fundamentos de la moral, por Citoyen en La ley de la gravedad 

miércoles, 9 de junio de 2010

El índice de Gini

La distribución de la renta es uno de los principales objetos de estudio de un economista, especialmente para aquéllos especializados en la disciplina de la Economía Pública. No se trata de un hecho anecdótico, pues la mayor o menor equidad en la distribución de la renta puede tener importantes consecuencias en el entramado económico y social. Para medirla, los economistas disponemos de distintas herramientas a nuestra alcances. En esta entrada quisiera presentaros una tan común como sencilla: el índice de Gini, un indicador elaborado por el estadístico, sociológico (y teórico fascista, ejem) italiano Corrado Gini en la primera mitad del siglo pasado. También podemos referirnos a él como coeficiente de Gini (aunque son equivalentes, el índice no es más que su expresión porcentual).

¿Cómo lo calculamos? Es bastante sencillo, sobre todo a través de un ejemplo. Supongamos dos países, Alemania y España, cuya distribución de la renta por quintiles de la población se muestra en la siguiente tabla:


Donde los valores ordenados por columnas para cada país representa el porcentaje de la renta total que posee cada quintil de la población (es decir, en la tabla, se mostraría que el tercer quintil de la población posee el 17,30 % de la renta total, mientras que el primer quintil tan sólo posee el 4,50 %, lo mismo para España). Antes de proceder con ningún cálculo, tenemos que acumular los valores. El resultado puede verse en la siguiente tabla:


Donde el valor de cada quintil se obtiene como la suma del correspondiente a dicho quintil más los anteriores. Ahora sí podemos calcular el índice de Gini, que aunque puede obtenerse a través de distintas fórmulas más o menos complejas, resulta muy fácil de calcular a través de la siguiente expresión:


Es decir, el índice se calcula a través del sumatorio de las diferencias entre el valor proporcional de cada quintil y su valor de renta correspondiente, descontando el último par, dividido entre el sumatorio del valor proporcional de los quintiles descontando el último (y lo multiplicamos por cien para obtener el valor porcentual). Hay que tener presente que si hablamos de quintiles en realidad nos estamos refiriendo a sucesivos grupos de población de un 20 % sobre el total, y si los disponemos de forma acumulada, el primer quintil correspondería al primer 20 % de los datos, el segundo al primer 40 % de los datos, y así sucesivamente. De esta forma, tomando los valores del ejemplo y aplicando la fórmula presentada, obtenemos los siguientes resultados:


Como 45,3 % < 48 %, podemos concluir que la distribución de la renta es más equitativa en Alemania que en España, o dicho de otra forma, Alemania es un país más igualitario que España. El índice de Gini está relacionado además gráficamente con la curva de Lorenz, que para los valores de este ejemplo sería la siguiente: 


De esta gráfica se deduce que cuanto "más alejada" esté la distribución de la bisectriz, más desigualitaria será la distribución, y viceversa. Si la distribución coincide con la bisectriz, entonces diremos que la distribución es igualitaria. Tiene su lógica. Si coinciden completamente, eso quiere decir que el margen entre una y otra para cada valor de la distribución es nulo, así como lo sería el numerador en el cálculo del índice de Gini, y por tanto, el propio índice de Gini sería igual a cero. De ahí que afirmemos que cuanto más próximo a cero sea el valor de un índice de Gini, tanto más igualitaria será la distribución de la renta en la sociedad que tratemos. En este sentido, los economistas en general admitimos que, en cualquier caso, resulta preferible que la distribución de la renta sea lo más igualitaria posible (aunque éste no tiene por qué ser ni el único objetivo ni tampoco el principal de toda política económica, todo sea dicho).

Si os interesa, podéis ver una clasificación de países según su índice de Gini aquí (desgraciadamente, los valores no están sincronizados, por lo que no pueden hacerse comparaciones tan buenas como podría esperarse). Namibia es el país más desigualitario, con un índice de Gini con valor 70,7 %, mientras que Suecia es el más igualitario, con un valor del 23 %. España siempre suele situarse en un término medio en este tipo de clasificaciones (está en el puesto 101 entre 134 países, de menor a mayor equidad, con un índice de Gini del 32 %). No obstante, cabe recordar que el índice de Gini no es la única medida de que disponemos los economistas para medir la desigualdad en la distribución de la renta. Hay otras, como el índice de Theil, el índice de Dalton o el índice de Atkinson, similares en planteamiento, pero cuyas peculiaridades reservo, en todo caso, para otra ocasión.

