domingo, 23 de mayo de 2010

El modelo de Badhuri-Marglin (II)

A propósito de la réplica que me ha dedicado Alberto Garzón Espinosa (a quien agradezco enormemente haberse molestado en responderme) con motivo de mi anterior entrada en la que criticaba el modelo de Badhuri-Marglin, me gustaría responderle a alguna de sus matizaciones de forma algo más detallada. Sobre algunos de sus comentarios no tengo nada que decir, más que nada porque son correctos. En especial, le agradezco los enlaces que me ha proporcionado en los que se muestran ampliaciones del modelo asumiendo existencia de ahorro, economía abierta o diferencias de productividad. Desde luego, merecerá la pena echarles un vistazo.

En particular, me gustaría argumentar un apunte de Alberto con el que no estoy de acuerdo. En mi segunda crítica, afirmaba "(...) El modelo asume que esta "transición" es automática. Sin embargo, aunque un incremento general en salarios no suponga un coste relativo para ninguna empresa en relación al resto, el mismo sí que se refleja efectivamente como un coste en cada empresa, con todas sus consecuencias". Frente a ésto, Alberto argumenta: "(...) En todo caso, lo que interesa es su perspectiva macro: el incremento de la demanda lleva a mayores beneficios empresariales tarde o temprano. En todo caso hay que tener en cuenta que incrementos en los salarios no se producen por encima de los ingresos, sino que aún incrementándose dejan margen de beneficio. Es decir, que las empresas no tienen por qué quebrar. Es verdad que ven reducida su rentabilidad, y también sus beneficios, pero no tienen pérdidas". Efectivamente el modelo es estático y por tanto las transiciones son difíciles de reflejar, pero no por ello tenemos que evadir sus consecuencias. 

Como decía en mi segunda crítica, la transición no es automática. Las empresas deben reflejar el aumento de los costes de forma efectiva en tanto se producen, sin que realmente tengan constancia de si recuperarán tal incremento a través de sus ventas en un futuro y, de ser así, en que proporción lo harán. Este riesgo viene propiciado precisamente por el hecho de que los trabajadores no tienen por qué consumir todo el incremento de su salario y que, además, tampoco tienen por qué distribuir su consumo de forma proporcional en todas las industrias. Es más, en este último caso, más bien podríamos decir con seguridad que no lo harán, por lo que habrá sectores más beneficiados que otros. De hecho, es bastante probable que haya incluso sectores que recuperen una proporción mayor a la que supuso el incremento de los salarios (depende en última instancia de las incidencias de los efectos renta y sustitución). Las consecuencias, en todo caso, no son neutras. 

Para ser lo más claro posible, intentaré poner un ejemplo. Supongamos que tenemos una empresa dedicada a la producción de acero (se adecúa bastante bien a un mercado oligopolístico a escala mundial). Si se produce el incremento salarial general del que venimos hablando, en primera instancia, la empresa verá aumentar sus costes, lo cual reducirá instantáneamente su beneficio en balance. La empresa tiene dos opciones: o asumir la disminución de los beneficios (que si son casi nulos, sí, conllevarían pérdidas) o bien incrementar sus precios para mantener el margen de beneficios que tenía antes de la subida salarial. Si hace lo primero, malo: menores beneficios pueden implicar cambios en la estrategia de la empresa dependiendo de su magnitud, o si es cotizada, puede llevar a un festival en su cotización. Como todo, depende de la estructura de la empresa, su actividad y sus previsiones de beneficio. No obstante, la posibilidad está ahí. En el caso de que la empresa decidiese mantener su margen de beneficio, la consecuencia más clara es que los precios subirían. Quizá el incremento del precio unitario del acero no fuese apenas apreciable, pero cuando nuestros clientes habituales, que nos piden varias toneladas, empiecen a comparar, ese incremento sí que puede tener muy serias consecuencias, máxime en un mercado oligopolístico. Con poco que una empresa competidora tenga una estructura de costes que le haya permitido absorber mejor el incremento salarial, lo más normal sería que mis clientes empezaran a plantearse seriamente visitar a la competencia. Así que resulta que la primera consecuencia que ha tenido el incremento del salario de mis trabajadores (con su correspondiente disminución inmediata de beneficio) ha sido la de reducir aún más mis previsiones de beneficio por la previsible disminución de la demanda de mi acero. Y ésto no es ninguna tontería: en un oligopolio, el gasto destinado a fidelizar o atraer clientes es bastante elevado dada la ferocidad de la competencia. Bueno, me queda una esperanza, y es recuperar mis mayores costes por el incremento salarial (y los que he perdido por previsibles caídas de la demanda) a través de mis ventas. Bueno, mis trabajadores no es que vayan a comprar más acero del que compraban por haberles subido el salario (más bien nada, lo mismo que hacían antes). Me queda esperar que la subida general haga que el consumo se distribuya en una mayor proporción hacia sectores que sí demanden acero, de forma que obtengan rentas que les permitan aumentar de forma extraordinaria su actividad y así demanden más acero que pueda venderles (con suerte hasta me vuelvo competitiva). Ahora bien, ¿pasará todo ésto? ¿en qué magnitud? ¿cómo estaré llegado el momento? y lo más importante, ¿cuánto tiempo voy a tener que tirarme así?

