miércoles, 17 de noviembre de 2010

Estar desempleado no te hace más infeliz... o casi

En la actualidad, tanto economistas como políticos parecen haber empezado a valorar el empleo del concepto de bienestar subjetivo en sus análisis. Contraponemos bienestar subjetivo al tradicionalmente considerado objetivo, es decir, aquél que se calcula a partir de determinadas variables tangibles de los agentes, como las propiedades, la renta o el gasto en servicios de ocio. La diferencia principal radica en que, en vez de ver qué tienen los agentes, el objetivo es saber qué piensan o cómo valoran lo que tienen. Sirva de ejemplo de este avance el caso del Reino Unido, que recientemente ha anunciado un plan para elaborar un índice con el que estimar el "bienestar general de la nación". Ciertamente, las cuestiones relacionadas con el plano subjetivo han de cojerse siempre con pinzas (dado el enorme sesgo previsible y la más que probable escasa fidelidad de los datos declarados por los agentes); no obstante, su empleo en conjunción con datos objetivos, más tradicionales por así decirse, puede ofrecer algunas aportaciones interesantes en el análisis, sobre todo al valorar las diferencias entre ambos métodos.

En cualquier caso, el título de esta entrada parece cuanto menos paradójico, ya que habrá pocas cuestiones en las que la gente coincida en mayor medida que en afirmar que el desempleo es perjudicial (¡ni yo como cuasieconomista me atrevería a negarlo!). De hecho, ante la pregunta: "¿Considerando todo, cómo de satisfecho está con su vida, en conjunto, en estos momentos?", no debería sorprender que los trabajadores desempleados declaren una menor satisfacción con su vida. No obstante, aunque esta respuesta se muestre contundente, en realidad nos da bastante poca información sobre qué hace que una persona desempleada esté más insatisfecha (o en caso contrario, que una persona empleada sea más satisfecha). Aunque como decía antes sea difícil entrar en consideraciones frente a lo subjetivo, no parece nada despreciable el que una parte importante de la población (en España varios millones, de hecho) se declare insatisfecha con su vida. Las consecuencias son bastante poco predecibles, pero desde luego no se muestran alentadoras, y menos ante la visible persistencia del desempleo durante los próximos años.

En un reciente estudio, titulado Dissatisfied with Life but Having a Good Day: Time-use and Wellbeing of the Unemployed, Andreas Knabe, Ronnie Schöb, Steffen Rätzel y Joachim Weimann intentan descomponer qué factores son los que configuran la "satisfacción", subjetiva, que el individuo posteriormente declara en las escuestas. Concretamente, su estudio se centra en los efectos que el desempleo general sobre esta satisfacción, en comparación con la de las personas empleadas. Sin abrumaros con cuestiones metodológicas, el trabajo analiza las diferencias entre empleados y desempleados en Alemania respecto a sus respuestas sobre la satisfacción diaria, sobre sus estados de ánimo, la composición de las actividades que realizan a lo largo de un día y la diferencia en la duración de dichas actividades. Los resultados que obtienen, a través de una regresión econométrica, se muestran en la siguiente tabla:


Puede apreciarse que, como era previsible, las personas desempleadas declaran, en general, unos menores niveles de satisfacción respecto a su vida que las empleadas. Los resultados muestran además que tanto empleados como desempleados clasifican el trabajo dentro de las actividades menos placenteras. Además, los datos sugieren que los empleados experimentan más sentimientos positivos que los desempleados para la realización de una misma actividad (algo que, curiosamente, no se sostiene en el caso del cuidado de los hijos).

Estas observaciones permiten descomponer el efecto del desempleo sobre el bienestar subjetivo en dos partes: el efecto depresivo (saddening effect) del desempleo (los desempleados declaran más sentimientos negativos y menos positivos que los empleados) y el efecto de disponibilidad del tiempo (time-composition effect) los desempleados y empleados difieren en cómo organizan su tiempo). Convertirse en desempleado implica que puede dedicarse más tiempo a tareas más placenteras que antes (y recordemos, el trabajo no era considerado precisamente una de ellas). Este efecto de disponibilidad del tiempo actúa como compensación del efecto depresivo, con lo que en principio no está del todo claro cuál de los dos grupos se siente mejor a lo largo de todo un día. De hecho, el resultado de la regresión indica que la utilidad media experimentada por los desempleados apenas difiere entre los empleados y desempleados (si bien la diferencia no es estadísticamente significativa). Aparentemente, los desempleados son capaces de compensar la pérdida de utilidad generada por un peor estado de ánimo, derivado de la pérdida del trabajo, al dedicarse a tareas que en términos subjetivos consideran más placenteras.

A la luz de las conclusiones, la literatura económica sobre el tema parece mostrarse contradictoria. Por un lado, existe una fuerte evidencia empírica que muestra que las personas desempleados son estrictamente más infelices que las empleadas.  Por otro, la más tradicional teoría neoclásica del desempleo, que asume que si bien en caso de desempleo involuntario los agentes experimentan una pérdida de utilidad (al dejar de percibir renta con la que financiar su consumo), este efecto negativo se ve en parte compensado por el aumento en el consumo de ocio. La introducción de análisis sobre el bienestar subjetivo, en ese sentido, puede aportar nuevos avances que permitan acercar ambas posturas, y en la misma línea, aportar nuevas pistas en el diseño de políticas activas de empleo que pretendan ser realmente eficaces (y eso, entre otras cosas, empieza por incluir qué piensan los agentes sobre su situación y las políticas que pretenden cambiarla, todo sea dicho).

Enlaces recomendados 

Unemployment and happiness: A new take on an old problem, por Andreas Knabe, Ronnie Schöb  y Joachim Weimann en Vox.eu

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