Enlaces recomendados

martes, 8 de junio de 2010

El modelo de negociación colectiva holandés

Como las posibilidades de alcanzar algún tipo de acuerdo por parte de los agentes sociales parece todavía hoy bastante incierta, y como todos parecen rehuír la necesidad de emprender una reforma laboral seria (no se puede insistir más), en esta entrada me gustaría echar un vistazo a nuestros vecinos europeos. ¿Ocurre en todos los países lo mismo? ¿Son los agentes sociales tan súmamente escleróticos en todos lados? No, parece que no. Para demostrarlo, quisiera presentaros el modelo holandés, del que hace relativamente poco tiempo se comenzó a hablar en España como una alternativa deseable al que tenemos muy día, pero que en la práctica queda muy lejos de ser tomado en serio. Cónstese que en lo relativo a mi exposición me basaré por completo en este paper que me pasó Citoyen (es una fuente inagotable de recursos este hombre).

¿En qué consiste? En primer lugar conviene ver qué instituciones juegan un papel importante en su modelo de negociación colectiva, aparte obviamente del Gobierno y el Parlamento. La primera es la CPB Netherlands Bureau for Policy Analysis (CPB) (podéis ver su página web aquí). Este organismo, parte del Ministerio de Economía pero en la práctica independiente, se encarga de asesorar a los grupos parlamentarios holandeses en la elaboración de las políticas públicas, además de dedicarse a la elaboración de estadísticas e informes, que publica periódicamente. En esencia, tiene dos tareas importantes: la primera, ejercer de organismo auditor, evaluando el alcance y resultados de las políticas públicas; la segunda, la dirección, en un sentido general, de las investigaciones de economía aplicada en todo el país. Eso no quiere decir que la CPB sea el único organismo facultado para la investigación de economía aplicada (de hecho, compite con otras instituciones públicas y privadas en la elaboración de informes), pero en este sentido sí es tomado como el organismo de referencia de este tipo de estudios a nivel nacional. De cara a los procesos de negociación colectiva, la CPB juega un papel fundamental: es ella la que elabora los informes e indicadores económicos sobre los que el Gobierno y los agentes sociales realizarán sus reivindicaciones y entablarán negociación. Esta separación entre hechos y política puede ser, precisamente, uno de los aspectos que más incentivan el consenso entre las distintas partes.

La segunda institución importante en este proceso es el banco central holandés, el Netherlands Bank (DNB) (podéis ver su página web aquí), también en la práctica bastante independiente del Gobierno y que, como en el resto de países europeos, tiene encomendada la misión de conducir la aplicación de la política monetaria comunitaria con el objetivo de asegurar la estabilidad de precios. No obstante, el DNB no sólo reduce su ámbito de actuación a la política monetaria, sino que participa activamente en diversos foros económicos, publica informes periódicamente y, además, colabora constantemente con el Gobierno para su coordinación con la política fiscal. Como ya habréis podido imaginar, su papel en los procesos de negociación colectiva no es nada desdeñable, ya que la inflación prevista es uno de los principales factores que se consideran en este tipo de procesos.

Otras instituciones, menores en importancia pero no menos relevantes en este proceso, son la Foundation of Labor (STAR), que es la plataforma formal desde la que los representantes de la patronal y los trabajadores (con igual número para ambas partes) discuten y dejan por escrito las líneas generales de la política laboral, alrededor de una vez cada dos o tres años. A su vez, el Social Economic Council (SER) ejerce como principal órgano asesor del Gobierno en lo referente a políticas de carácter económico y social (y su reputación está bien afianzada, de hecho, es muy raro que un Gobierno rechace las conclusiones tomadas unánimente por este consejo). En último lugar, podrían destacarse un buen número de comisiones (Council for Economie Affairs (REA), Central Economic Committee (CEC)) y otras instituciones de corte tecnocrático, como el Scientifïc Council for Government Policy (WRR) (un organismo interdisciplinar que asesora al Gobierno en la toma de políticas a largo plazo), ajenas a la política laboral en sí, pero que no obstante toman partido desde un punto de vista externo, enriqueciendo y agilizando el proceso.

