lunes, 25 de octubre de 2010

"Free to Lose", de John E. Roemer (IV): materialismo histórico

En las entradas anteriores de esta serie nos hemos dedicado a exponer, de una forma bastante detallada, el concepto de explotación de Roemer, con mucho el más importante dentro del libro. No obstante, quisiera dedicar la presente a mostrar un aspecto que, si bien de forma subsidiaria, enlaza con la reformulación de la teoría económica marxista que hace el autor: qué puede entenderse por materialismo histórico, como teoría de la historia y de la evolución social, desde una perspectiva marxista.

Así, Roemer toma posición junto a la interpretación de su colega G. A. Cohen., quien reformuló (o más bien deberíamos decir que formuló de manera rigurosa) el materialismo histórico marxista. Desde esta óptica, las relaciones de producción son relaciones de poder económico. Los individuos pueden tener o no poder sobre los medios de producción, lo que incluye los propios medios físicos de producción (o capital) y su propia fuerza laboral. Un siervo feudal no tiene ningún poder respecto a la tierra que detenta, que pertenece al señor, ni tampoco posee un control total sobre su propio trabajo, ya que éste puede ser dispuesto por el señor para el trabajo de sus tierras y para el mantenimiento o mejora de las tierras comunales o las infraestructuras del feudo. Por contra, un proletario bajo el capitalismo, aunque sigue sin tener ningún control de los medios de producción, sí posee un control total sobre su fuerza laboral, de la cual puede disponer y emplearla como quiera, al menos legalmente. La visión ideal del comunismo tiene al trabajador como propietario al mismo tiempo de los medios de producción y de su fuerza laboral.

La estructura económica se define como la totalidad de relaciones de producción. La forma de la estructura económica, ésto es, si la sociedad se organiza como feudal, capitalista, comunista, etc., es la consecuencia del nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, o en otras palabras, del desarrollo tecnológico. La primera afirmación del materialismo histórico es que las estructuras económicas existentes no son la consecuencia de ideas políticas o nociones religiosas, sino que de hecho cada estructura económica se ajusta al nivel de desarrollo tecnológico de su época. En Europa Occidental, el feudalismo proveyó en su momento la forma más eficiente de organización económica, dado el desarrollo tecnológico presente tras la caída del Imperio Romano, pero a la larga se mostró insuficiente a la hora de dar cabida a las innovaciones tecnológicas que tuvieron lugar en los medios de producción. El capitalismo como forma de organización, en su desafío por dar cabida a tales innovaciones (en sentido legal, ideológico y social) resultó victorioso, precisamente por el hecho de resultar más eficiente. En esta línea, el materialismo histórico reconoce a su vez que el capitalismo ha dejado de resultar viable para ajustarse al desarrollo tecnológico presente y sólo el comunismo es capaz de afrontar éste de forma eficiente. En otras palabras, el capitalismo es una situación subóptima desde el punto de vista de la eficiencia dado el nivel de desarrollo tecnológico existente, al igual que en su momento lo fueron el esclavismo o el feudalismo. 

La segunda afirmación más importante del materialismo histórico tiene que ver con la relación entre la estructura económica y la superestructura política y legal, que se refiere a la forma política del Estado y a las leyes destinadas a garantizar y proteger los derechos de propiedad. Así, las leyes y las políticas que observamos no son más que el resultado después de la pugna entre estructuras económicas alternativas, toda vez que una de ellas sale victoriosa y se establece de forma efectiva. La superestructura implementa lo que requiere la estructura económica., requeridas a su vez por las fuerzas productivas subyacentes a la misma.

En resumen, podemos enumerar tres tesis sostenidas por el materialismo histórico: 1) Las fuerzas productivas tienden a desarrollarse independientemente de la voluntad de los agentes, pero este desarrollo es de alguna forma consecuencia de las acciones que cada uno de los agentes realiza intentando mejorar su situación. 2) Las relaciones sociales de producción (o estructura económica) pueden explicarse por su eficacia a la hora de organizar la actividad económica bajo un desarrollo tecnológico dado. 3) La superestructura política y legal es explicada por sus efectos a la hora de estabilizar y legitimar la estructura económica existente.

