En la anterior entrada nos dedicamos a desarrollar una serie de ejemplos que mostraban como la explotación, en sentido técnico, podía surgir a través del proceso de mercado. En esta línea, extrajimos dos conclusiones. Primero, que la explotación siempre aparece ante una distribución desigualitaria de las dotaciones iniciales entre los agentes de una economía. Segundo, la explotación no siempre es reprobable, de hecho, sólo lo es si las condiciones previas que dan pie a una distribución desigual de esas dotaciones iniciales son reprobables. Ésto es así porque, como vimos en el último ejemplo, incluso ante una distribución igualitaria de capital entre nuestros dos agentes representativos, la explotación aparecía, esta vez motivada por una diferencia entre tasas de preferencia temporal. Si esas tasas de preferencia temporal tienen una explicación causal (por ejemplo, motivada por el ambiente familiar o social, o por el tipo de educación recibida) es algo en todo caso discutible, pero de ser reprobable, entonces esa diferencia entre los agentes es reprobable, y por lo tanto la explotación que surge de esa condición también lo es.
Ahora, seguimos con un análisis algo más detallado sobre el concepto de clase social. Roemer afirma que el surgimiento y configuración de una clase social definida se produce a través del proceso del mercado, en el que cada agente maximiza su utilidad dada su riqueza inicial (en un sentido amplio, sus dotaciones iniciales). Éste planteamiento es súmamente importante, pues prescinde de cualquier posible elemento de coerción en el establecimiento de una estructura de clases [1]. La restricción presupuestaria de cada agente se define en función de sus posibilidades de consumo, por la parte del gasto, y por los ingresos que puede obtener bien trabajando él mismo, contratando a terceros a cambio de un salario o trabajando para otro, percibiendo así un salario por ello (podríamos plantear una restricción equivalente en términos del mercado de capitales y tipos de interés, como vimos en la entrada anterior). Cónstese que tanto el gasto como los ingresos vienen definidos en términos reales [2].
¿Qué ocurre si resolvemos este problema de optimización? Dependiendo de la riqueza inicial de los agentes, las posibilidades para obtener ingresos con los que satisfacer su consumo varían. Así, un agente rico maximizará su utilidad si se dedica a contratar a otros agentes para que trabajen su capital. Un agente pobre, que no posee nada de capital, únicamente podrá maximizar su utilidad vendiendo su trabajo a alguno, o varios, de los agentes ricos. Entre estas dos opciones se abren varias posibilidades de agentes que podríamos denominar "clases medias", que dependiendo de su riqueza trabajarán por su cuenta, contratarán algunos trabajadores o venderán parte de su trabajo, en distintas proporciones. El resultado dilucidado por Roemer se muestra en la siguiente tabla:
De forma equivalente, como establecimos en la entrada anterior, podemos suponer una división en clases sociales pareja en presencia de un mercado crediticio, en conjunción o alternativamente a un mercado laboral. La estructura social resultante, en la que la relación crediticia puede ser llevada a cabo de forma directa o a través de intermediarios financieros, puede apreciarse en la siguiente tabla (nótese la equivalencia con la anterior):
Los posibles resultados llevan a Roemer al enunciado de dos teoremas fundamentales para su marco analítico. Al primero lo denomina Teorema de Correspondencia Clase-Riqueza, que establece que cuanto mayor sea la riqueza inicial de un agente, más alto se encontrará dentro de la escala de estructura social. Al segundo, paralelamente, se le nombra como Teorema de Correspondencia Clase-Explotación, que viene a decir que los agentes que optimizan su utilidad colocándose como empleadores de trabajo son explotadores, mientras que los que optimizan su utilidad vendiendo su trabajo son explotados. Estas dos consecuencias, recalca Roemer, emergen como caracterísicas endógenas de los agentes en el equilibrio de esta economía: no están postuladas de antemano. Obsérvese que ambos teoremas pueden ser descritos en términos del mercado de capitales e, inclusive, en términos de países (ya hablemos de relaciones laborales a través de migraciones, ya hablemos de relaciones crediticias a través de los mercados internacionales).
En base a estas correspondencias, de hecho, podemos establecer distintas formas de explotación según los derechos de propiedad vigentes en cada periodo histórico, ya que los mismos definen el rango y la composición de las dotaciones iniciales de los agentes (y por tanto, de las decisiones de optimización que pueden tomar). Así, Roemer define una explotación feudal como aquélla aparejada a la existencia de derechos de propiedad sobre el trabajo ajeno (como en la relación siervo-vasallo). Sigue una explotación capitalista, como aquélla que se relaciona con la existencia de derechos de propiedad sobre los medios de producción o, lo que es lo mismo, el capital. Y por último, Roemer habla incluso de una explotación socialista, que se da por la existencia de derechos de propiedad sobre los talentos innatos o capacidades propias (que desde el paradigma marxista, sí, tampoco resultan justificables). Nótese que, acorde al carácter progresivo del desarrollo histórico según el marximo, cada tipo de explotación conlleva la anulación o elimianción de derechos de propiedad que estaban definidos en el periodo previo. Así, el capitalismo, si bien prohíbe cualquier derecho de propiedad relacionado con la posesión del trabajo ajeno (en el ejemplo anterior, el señor tiene derechos sobre el trabajo del vasallo en determinadas circunstancias, y viceversa) mantiene, e incluso refuerza, los derechos de propiedad sobre el capital. Obviamente, el paso de una economía capitalista a una socialista llevaría a su vez aparejada la eliminación de los derechos de propiedad sobre los medios de producción, pero no sobre las cualidades innatas o talentos de cada persona.
No obstante, como sumario de todas ellas y en términos generales, la definición que da Roemer de explotación, en sentido técnico, es la que expusimos en la primera entrada de esta serie, a saber: un trabajador sufre explotación si el trabajo que emplea en un proceso de producción es mayor que el trabajo encerrado en las mercancías que puede comprar con el salario percibido por dicho proceso. Esta circunstancia se dá para cualquier tipo de explotación entre las antes descritas, y obviamente, mantiene una relación muy estrecha con la definición que de los derechos de propiedad se haga en cada periodo histórico o lugar considerado.
[1] Como me aclara Citoyen, la ausencia de coerción es una contribución fundamental de Roemer en cuanto a la configuración de una estructura de clases. Por ejemplo, Samuel Bowles en su libro "Microeconomics: Behaviour, Institutions and Evolution" defiende esta postura desde un punto de vista evolutivo, lo que da idea del calado de la aportación de Roemer.
[2] Las conclusiones que se muestran en las tablas de esta entrada se extraen a través de la resolución de un problema matemático relativamente simple, que pasa después por una demostración rigurosa de sus postulados y resultados. Si no las incluyo es, meramente, por economía de espacio (ver capítulo 4 del libro).
P.D. En la próxima entrada, antes de pasar a una nueva sección, se me hace necesario hacer un bis para exponer un ejemplo concreto pero de suma importancia, que entronca con todas las conclusiones que se han expuesto previamente. Si no lo hago en esta entrada es, precisamente, por cuestión de espacio. A pesar de la extensión deliberada de la serie, como digo, el ejemplo resulta vital no sólo para poder comprender realmente el alcance de las conclusiones expuestas, sino también a la hora de abordar una crítica efectiva, dado el caso.
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