Ahora sí, podemos comenzar a analizar cómo funciona el proceso de negociación salarial holandés. No sólo la estructura formada por organismos como STAR o SER incentivan la cooperación y al confianza entre los agentes sociales; en general, todo el sistema de negociación salarial está basado en incentivos para cooperar y alcanzar consensos. Veremos primero cómo funcionan estos incentivos a nivel central, para luego ver sus efectos a nivel de empresa. En el nivel central, el Gobierno se reúne dos veces al año con los agentes sociales (en lo que viene a denominarse las consultas de "primavera" y "otoño"). En la primera, se discute el nuevo plan presupuestario del Gobierno, mientras que la segunda marca el inicio de una nueva ronda de negociaciones salariales. La preparación para estas negociaciones anuales comienza en las dos grandes federaciones sindicales. La más importante, la FNV, utiliza los informes de la CPB para calcular el "margen de negociación salarial", que se refiere al coste de incremento salarial razonable que puede darse y que se suele calcular como la suma de la inflación más el cambio en la productividad laboral. Cónstese que en ningún caso este resultado debe ser equivalente a la reivindicación de los sindicatos (en otras palabras, los salarios no están indiciados al mismo). Junto a otras reivindicaciones, estos cálculos son redactados en un documento que se presenta a los secretarios generales del resto de federaciones sindicales para su discusión. El procedimiento de la segunda federación sindical más importante, la CNV, es bastante similar. Aparte de este proceso de acercamiento, el fondo general de huelgas de cada federación juega un papel de cohesión importante, ya que cada sindicato sólo recibe financiación por parte del fondo en tanto se mantenga en línea con las propuestas de negociación de cada federación. La patronal sigue un proceso muy parecido. Sus miembros coordinan sus posiciones antes de cada negociación, y además, un fondo general para la compensación de empresas afectadas por huelgas ejerce la misma función de cohesión que en caso de los sindicatos.

Los incentivos para la cooperación también se encuentran a nivel sectorial y de empresa. Las empresas, por ejemplo, pueden iniciar negociaciones con cualquier sindicato (aunque no están obligadas a ello). El eventual acuerdo que la empresa pudiese firmar con un sindicato tiene validez para todos los trabajadores, aun en el caso de que pudiesen estar afiliados a una organización sindical distinta. Así que, en cualquier momento, cualquiera puede "fundar" un sindicato por su cuenta y cualquier sindicato puede intentar iniciar negociaciones con la empresa. Los sindicatos tienen reconocido el derecho de huelga, pero en caso de darse, la empresa puede cortar conversaciones con el sindicato que la inició e iniciar conversaciones con otro distinto. Esto ha ocurrido incluso en casos de negociación con los principales sindicatos del país, luego la amenaza es bastante creíble. Como es lógico, a los sindicatos les interesa verse envueltos en tantos procesos de negociación como sea posible, por varias razones: la primera es que, por descontado, los sindicatos pretenden conseguir algún tipo de mejora para sus miembros (si no consiguen nada no tienen razón de existencia); la segunda es que sólo los sindicatos que han firmado un acuerdo tienen garantizado el derecho de descuelgue del mismo; la tercera es que los sindicatos que firman un convenio reciben una parte ajustada de financiación proveniente de cada trabajador en el sector o la industria, que luego se divide de forma proporcional entre cada sindicato según su número de miembros. La conjunción de estas tres razones hace que los sindicatos tengan incentivos a formar federaciones (a fin de ejercer mayor poder de negociación) y además, a moderar sus reivindicaciones (ante el riesgo de poder ser excluidos de las negociaciones si son demasiado extremistas). Las patronales también tienen incentivos a incluir tantos sindicatos como sea posible en sus negociaciones, ya que por regla general, todos los convenios contienen una claúsula que impone la prohibición de realizar huelgas durante un determinado periodo de tiempo, pero esta claúsula sólo es de obligado cumplimiento para los sindicatos que han firmado un convenio con la empresa.

Son todos éstos incentivos los que propician el acercamiento entre las partes y la voluntad de llegar a un consenso en el menor tiempo posible. ¿Y si no lo consiguen? Este hecho también se encuentra previsto y es que, si los agentes sociales a nivel nacional no llegan a un acuerdo en el tiempo pactado, el Gobierno tiene el derecho de mediar como árbitro en las negociaciones, teniendo en última instancia la palabra definitiva sobre los términos del acuerdo en estas circunstancias. Qué diferente sería todo si en España tuviésemos algo parecido, ¿o no?