Desde este punto de vista, la revolución, en sentido marxista, no puede verse más que como una consecuencia muchas veces necesaria en la pugna entre las distintas formas organizativas de la actividad económica, o en otras palabras, entre diversas estructuras económicas. Supongamos el desarrollo de los acontecimientos de forma esquemática. Primero nos encontramos ante una estructura económica concreta, pongamos, el feudalismo. Las relaciones de producción se definen bajo las categorías del señor y sus vasallos, en las que todos los medios de producción son propiedad del señor y en los que el vasallo no es por entero dueño de su propia fuerza laboral, a pesar de lo cual éste posee un cierto aunque asimétrico poder económico frente al señor. El desarrollo tecnológico (traigamos ahora a nuestra mente artilugios tan banales pero innovadores en su momento como la collera, el arado de vertedera, la rotación de cultivos, el desarrollo de las ciudades o las armas de pólvora) hacen que, a la larga, este tipo de relaciones de producción se vuelvan totalmente ineficientes para sobrellevar las consecuencias que estas innovaciones tecnológicas tienen sobre la sociedad. Así, el crecimiento económico derivado del output creciente en la agricultura dados los avances en artilugios y técnicas de cultivo habrían sido incapaces de reinvertirse de forma eficiente bajo el feudalismo, o al menos de forma cada vez más divergente. El desarrollo de las ciudades y el consiguiente aumento del comercio llevó a una pérdida relativa del poder económico de los señores cada vez mayor, algo que además se agravó bajo el descubrimiento de las armas de pólvora, que dotaron de un nuevo medio de defensa o ataque a las ciudades frente al tradicional método guerrero de los señores, basados en la caballería y las levas campesinas y en el empleo de los castillos como medios de defensa y de organización coercitiva de la vida comunal. Todas estas consecuencias provocaron una divergencia cada vez más creciente entre la situación real de la economía y su caracterización legal., pero las leyes y políticas seguían legitimando y defendiendo mdiante el empleo de la coacción estatal las antiguas relaciones productivas, ya desafasadas o caducas. La revolución, en muchos casos violenta, se constituye así únicamente como un medio para eliminar tales barreras legales y ajustar de forma coherente la superestructura a la estructura económica realmente existente. A modo de ejemplo, el propio Tocqueville declara a propósito de la Revolución Francesa de 1789, en su obra El Antiguo Régimen y la Revolución, que: "Una cosa sorprende a primera vista: la Revolución, cuyo objeto propio consistía, como hemos visto, en abolir por todas partes el resto de las institucioens medievales, no estalló en los países en que estas institucioens, mejor conservadas, se hacían sentir al pueblo con más fuerza en su rigor, sino por el contrario, en aquellos en que éste se percibía menos; de suerte que su yugo pareció más insoportable donde en realidad era menos pesado" [1]. O en otras palabras, la Revolución Francesa se dio precisamente en Francia porque era allí donde la superestructura había alcanzado frente a la estructura económica su mayor grado de divergencia. De ahí que, a pesar de la tradición institucional y del aparente poder del Estado francés, la situación fuese bastante más apta para el inicio de una revolución, y también para su éxito y legitimación posterior.

[1] Alexis de Tocqueville, "El Antiguo Régimen y la Revolución" (1856, pág. 54). La edición en castellano que tengo yo concretamente es la de Alianza Editorial (2004). ISBN: 84-206-5561-8. Como nota al margen, tanto por sus escritos como por las conclusiones que de ellos se desprenden, en muchos sentidos consideraría a Tocqueville como el verdadero creador del materialismo histórico en cuanto al reconocimiento de sus factores esenciales y de las causas que motivan el cambio social. En cualquier caso, y más allá de identificar posibles antecedentes intelectuales, a Marx le corresponde por entero la labor de haberlo formulado dentro de un marco analítico completo y con pretensión de generalidad.

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