Hablaba en la anterior entrada del utilitarismo y de cómo éste supuso la piedra angular (subyacente) del cambio teórico en la teoría del valor que inició la revolución marginalista, y muy especialmente, del pensamiento de Jevons, uno de sus artífices. Como decía, este planteamiento propició el estancamiento de la economía en un punto muerto por la misma presión que, indirectamente, afectaba a la doctrina utilitarista. Una de sus críticas fue la referente a la incapacidad de medir la "utilidad", si es que acaso se sabía claramente de qué se trataba. Si bien es cierto que la mayoría de los partidarios del utilitarismo asumió con resignación este defecto como "inevitable" pero "obviable" (en el sentido de que no atacaba las bases fundamentales de la doctrina) o bien "solucionable en el futuro" gracias al avance de la ciencia, algunos otros propusieron distintos métodos, más o menos originales, con los que salir al paso de las críticas.
El primero de ellos es el cálculo felicífico (también llamado cálculo utilitario o cálculo hedonista), un algoritmo propuesto por su fundador Jeremy Bentham (1780), y que puede considerarse canónico dentro del utilitarismo. Su pregunta central es: ¿Cómo construir una función de utilidad social respetuosa de las preferencias individuales? El método de cálculo es en apariencia sencillo: El valor de un "placer" o "dolor" de una persona es mayor o menor según ciertas variables (intensidad, duración, certeza y proximidad). Además, para estimar el acto que origina ese "placer" o "dolor" tendrían que tenerse en cuenta otras dos circunstancias (fecundidad, o si éste dará lugar a nuevos placeres; y pureza, que es la cantidad de dolor que acompaña a ese placer, a cuanto menos mejor, claro está). Por último, a nivel social, habría de tenerse también en cuenta la "extensión" (o personas que lo disfrutan o sufren, según el caso). Con este procedimiento Bentham creyó elevar la ética a la categoría de ciencia formal al indicar un método de cálculo. Sin embargo, el problema seguía sin resolver, ya que ni se aclaraba qué era exáctamente la "utilidad", ni se indicaba como cuantificarla efectivamente, lo que era aún más importante.
Bentham no sería el único en intentar resolver la cuestión. El irlandés Francis Ysidro Edgeworth, editor del Economic Journal desde su creación en 1891 y firme defensor del utilitarismo, también haría su intento. En ese sentido publicaría dos trabajos centrados en el tema: The hedonical calculus (1879) y Mathematical psychics (1881) [1]. En este último, concretamente, el autor actualiza el cálculo hedónico tradicional. Su pensamiento puede atisbarse en sus propias palabras: "(...) imaginemos un instrumento perfecto, una máquina psicofísica registrando continuamente los niveles de placer experimentados por un individuo, conociendo exáctamente el veredicto de la conciencia, o mejor, alejándose de él de acuerdo con la ley de los errores. De cuando en cuando el hedonímetro varía, el delicado índice tan pronto se eleva con la excitación de las pasiones como se atempera en virtud de la actividad intelectual, sumergiéndose completamente en los alrededores del cero o creciendo hasta el infinito" (1881). Como puede verse, se trata de un pensamiento muy típico de los utilitaristas de ahora y entonces: la creencia de que en un futuro la tecnología permitiría demostrar empíricamente sus postulados. Desgraciadamente para ellos, parece ser que ese "futuro" todavía no ha llegado, al menos de momento.
Es ahora donde realiza su aparición una de las principales contribuciones de Paul Samuelson: las preferencias reveladas. Su planteamiento invierte los términos previos. Así, no es necesario maximizar la utilidad entre distintas alternativas para saber cuál escogerá el individuo: El hecho de que el individuo realice una elección demuestra que esa alternativa en concreto es la que le reporta mayor utilidad (lo cual es simple coherencia si se asume que el individuo busca maximizar su utilidad). Todo el trasfondo basado en la selección de alternativas, el valor de la utilidad y su cálculo, quedan completamente al margen. De hecho, no son necesarios. Esta simple inversión, como se decía, permitió sacar de un importante estancamiento secular a la economía, y al centrarse únicamente en las "variables observables" (las elecciones del individuo, no sus razones o procesos internos antes de tomarlas) terminó por dejar de lado la mayor parte del discurso psicologista sostenido hasta el momento. Esta labor, junto a otras enmarcadas en la misma línea, es a lo que me refería con "desterrar misticismos", y del mismo modo, es una de las razones que permitieron apuntalar a la economía como "ciencia" hasta el día de hoy, a pesar de todos sus altibajos.
Para terminar, os recomiendo sobre este tema un artículo elaborado por Citoyen en el que podréis encontrar una explicación sobre qué son y cuáles fueron las consecuencias científicas del concepto de "preferencias reveladas", de una forma mucho más didáctica que la mía. Podéis verlo aquí. Espero que, en cualquier caso, esta explicación haya servido para apreciar más claramente la labor llevada a cabo por Paul Samuelson y lo que, desde nuestra ciencia, tanto le debemos [2].
[1] Existe una edición en español de esta obra editada por Pirámide para su colección "Clásicos de la Economía", que es en concreto la que yo tengo. Los datos son: "Psicología matemática". Estudio preliminar de Manuel Jesús González. Traducción de Jordi Pascual. ISBN 84-368-1353-7.
[2] Para una mejor apreciación del tipo de economista e intelectual público que era Paul Samuelson, os enlazo una entrevista suya que es recomendable leerse entera, y puesto que su conocimiento lo debo a Citoyen, lo hago a través de su blog.
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