Enlaces recomendados

¿Por qué perdura el paro?, por Citoyen en La ley de la gravedad
Reforma laboral: las verdaderas líneas rojas, por Luis Garicano en Nada es gratis
Una delgada línea roja: la negociación colectiva, por Samuel Bentolila en Nada es gratis
  

Los economistas no somos filósofos

Alejandro Hoyos Guerrero, con quien comparto alma mater,  ha publicado un comentario muy crítico sobre la metodología económica actual. Aunque me gustaría poder decir algo distinto, su comentario no deja de ser un compendio de acusaciones típicas contra nuestra ciencia, en las que se critica no su esencia, sino su método. El problema es que lo que este tipo de críticas dejan entrever no es que no se sepa qué es la economía en concreto, sino que no se sabe qué es la ciencia en general.

Lo primero de todo es que, por herético que pueda sonar, las "ciencias duras" están sobrevaloradas (en la misma proporción que están devaluadas las "ciencias blandas", especialmente la Economía). No sé sinceramente qué pasa por la cabeza de la gente cuando piensa en una ciencia consolidada como la Física, la Química o la Astronomía.¿Qué las diferencia en su planteamiento de lo que muchos pensamos respecto a la Economía? ¿La Física no trabaja con modelos simplificados, en los que se estudia el comportamiento de determinadas variables, céteris paribus? ¿La Astronomía no realiza mediciones con márgenes de error que se reajustan para minimizarlo? ¿Los modelos de estas ciencias son perfectos y dan resultados exactos siendo extremadamente sencillos? Por supuesto que no, pero las modelizaciones simplificadas, en todas las ciencias, tienen la enorme utilidad de que sus conclusiones resultan sencillas de comprender, más allá de los resultados. Si me dicen que la velocidad puede entenderse como el cociente entre la distancia y el tiempo (V = D/T) lo que me están diciendo realmente es que la velocidad es la distancia que recorro por cada unidad de tiempo, o desde un punto de vista dinámico, la variación de la distancia respecto al tiempo. La relación se muestra meridianamente clara, desde luego. Probemos ahora a aplicar esta sencilla ecuación en cualquier experimento. Os adelanto que no obtendremos resultados exactos. De hecho, nos veremos obligados a reajustar los instrumentos de medida, a revisar las condiciones de realización del experimento, a introducir variaciones en la velocidad para determinados tramos (aceleración), etc. Y aún así, el resultado que obtendremos nunca es exacto (nos dejamos muchas cosas por el camino, cómo el efecto del rozamiento, la degradación progresiva de la energía, o incluso, la relatividad específica). Sólo si ajustasemos nuestro experimento de forma que lo realizasemos en un entorno sin rozamiento, sin ninguna fuerza atractiva, en la que el cuerpo se moviese en movimiento rectilíneo uniforme, podríamos esperar obtener resultados ajustados con esa ecuación. ¿Es eso acaso lo que sucede en la realidad? ¡Y luego se quejan de que el modelo de competencia perfecta es totalmente irreal! Todas las ciencias basan sus conclusiones en determinados supuestos, todas. Ahora bien, en todo caso, siempre será cierto algo que enunciamos en un primer momento, desde el modelo más sencillo al más complejo: que la velocidad puede entenderse como la variación de la distancia respecto al tiempo.