Como decía, las consecuencias no son neutras, y puede verse que igual que éste ejemplo podría haber miles en el que se reflejasen empresas con distintas circunstancias. En todos ellos se verían algunos de los aspectos que destaqué en mi crítica original. Obviamente, está claro que el modelo nos puede permitir estimar cómo cambia la demanda agregada ante variaciones en las distribuciones del ingreso, sea el consumo o los salarios, como bien dice Alberto. Sin embargo, no veo qué diferencia existe entre hacerlo a través de este modelo o de otros que proporciona, digamos, la "economía ortodoxa". Desde luego coincido en que es preferible tener presente que los salarios forman parte de la demanda, y que no es ninguna tontería ni desde luego una estrategia equivocada para las empresas el tenerlo presente, ni tampoco el que nunca esté de más ser conscientes de que cambios en los salarios provocan cambios consecuentes en la demanda y ésto a su vez puede provocar cambios consecuentes en los salarios. Es lógico y así de hecho lo declaraba al final de mi entrada anterior. No obstante, sigo sin ver qué puede aportar el modelo de Badhuri-Marglin en relación con lo dicho que no puede ser analizado desde los actuales modelos no heterodoxos. Aunque sí, existe una salvedad, y es que normalmente el modelo de Badhuri-Marglin suele emplearse como argumento a la hora de promover políticas de incrementos generalizados de los salarios, aludiendo a que su efecto puede ser neutro (se produce una redistribución de la renta, simplemente) o incluso beneficioso en última instancia. Ambas cosas pueden ser ciertas, pero no lo es menos que dicho incremento puede tener efectos netos igualmente perjudiciales. Depende en último caso de las circunstancias, pero es algo que suelen pasar por alto los defensores del modelo al resaltar sus implicaciones.

Además, no cabe olvidar la cuarta crítica, y es precisamente que el aunque el modelo pueda pretender demostrar cómo las consecuencias de un incremento salarial generalizado reinciden en las propias empresas (se produce una retroalimentación), no se puede afirmar nada sobre cómo hubiera sido la situación de no haberse producido dicho incremento, que obviamente, podría haber sido la misma, peor o mejor. Es algo que, directamente, no resulta contrastable. Es cierto que podemos estimar en qué proporción varía la demanda agregada según la variación de cada uno de sus elementos internos (sea el consumo o la inversión), pero no por ello podemos concluir que, por el hecho de que tal variación se produza, el camino que hemos seguido es el único correcto, o incluso, que es el que debe seguirse en todas las circunstancias. Desde un punto de vista político puede pretenderse una redistribución de la renta según el concepto de justicia social que se emplee, pero eso no implica que tomar una acción que considere ese objetivo en mayor medida es la única posible. Como siempre suelo decir, en un caso se trata de una decisión política, en el otro de una económica. No son incompatibles, pero a la hora de analizar las consecuencias de una decisión, asumiendo las políticas no podemos eludir las económicas, que es en verdad lo que parece hacerse en situaciones en las que se esgrimen las consecuencias de este modelo.

Yo tampoco soy postkeynesiano, pero no por ello dejan de resultarme interesantes (lo mismo podría decir para los austriacos). Creo que pueden aportar mucho al campo de la economía y que muchos de sus enfoques son, por su propia temática, más que dignos de consideración. Tampoco se ha de ser necesariamente dogmático en cuestiones metodológicas, pero del mismo modo, tampoco se ha de caer en una crítica constante e infundada hacia la ortodoxia únicamente por ser "ortodoxa". Más bien, cabría preguntarse por qué el marco teórico que hoy se considera ortodoxo llegó a serlo efectivamente; cuando cabe recordar que nunca está de más plantearse que se entiende por "economía ortodoxa" propiamente dicha. Lo gracioso del tema es que dices demostrar que partiendo de otros supuestos sobre cómo funciona la economía se llegan a conclusiones radicalmente distinta. ¿Qué otros supuestos? ¿Qué otras conclusiones? A la vista de esta entrada y su precedente, las conclusiones no son para nada distintas de las que podría proporcionar la economía convencional. Únicamente me transmite la sensación de que, en vez de pretender reforzar, ampliar y progresar dentro de un paradigma establecido, sólo se pretender hacer distinciones arbitrarias bien por solo deseo de diferenciación bien por alguna razón interesada que se escapa a mi conocimiento, pero nada más.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Entiendo tus objeciones, aunque más que al modelo se refieren a la "recomendación" que se podría extraer a partir de sus conclusiones: en determinadas circunstancias, aumentar el salario es una buena política para aumentar los beneficios empresariales.

Parece que es esta recomendación la que más te molesta. Quizás podamos ir a un caso extremo. Imagina que los empresarios pudieran, mediante estrategias que desconozco, obligar a que los salarios fueran nulos (esclavismo), y el consumo de los trabajadores también nulo (esto último no sé como obtenerlo, simplemente imagina). En este caso, ¿quién compra los productos? ¿De dónde surge la demanda?

Por tanto, solamente extrapolando: la bajada indefinida de los salarios lleva a anular totalmente los beneficios. Por tanto la curva que representa a los beneficios con respecto a los salarios pasa por el punto (0,0), y eso demuestra que, al menos en un entorno de ese valor, debe tener pendiente positiva...

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