Además, no se considera la principal utilidad de un modelo: ofrecer una fácil comprensión de sus conclusiones. Supongo que recordaréis la mecánica que se enseñaba en secundaria. ¿Era la de Einstein? No, era la de Newton. ¿Acaso Einstein no superó a Newton hace bastante tiempo, siendo su modelo superior? Sí, desde luego, pero la mayor parte de las conclusiones de Newton siguen siendo válidas hoy día. De hecho, si hemos aceptado la teoría de Einstein es precisamente porque ofrece un marco de comprensión de la realidad mucho más amplio (y con resultados predictivos más ajustados) que el que ofrecía Newton. Pero eso no es exclusivo de la Física. Todas las ciencias siguen el mismo patrón de desarrollo. Eso es precisamente lo que quería transmitir Friedman cuando enunció su "Economía Positiva", que no viene a decir que podemos "inventarnos" lo que queramos mientras dé resultados válidos, sino que podemos asumir simplificaciones (todo modelo se basa en ellas) siempre que las tengamos presentes y nos permita ampliar nuestro campo de comprensión (y predicción). Un modelo que permita mayor comprensión y a la vez ofrezca resultados más ajustados será preferible a otro. Friedman enunció estos principios, que para cualquier científico resultan triviales, teniendo en cuenta cuál era el estado de una parte importante de la Economía de entonces, más preocupada por desarrollar una "teoría del todo" que fuese coherentemente lógica que en contrastar empíricamente sus resultados, es decir, que fuese "efectiva" o "útil". A pesar de lo que pueda decir Alejandro, no, no todas las proposiciones son válidas. Las hipótesis deben cumplir con una serie de criterios, entre ellos, ser susceptibles de ser contrastadas (y recurrir a unicornios, gnomos o espíritus no es que permita demasiada contrastación).

En esta línea, Alejandro critica la hipótesis de las expectativas racionales como un ejemplo de lo "perverso" del planteamiento metodológico actual. Sin embargo, y aunque es cierto que se ha abusado de esta hipótesis hasta la saciedad para los más variopintos fines, tengo la sensación de que Alejandro no termina de comprender la esencia de la misma. La hipótesis de las expectativas racionales no afirma que los individuos "sepan en todo momento cómo evolucionan las variables económicas", sino simplemente, que los indiviudos al observar esa evolución "descubren" (o creen descubrir) ciertos patrones, y por tanto adecuarán su comportamiento a lo que esperan que suceda en base a los mismos; es decir, si la inflación ha estado aumentando estos últimos años en torno a un 3%, los indiviudos "esperarán" que el año que viene haga lo mismo, por lo que tomarán las medidas que consideren oportunas para "protegerse" de la inflación que esperan. Que acierten o no en su "predicción" es gran parte de la gracia del modelo. ¿Qué hay de perverso en este planteamiento? En verdad, si Alejandro no lo considera (y remitiéndome a esta teoría me remito a cualquier otra) una hipótesis válida, o al menos susceptible de ser trabajada, contrastada o refutada, no sé qué más podría decir.

Por último, sobre la función de las matemáticas dentro de la Economía, hay que tener presente que no es distinta que en cualquier otra ciencia: es una herramienta, más concretamente, un lenguaje. Dos requisitos de toda ciencia es que sus proposiciones y resultados sean completamente inteligibles por todos (sin dar lugar a ambigüedades, es decir, debe entenderse perfectamente qué es lo que se pretende y dice en un modelo), y en segundo lugar, que los resultados que se obtengan a partir de él sean contrastables por cualquiera. ¿Qué garantiza mejor ambos principios que el empleo del lenguaje matemático? Si Alejandro conoce alguno mejor, le escucho. Ahora bien, pensemos en la época en la que las matemáticas se rehuían en la Economía. ¿Por qué ha habido tanta discusión sobre las aportaciones de Keynes? Ha habido mil interpretaciones sobre el contenido o propósito de su teoría, incluso división escolástica en la Economía entre aquéllos que se consideraban "correctos" intérpretes del keynesianismo. ¿Habría sido diferente si Keynes hubiese modelizado sus proposiciones? Es más, ¿habría sido diferente si Keynes hubiese planteado hipótesis propiamente dichas? ¿Si las hubiese intentando contrastar? ¿Si las hubiese puesto a disposición del público? Otro ejemplo. No sé si Alejandro habrá leído a David Ricardo (si no es así, le recomiendo que nunca lo haga). Todos hemos estudiado el modelo ricardiano en la carrera. Me apuesto a que cualquiera que intente sonsacar dicho modelo de los escritos de Ricardo desistirá apenas pasadas unas páginas. ¿Por qué es tan súmamente complicado? Nuevamente, por la falta de modelización (si bien es cierto que Ricardo escribe pésimamente, en ese sentido tiene mérito). Sin embargo, la "esencia" de lo que Ricardo quería decir en un tratado de cientos de páginas se plasma en apenas unas ecuaciones bajo unos pocos conceptos que no ocupan más de un folio. Las conclusiones son las mismas. ¿Qué resulta preferible entonces? ¿De verdad prefiere Alejandro que volvamos a la edad oscura de la Economía?

P.D. Espero que Alejandro me perdone el tono agresivo de esta entrada. No es nada personal, desde luego. Sin embargo, admito que me toca la fibra sensible la gente que critica la Economía, y no porque se critique, sino porque el argumento suele dejar entrever las ideas equivocadas que la gente tiene sobre la ciencia en general. Y si no conocemos cuál es el método de una disciplina, y por tanto cuáles son sus límites y posibilidades, ¿cómo podemos esperar avanzar?
 

miércoles, 2 de junio de 2010

El porqué de la sanidad pública: el problema de selección adversa (II)

Respondo brevemente a la réplica que me lanzó Ángel Martín Oro a propósito de mi anterior entrada, en la que pretendía contestar a una reseña que él hizo en su blog acerca de la necesidad o no de regulación en el sector de la sanidad. Antes de nada, quisiera dar las gracias a Ángel por tomarse la molestia de responderme, que nunca está de más.

En primer lugar, Ángel dice: "En el caso de contagio sí puede haber externalidades, pero no en muchos otros casos relacionados con la salud donde los beneficios/costes son privados. Lo del caso de contagio sería para unos casos particulares, no para todos. Aunque luego se puede hacer el argumento de que gente más saludable tiene repercusiones externas y favorables para el resto de la sociedad, pero esto lo veo rebuscado y no suficientemente justificado" (énfasis añadido). Sobre las externalidades negativas de una enfermedad, especialmente relacionadas con la posibilidad de contagio, creo que no hay nada que decir. Ángel sin embargo duda de la relevancia de las externalidades positivas. Ante todo, es importante entender que, en estas circunstancias, las externalidades positivas/negativas sobre la salud son contrapuestas (es decir, la enfermedad supone una externalidad negativa, mientras que la salud es positiva). La salud pública no sólo reduce las posibilidades de contagio (que es donde primordialmente podría detectarse una externalidad) sino que también muestra su incidencia en otras tantas variables: productividad, criminalidad, riqueza, reducción del riesgo, etc. Pensad simplemente que una persona aquejada de una enfermedad más o menos grave y que requiere la atención constante de su familia supone, en términos de lucro cesante, un coste de oportunidad para la sociedad (se tratará a fin de cuentas de gente que no produce, y por tanto, su efecto es similar al que provoca la criminalidad en tales términos). Los efectos son muy numerosos, y yo, probablemente, sería incapaz de enumerarlos todos o explicarlos correctamente, pero no los veo en ningún caso superfluos.

En segundo lugar, Ángel afirma que: "Aun así, tampoco creo que la existencia de externalidades por sí misma haga imposible un buen funcionamiento del sector privado en la realidad, si se le deja funcionar. Hay casos que lo muestran. La imaginación de las personas a veces sobrepasa en mucho la de los economistas, y los primeros son capaces de llegar a soluciones que los segundos considerarían imposibles con sus irrealistas modelos. Sobre este tema, y en general sobre la teoría de los fallos del mercado, tengo un artículo publicado, por si puede interesar" (énfasis añadido). La selección adversa, si aparece, suele tener dos desenlaces: el racionamiento del recurso o, en última instancia, el cierre del mercado. En el caso de la sanidad, suele darse el primero. ¿Por qué? Supongamos que, siguiendo con el ejemplo de la anterior entrada, la compañía fija una póliza tal que tan sólo una fracción de la demanda estaría dispuesta a adquirir un seguro. Esta circunstancia representa una situación bastante comprometida para la empresa: si las personas más sanas consideran que a ese precio no les interesa hacerse un seguro, pero por contra los menos sanos lo ven súmamente ventajoso, la empresa se encontrará con una clientela compuesta principalmente por personas más propensas a enfermar, lo que supone unos mayores costes para la empresa (y unas perspectivas nada halagüeñas respecto a su viabilidad económica en el futuro). La empresa además no está sóla en el mercado, sino que compite con otras compañías. De cara a reforzar sus beneficios esperados, la empresa tendría que poder reducir su precio (intentando que así haya más personas, especialmente las más sanas, que se atrevan a contratar el seguro); sin embargo, bajar el precio también reforzaría que más personas menos sanas lo contratasen, aumentando así el riesgo. ¿Qué puede hacer la empresa? El procedimiento más habitual es racionar la venta de seguros, de forma que el ajuste, en vez de hacerlo vía precio de la póliza, lo haga a través de su base de clientes (en nuestro ejemplo anterior, la empresa jugaría con la proporción conocida de fumadores y no fumadores, trasladándolo a su base de clientes y racionando los seguros para que ésta coincidiese con el nivel que le permitiese ser viable económicamente). La consecuencia es que hay gente que literalmente se queda fuera de la contratación (aunque estuviera dispuesta a pagar la póliza que se le ofrece). Ésto no es algo irreal: es una práctica común, y en EE.UU, algo completamente habitual (y no porque las empresas estadounidenses sean malvadas, sino porque es una solución inherente al problema de selección adversa en todas las aseguradoras).

Cabe decir también que el problema de selección adversa no es algo insalvable. De hecho, existen métodos destinados a superarlo. Los clientes, por su parte, pueden intentar mostrar a través de alguna variable tangible y creíble a la empresa en qué grupo de la población se encuentra. A este método se le conoce como señalización (signaling), que puede apreciarse claramente en el mercado laboral. En él, las empresas suelen enfrentarse también a problemas de selección adversa (las empresas no saben si el trabajador que contratan se esfuerza mucho o no en su trabajo, o si realmente tiene las capacidades que declara tener, etc.). Los trabajadores pueden decir que son "cualificados" pero, ¿cómo puede realmente saberlo la empresa y superar el riesgo moral? El modelo de Spence muestra que ésto puede hacerse a través de la educación, es decir, si un trabajador presenta a la empresa un título universitario, por ejemplo, aunque la empresa no sepa nada del trabajador el hecho de que éste tenga un título demuestra implícitamente que éste posee determinadas características de disciplina, constancia e inteligencia, ya que ha sido capaz de sacárselo. La formación complementaria juega un papel similar en el mercado laboral al descrito. El problema en el caso de la sanidad es que los mecanismos de señalización no son ni mucho menos tan sencillos. ¿Cómo podría demostrar un cliente que pertenece a ese grupo de población que la empresa considera "sano"? No es ni mucho menos tan sencillo, de ahí que el racionamiento de recursos suela presentarse de forma mucho más común en la sanidad que en otros mercados.

También las empresas pueden tomar la iniciativa para tratar de buscar algún método de sonsacar a sus clientes información sobre el tipo al que pertenecen (y que, obviamente, el cliente o no sabría como revelarla o no tendría ningún interés en hacerlo, como en el caso de los fumadores en un seguro de salud). En este sentido, podemos destacar la exploración (screening) o la criba, que suelen darse de forma conjunta. En el primer caso, la empresa trata de diseñar mecanismos que obligen al cliente a revelar su información privada (las entrevistas de trabajo serían un ejemplo, o los chequeos médicos en lo seguros de salud) mientras que en el segundo, los mecanismos están más centrados en que el cliente se autoseleccione (como es el que caso de darle a elegir entre distintas modalidades de seguro). Son estos dos métodos los que sobre todo intentar atenuar el problema de selección adversa en la sanidad, así como en los que se concentran los mayores esfuerzos en innovación por parte de las compañías aseguradoras.

Con estas dos aclaraciones pretendo demostrar que en ningún caso, cuando se habla de selección adversa en la sanidad, estamos efectuando un análisis estático. Claro que no. La población, sus hábitos, los estados de naturaleza, las compañías, los tratamientos, los mecanismos para contrastar la información por ambas partes, varían y evolucionan con el tiempo. Eso es indiscutible. El problema de Ángel, y de los economistas liberales o austriacos en general, es que olvidan todas las circunstancias del presente relegando su solución a un "futuro" en el que suponen que los incentivos del mercado la motivarán, pero en su declaración, olvidan que es bastante poco probable que un mercado se desarrolle si le resulta imposible funcionar correctamente en el presente. Si el sector sanitario no puede desarrollarse correctamente, ¿de dónde van a surgir los avances tecnológicos, sobre qué problemas se van a basar, qué van a pretender solucionar? La experiencia es un requisito necesario para que se produzca un desarrollo tecnológico. Las soluciones obviamente deben ser proporcionales a la situación y el alcance del problema, pero el que no se pueda proporcionar una solución completa al problema no implica dejarlo completamente de lado ni tampoco minusvalorarlo, como precisamente muchos parecen pretender.